Por su incansable trabajo y entrega generosa en la construcción de viviendas dignas
para los necesitados, Periódico Presencia otorga este 2016 el reconocimiento Discípulos de Jesús al colectivo Chopeke.
Ana María Ibarra
Extender la caridad a través de casas ecológicas para ofrecer una vivienda digna a quienes lo necesiten, es la labor del Colectivo Chopeke, un grupo de jóvenes que hace más de dos años se empapó de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia y asumió la opción preferencial por los pobres.
Este colectivo nació en la parroquia Nuestra Señora de la Paz, donde el testimonio de entrega del padre Carlos Márquez, llevó a sus integrantes a encontrarse con Jesús en el rostro de los más pobres, para quienes hoy trabajan.
Es por eso que Periódico Presencia otorga este 2016 el reconocimiento “Discípulos de Jesús” a Colectivo Chopeke.
Jesús en la arquitectura
Colectivo Chopeke nació en el corazón del joven arquitecto Omar Ríos durante un discernimiento personal, al vivir ejercicios espirituales ignacianos de silencio.
“Jesús fue muy claro sobre lo que quería que hiciera. Después de una investigación, al platicar con el padre Carlos Márquez, decidimos formar el colectivo en Nuestra Señora de la Paz, con el objetivo de extender la caridad por medio de la vivienda, al darnos cuenta de la falta de vivienda digna en la ciudad para personas que viven en un tremendo hacinamiento”, compartió el arquitecto Ríos.
Así, Omar dio forma a su misión al crear un proyecto que pusiera en práctica las enseñanzas sociales de la Iglesia por medio de la arquitectura.
Recordó que los ejercicios espirituales en los que recibió el llamado, los hizo bajo la guía de un sacerdote jesuita que vivió cinco años en la Sierra de Chihuahua, y por medio de sus experiencias con los rarámuris le enseñó el camino de Jesús, como también le ayudó a descubrir los verdaderos mensajes de la palabra de Dios a través de la experiencia de vida de los tarahumaras.
“Jesús me fue hablando del nombre: Chopeke, que significa ocote en rarámuri. Desde un principio creímos que sería un proyecto que, como el ocote, fuera explotando, creciendo… y así ha sido, para mayor gloria de Dios”, expresó Omar.
Jóvenes con identidad católica
Pero la misión encomendada por Jesús en esos ejercicios ignacianos, no fue sólo para Omar, quien se dedico a atraer a un grupo de jóvenes que, con la misma inquietud de servir a los más pobres, se encontraron con la realidad de la diócesis, se enamoraron del proyecto y se integraron.
El acompañamiento del padre Carlos Márquez fue decisivo en este paso.
“Si no fuera por los jóvenes, su mano de obra y su aporte, el Colectivo no existiría. Somos un grupo de jóvenes católicos, que forman parte de una comunidad parroquial y que juntos hacemos esto, nadie sobresale. En ocasiones vienen de otras parroquias o de la universidad a apoyarnos, pero seguimos siendo y seguiremos teniendo una identidad católica”, afirmó Omar.
El equipo base de Colectivo Chopeke está formado por nueve jóvenes, entre ellos un seminarista. Juntos, buscando que Jesús siga hablando a su corazón, se van de retiro fuera de la ciudad y hacen momentos de meditación.
“Todo nos indica que vamos para el mismo lugar. Queremos poner en práctica los
principios de la Doctrina Social de la Iglesia por medio de la economía solidaria”, dijo Omar.
De Poniente a oriente
Fue hace dos años y medio cuando Colectivo Chopeke construyó su primera vivienda: una casa de 25 metros cuadrados para la señora Lucrecia, recién llegada de la Sierra Tarahumara al asentamiento rarámuri en el kilómetro 33, rumbo a Casas Grandes.
Lucrecia sigue viviendo en esa casa junto a unas otras personas.
