Segunda parte de la entrevista con Pbro. Ariel Suárez
Ana María Ibarra
Seguimos con la entrevista que el sacerdote cubano Ariel Suárez Jáuregui concedió a Periódico Presencia durante su estancia en la Diócesis de Ciudad Juárez, a donde fue invitado para predicar ejercicios espirituales a seminaristas de Teología.
En la edición pasada, el sacerdote hablaba sobre el impacto que ha dejado el asedio que vivieron los católicos en la época del ateísmo en aquel país. En esta segunda parte, continúa hablando sobre los cambios vividos en la Iglesia en Cuba, así como la misión que se sigue realizando para mostrar a Cristo desde aquella porción del Pueblo de Dios.
¿Cuáles son los desafíos que enfrenta un sacerdote en Cuba?
Continua Pbro. Ariel Suárez: Ha habido un proceso y tiene que ir creciendo. Hay un acceso a los medios de comunicación y se transmiten el concierto de Navidad, un Vía crucis el Viernes Santo, de Roma; el sermón de las siete palabras desde la Catedral de La Habana; el día de la Virgen de la Caridad, la patrona de Cuba, el 8 de septiembre, se transmite la Eucaristía presidida casi siempre por el arzobispo de Santiago de Cuba en el Santuario Nacional. Hemos tenido la visita de los tres últimos papas: el papá San Juan Pablo II nos visitó en enero de 1998 y desde ese día se declaró feriado el día de Navidad; el papa Benedicto XVI estuvo en marzo del 2012 y fue declarado feriado el Viernes Santo, y el papa Francisco nos visitó en septiembre del 2015 y después hizo otra paradita breve en febrero del 2016, antes de venir a México, para tener, en el aeropuerto de La Habana, el encuentro con líder ortodoxo de Moscú y de toda Rusia. Estos eventos no hubieran sido posibles sin un cambio en la situación de la Iglesia. Se han podido abrir otras posibilidades como el Instituto de bioética San Juan Pablo II, el Centro Cultural Félix Varela que tiene una cátedra de estudios humanísticos, la cátedra de música sacra y Cuba Emprende para ayudar y dar herramientas a los emprendedores que quieren establecer negocios privados. Desde hace más de 20 años hay posibilidad de que sacerdotes, religiosas y diáconos vayan a las cárceles y se ocupen de pastoral penitenciaria. Todo eso era impensables cuando yo era muchacho. Son pequeños pasos, nos gustaría seguir avanzando y que hubiera un reconocimiento positivo de la labor que hace la Iglesia. Nunca hemos dejado de dar catequesis, ni hemos dejado de presentar por los medios posibles nuestra fe. Hay revistas, publicaciones seriadas que la Iglesia tiene para comunicar su mensaje, aportar criterios y contribuir humildemente con argumentación y razonamiento que brota de la fe y del encuentro con Cristo e iluminar diversas situaciones de la vida de la nación y de la vida del ser humano en general.
¿Qué podemos observar desde México para aprender de la Iglesia Católica en Cuba?
¡Líbrenos Dios de presentarnos como maestros de nadie en nada! Todas las Iglesias en América y en el mundo somos hermanas y todas aprendemos de todas, de nuestro testimonio, de nuestra fidelidad. La Iglesia en Cuba no es maestra de nadie, lo único que puedo decir es que, en medio de la hostilidad y de la persecución, nos hemos mantenido junto al pueblo, sirviendo sin heridas, sin venganza y sin odios, sino amando incluso a aquellos que nos han podido hacer mal. No es que la Iglesia Cubana sea la que lo enseñe, en ese sentido la Iglesia en Cuba lo aprende continuamente de su maestro y de su Señor, del único Pastor de la Iglesia y de único Señor de la Iglesia que es Jesucristo. También México tienen una historia muy bella durante la época de la persecución de los cristeros. Ustedes han tenido ejemplos tan luminosos de personas, sacerdotes, laicos, misioneros que han podido manifestar una fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al papa en medio de la persecución.
Quisiera aprovechar para agradecer la presencia y el testimonio de tantos misioneros mexicanos que están junto a nuestro pueblo y junto a nuestra Iglesia cuando podrían estar más cómodos aquí, en su país, con muchas más posibilidades de todo tipo, con mejores condiciones económicas y de alimentación, y por amor al Evangelio, a la Iglesia y al pueblo cubano están compartiendo nuestras dificultades, nuestros sueños, nuestras alegrías me gustaría agradecer en nombre de la Iglesia en Cuba la presencia, el cariño y el testimonio de todos esos sacerdotes y religiosas mexicanos que se han hecho cubanos de corazón al compartir con nosotros la tarea siempre difícil y siempre hermosa de anunciar la alegría del Evangelio en Cuba hoy.
