Victoria Nettel de Robles
Vivimos una situación inédita, diferente a lo que pensábamos, había planes, proyectos, pendientes, cuestiones importantes que resolver, pero nos llegaban las noticias de la epidemia en China, que se iba extendiendo a otros países de una forma acelerada y de pronto llegó. Y todo cambió. Una amenaza ya no latente sino real, los medios de comunicación, las redes sociales nos inundaban de noticias alarmantes que despiertan los instintos primarios de sobrevivencia, la urgencia de hacer algo, y la sociedad se volcó a comprar lo que consideraba importante para enfrentar la nueva realidad y fuimos atrapados por un huracán.
Ahora esa realidad nos confronta, es necesario detenerse, reflexionar, evaluar nuestra forma de vivir y convivir y dejarnos interpelar por la vida, por nuestro mundo, por Dios. No tiene sentido preguntarnos por qué suceden estas tragedias, sino preguntarnos, para qué puede servir esta experiencia.
Además de noticias alarmantes, los medios de información tradicionales y especialmente las redes sociales, ofrecen propuestas de cómo enfrentar la crisis. Consejos de cuidados de higiene y prevención oficiales y científicos, información con diferentes puntos de vista, ofertas sobre formas de vivir el aislamiento social, de cómo lidiar con la pareja, los hijos, el estrés, el miedo, los roces naturales de una convivencia mas estrecha. Ante esto en necesario saber filtrar la información y no dejarse llevar por el miedo y la incertidumbre. Dosificar el tiempo que se dedica a escuchar o ver noticias y quedarse con una o dos fuentes que se consideren confiables y objetivas ayudará a mantener el equilibrio entre información y actitudes sanas.
Pero inicia ya la Semana Santa, también será una experiencia diferente, nos creará confusión y frustración al no poder vivirla como acostumbramos. Ahora, seguramente, tendremos que vivirla acompañando al Señor y a su Madre desde la intimidad del hogar. Ante esto lo más importante es reflexionar sobre la situación desde la fe. Ayuda pensar que, en esta Cuaresma, el Señor me invitó a acompañarlo al Desierto y, como Él, ser capaz de resistir las tentaciones del miedo, la desesperanza, el egoísmo. El aislamiento es una oportunidad de tener mas tiempo para fortalecer la Fe y la Esperanza. Orar más intensamente, confiados en Él, que es el Señor de la vida y de la historia, tratar de descubrir qué nos quiere revelar. Podemos preguntarnos ¿qué aprendo de mí ante esta situación? ¿cómo puedo sacar frutos de vida para mí y para los hermanos? ¿qué cambios puedo hacer en mi estilo de vida, en mis relaciones familiares, de amistad, de trabajo? ¿Cómo estoy viviendo mi fe? ¿Hay congruencia entre lo que creo y lo que vivo?
Por otra parte, es necesario estar conscientes de que el aislamiento social va a continuar y no hay seguridad sobre cuando terminará. La incertidumbre sobre la duración y la seriedad con que se presentará en nuestro país la etapa más difícil y de mayor riesgo ocasionará mayor desgaste personal, familiar y social, por eso es necesario adoptar ciertas medidas que ayuden a dar estructura a la vida.
Puede ser, como familia, plantearse una meta común: Ante esta situación ¿Qué tipo de familia que queremos ser? Entre todos definir esa meta común, cada uno exprese qué le gusta de la familia y qué otra cosa desearía que hubiera. Después planear ¿cómo lo podemos lograr? Ayudará reunirse en familia para proponer el horario, las actividades, las responsabilidades de cada uno, según su rol familiar y su edad y también las consecuencias que tendrá el no cumplir con lo acordado y así establecer una rutina cotidiana para regular la ocupación del tiempo.
De esta manera el compromiso no será impuesto sino elegido entre todos al decidir qué clase de familia quieren ser. Para que lo planeado se cumpla es importante evaluar, cuando menos dos o tres veces por semana, cómo se ha cumplido con lo que toca a cada uno, qué ha salido bien, qué no nos parece que sirva, qué podemos cambiar. Todo en un clima de comunicación respetuosa y abierta. Sin caer en rigorismo, pero tampoco en permisividad, darle al proyecto una visión de disfrutar y compartir la vida con alegría y amor.
Trabajar en un proyecto común de familia les permitirá encontrarse mas unidos, mejorar las relaciones y, como familia, vivir este torbellino como si estuvieran en el “ojo del huracán” que es el lugar donde, a pesar del torbellino es un lugar quieto y tranquilo donde hay paz y armonía, donde es posible encontrarse con Dios. Y no olvidemos que, como dice un autor, “El mundo está en manos de Dios, y Él lo sabe.”