Pbro. Eduardo hayen Cuarón
Se prepara el ambiente electoral en México. Están definidos los candidatos de las principales fuerzas políticas y faltan todavía los candidatos independientes para subir a la contienda. Se empiezan a desatar las pasiones por los aspirantes al poder de nuestro país. Los católicos se pintan de diversos colores políticos mientras que la Iglesia invita, como siempre lo hace, a la reflexión y a la participación pero manteniéndose, prudente, al margen de las preferencias por uno u otro partido o candidato independiente.
Los católicos que aspiran al poder en el país deben tener conciencia de que la Iglesia Católica no se identifica con ninguna ideología política, ni de derechas, ni de centros ni de izquierdas. Esas categorías las ha establecido el mundo de la política –a partir de la Revolución Francesa– pero son totalmente inadecuadas para aplicarse al catolicismo. A los católicos nos guía principalmente la Verdad revelada en el Evangelio, y el Evangelio puede inspirar a los hijos de la Iglesia a establecer libremente sus preferencias políticas en una pluralidad de opciones.
Todas las ideologías políticas tienen su origen en un análisis muy subjetivo de la realidad que algunos cuantos pensadores han hecho en el pasado. Esos filósofos o ideólogos examinaron las relaciones que existen en la sociedad, se preguntaron por qué debían de ser así, cómo deberíamos vivir y qué plan de acción política era el más adecuado para que la sociedad alcanzara ese ideal que ellos se trazaron. Por tanto las ideologías políticas no son esencialmente un conocimiento adecuado de la realidad sino posturas sobre cómo ésta debería de ser.
Un socialista y un capitalista o neoliberal no es que tengan visiones opuestas sobre cómo es la realidad, pero sí difieren en cómo debería de ser. Incluso ambos podrían hacer el mismo análisis de la situación social, pero tendrían valoraciones distintas de esa misma realidad. Para un socialista es deseable ayudar a los pobres repartiendo dinero, mientras que para un capitalista esa misma idea es aborrecible. Lo que para aquel es injusticia y desigualdad, para el otro es justicia y recompensa a los méritos propios.
Nadie absolutamente en las contiendas electorales representa a la Iglesia Católica. Quien así se presente para hacerse propaganda merece nuestra desconfianza porque las enseñanzas de la Iglesia están por encima de cualquier ideología política. Un cristiano puede estar a favor de la democracia, de la dictadura o de la monarquía como formas de gobierno; puede ser capitalista o socialista, o de centro izquierda o centro derecha. La Iglesia no se identifica con ninguna de estas categorías porque la Iglesia no es un programa político.
Es cierto que hay ideologías políticas que pueden ser más compatibles con el cristianismo, pero sobre esto no se alcanza un consenso general. Algunos consideran que un buen cristiano tendría que ser de derecha, pero otros consideran que se sirve mejor a Cristo desde la izquierda. ¿Cuál ideología encaja mejor con el cristianismo? Eso cada quien lo decide en conciencia. A la Iglesia, por su parte, sólo le toca iluminar, a la luz del Evangelio y de la moral cristiana, los principios rectores de la vida pública a través de su Doctrina Social; y además le corresponde, para orientar a sus fieles, señalar los aciertos y errores de toda ideología.
Siguiendo las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, la persona puede identificarse como católico más tendiente hacia corrientes más sociales, o como católico con más inclinaciones liberales, pero no podemos decir que el catolicismo es una ideología socialista o liberal. Las enseñanzas de Jesús de Nazaret se pueden vivir y desarrollar en diversos sistemas económicos o de gobierno.
Nos quede claro que el cristianismo no es una ideología ni un programa político, sino una forma objetiva de conocer al hombre partiendo de la antropología, la metafísica, la moral y el dato revelado. Esta forma de conocimiento es superior al conocimiento que tienen las ideologías. La ciencia también es otra forma de conocimiento del mundo real, aunque de una manera distinta del cristianismo.
Todos queremos mejorar el país, es cierto, pero mientras que las ideologías buscan transformar el ambiente social presionando o forzando a las personas para que se ajusten a su proyecto, el cristianismo busca transformar a la persona desde su interior para que sea mejor ser humano, y así colabore para mejorar su entorno por amor a Dios y a sus hermanos.
Ante las próximas elecciones, los católicos hemos de ser críticos ante las ideologías políticas. Si nos dejamos atrapar por ellas, olvidando las enseñanzas sociales de la Iglesia, perderemos toda prudencia, difícilmente podremos dejarlas y actuaremos movidos por un penoso fanatismo.