Ana María Ibarra
Con gran empeño y dedicación, alumnos de las distintas etapas de formación del Seminario Diocesano elaboraron los tradicionales altares de difuntos, los cuales estuvieron expuestos del 31 de octubre al 3 de noviembre en el vestíbulo de la casa de formación.
Además de la exposición, al interior del Seminario se realizó el concurso de altares resultando ganadores los jóvenes de la etapa discipular.
El vestíbulo del Seminario se observó con vivos colores y estuvo impregnado del olor que emana la flor de cempasúchil proveniente de los altares, elaborados Con ingenio, respeto y esfuerzo y dedicados a personas queridas en la comunidad.

Un primer altar fue dedicado al Papa Francisco, de quien se resaltó su sencillez. Incluyó en aserrín pintado la barca de colores, símbolo del Jubileo, ya que fue él quien lo promulgó.
Elaborado por la facultad de Teología, el altar incluyó fotos de los distintos momentos de la visita del papa a Ciudad Juárez, además de realizar una pequeña reseña biográfica del santo padre y de su vocación.

Los jóvenes del Curso Introductorio hicieron un altar dedicado a la señora Alicia Matías Teodoro, quien fue víctima de la explosión de la pipa de gas en el Estado de México y que llamó la atención a nivel nacional ya que llevaba en sus brazos a su nieta, a quien protegió de la explosión.
Con este altar, elaborado de una manera más tradicional y apegado a la época prehispánica, se buscó resaltar el amor de esta abuela.

En otro extremo del vestíbulo, alumnos del Seminario Menor colocaron un altar dedicado al padre Rafael Saldívar, con símbolos que representaban algunas aficiones del sacerdote como fue una motocicleta pintada en aserrín, una guitarra eléctrica que dio cuenta del gusto rockero del sacerdote fallecido apenas en diciembre 2024, así como algunos elementos franciscanos.
El altar ganador fue el dedicado al padre Efrén Hernández, fallecido el pasado mes de septiembre. Contó con elementos que dieron testimonio de los momentos importantes en su ministerio como es la Eucaristía que el sacerdote siempre celebró con amor.
También se agregaron una imagen de la Virgen de Guadalupe, la Cruz Del Prado, movimiento al que estaba integrado; la Liturgia de las Horas, una casulla y una camisa de beisbol con el apellido del sacerdote, ya que era aficionado al llamado rey de los deportes.
Los altares estuvieron expuestos durante cuatro días, tiempo en que los fieles acudieron a apreciar el excelente trabajo de los seminaristas.



































