¿Cómo observa usted a México -ahora con gobierno de izquierda- y a su Iglesia?
No puedo dar un juicio sobre el Gobierno de este país ni sobre la Iglesia. A nivel de líneas generales, la Iglesia tiene que saber vivir con cualquier tipo de gobierno, porque la misión de la Iglesia no depende de los gobiernos que tenga ni de las coloraturas de esos gobiernos. La misión de la Iglesia depende de Jesucristo. Evangelizar, servir a los hombres y a la dignidad del hombre es el encargo que Jesucristo dio a su Iglesia y eso lo tenemos que hacer siempre. Lo hizo la Iglesia en la época del Imperio Romano cuando eran perseguidos nuestros primeros cristianos y eran llevados a los pozos de los leones; lo hizo después cuando la Iglesia se convirtió en la religión oficial del Imperio, es decir la Iglesia está llamada a vivir y anunciar el Evangelio en toda circunstancia.
Si algo puedo decir como hermano es que, por favor, no presenten a nadie como enemigo de ustedes. Los que piensan diferente a nosotros no necesariamente tienen que ser enemigos, la Iglesia no anda en el mundo clasificando entre buenos y malos, entre enemigos y amigos, si alguien nos considera sus enemigos, diríamos ese es problema de ellos, pero nosotros no, porque el Señor nos mandó: vayan al mundo entero y proclamen a toda la creación y a todos los hombres. Si alguna vez en ese ‘vayan al mundo entero’ encontramos lobos feroces, Él nos dice que nos mantengamos corderos: Los envío como corderos en medio de lobos. El día en que, confundiendo la misión que el Señor nos pidió, queramos convertirnos en lobos para luchar contra otros lobos, vamos a perder, porque generalmente los lobos mundanos son muchos más fuertes que el que quiere pretender serlo. En cambio, si uno se mantiene cordero, tendremos la protección del Pastor de las ovejas y del Señor.
Nuestra agenda no nos la ponen los gobiernos y no tenemos que definirnos como contrarios a ningún gobierno, la Iglesia no se define contraria a nadie, nos definimos por estar a favor de del Evangelio, de Jesucristo, del Reino de Dios y justo por eso estamos a favor de la dignidad del ser humano. Si pudiera aconsejar diría: anuncia el Evangelio, da testimonio de amor y de paz, siembra la alegría del Evangelio con tu vida y con tus palabras y despreocúpate un poquito, en el buen sentido de la palabra, de quién está gobernando, porque tú tienes que anunciar a Cristo y servir al hombre con este gobierno que tienen ahora y con el que van a tener dentro de cuatro, diez o veinte años.
¿Hay algún mensaje que quisiera dejar para los católicos mexicanos, y más específicamente, para los católicos de esta frontera Juárez- El Paso?
Lo dije el pasado domingo (05 de enero) al terminar la misa que pude celebrar con tanto gozo en la Catedral de Ciudad Juárez, viendo aquella multitud que me recibió con tanto cariño y cordialidad. En la parroquia donde estoy, en La Habana, que es el Santuario Diocesano y Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, hay tres banderas: la bandera de la Santa Sede, la bandera cubana y, en el altar de la capilla del bautismo, que está dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe, está la bandera mexicana, la única bandera foránea que tenemos. Es bonito pensar que en ese rinconcito del centro de la Habana todos los días y cada vez que se bautizan allí niños, hay un recuerdo y una evocación de la Virgen de Guadalupe y del querido pueblo mexicano. En Cuba y en ese santuario en La Habana dedicado a la patrona de Cuba tenemos un corazón que late por y con México. Somos todos hermanos, hijos de Dios y de la Virgen y de la Iglesia, eso es lo más importante que hay que subrayar. Con cualquier ser humano, con los pobres, con los migrantes que pasen por aquí tratando de vivir de otra manera su vida, de mejorarla, de cumplir sus sueños, que esta Iglesia de Ciudad Juárez sea ese lugar donde todos los hermanos y hermanas encuentren un hogar, como me han hecho sentir a mí estos días en que descubrí la maravilla que es la Iglesia Católica, donde ninguno es extranjero, porque yo, llegando de otro lugar y de otra patria, he encontrado aquí hermanos y hermanas. Muchas gracias.