“Después de ahí decidimos hacer una vivienda de 60 metros cuadrados para pegarle al estándar que existe de vivienda de interés social. Fue para una familia de once personas, también en el asentamiento rarámuri. Ahí mismo hicimos la tercera vivienda”, compartió Omar.
El arquitecto explicó que desde ese momento, el prototipo de vivienda que han ido proponiendo en otras zonas, quedó en 60 metros cuadrados.
“Nos desplazamos hacia el poniente central. Hicimos una capilla de 120 metros cuadrados, Santa Luisa de Marillac apoyados por toda la comunidad”, resaltó.
Omar añadió que en esa misma zona se percataron de la situación de Fernando, un hombre apodado “El Pelayo”, quien tenía problemas de adicción y las paredes de su casa eran simples cobijas, por lo que le construyeron una vivienda emergente.
“De ahí nos fuimos hasta el sur oriente, que es donde está la nueva pobreza. Ahí construimos una casita parroquial. Así le llamamos porque ahorita está sirviendo como casita, pero en un año serán salones en la capilla San Isidro Labrador (de la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza). Esta construcción también es de 60 metros cuadrados”.
Actualmente, Colectivo Chopeke trabaja en Lomas de Poleo, al norponiente de Juárez, donde construyen una habitación de 35 metros cuadrados para una mujer rarámuri que padece cáncer y necesita una vivienda para “empezar a sanar su enfermedad”.
Viviendas dignas
Si bien, cada una de las construcciones ha sido muy significativa para el Colectivo, Omar compartió que el proyecto de la capilla Santa Luisa es el que más le ha llenado.
“En ella vimos el trabajo colaborativo de toda la comunidad. Durante mucho tiempo soñaron en tener un espacio digno para tener un encuentro con Dios. Nunca dejaron de trabajar. Ellos nos mostraron a Dios. Siempre nos encontramos con todas las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. Claro que la primera casa fue con la que aprendimos y nos abrió todo el camino. Cada una tiene algo especial”, dijo Omar.
Añadió que, en el caso del hombre adicto pudieron ver y hacer vida las palabras del Papa Francisco, que habla sobre el techo como un derecho sagrado.
“Tener su casa le ha regresado a Fernando su dignidad como persona y ha querido salir adelante, se ha rehabilitado. Es igual con las personas de la capilla, a quienes tener un espacio digno para encontrarse con Dios les ha regresado su dignidad y se han dado cuenta que tienen la capacidad de poder llegar a más, si se lo proponen, de la mano de Dios”.
Un método natural
El sistema constructivo con el que Colectivo Chopeke inició su trabajo, es rural y a base de pacas de paja y mucho barro.
“El barro es el principal material y es un residuo convertido en recurso para hacer muros y techos. En la ciudad sigue habiendo bancos de barro y es muy bueno para hacer viviendas naturales, y sobre todo económicas”.
“Ahora hemos cambiado a un sistema que se llama ‘Tapiad’, que es tierra aprisionada, para seguir avanzando en esta intervención. Estamos en la séptima casa, pero es la primera con tierra aprisionada”, expuso Omar.
Pobres entre los pobres
Aunque por el momento el Colectivo Chopeke se dedica únicamente a construir viviendas de barro y otros materiales ecológicos, tienen otros proyectos en mente y corazón.
“Pudiera ser una eco-aldea en medio de la ciudad, una especie de cooperativa en donde podamos tener vivienda, generación de alimento y de energía como una forma alternativa de economía, ya que vemos que en el mundo está quebrada la política, la familia, todo”, lamentó Omar, para luego destacar que como Colectivo desean aportar una forma distinta de vivir, centrada en los principios del Evangelio.
“Decía Pablo VI que las enseñanzas sociales de la Iglesia son el tesoro mejor escondido de la Iglesia. El Papa Francisco nos pide que busquemos una Iglesia pobre para los pobres. Van creciendo los índices de pobreza, la falta de trabajo, de tierra, de techo. Quisiéramos mostrarle a la Iglesia de Ciudad Juárez que tenemos que ser una Iglesia pobre para los pobres”, puntualizó.