Ana María Ibarra
Poniendo ante el altar del Señor sus necesidades y trayendo a la memoria a sus familiares difuntos, confiados en la misericordia Dios, la comunidad parroquial de San Isidro Labrador celebró el pasado domingo dos de noviembre la Eucaristía para agradecer por la vida de sus familiares difuntos y pedir por su eterno descanso.

La comunidad se congregó en el templo parroquial para pedir al Señor sus dones y su bendición, por las necesidades de la comunidad, por los enfermos y por lo que cada uno manera personal llevaba en su corazón.

El padre Edgar Arellano, párroco de la comunidad, reflexionó esa tarde sobre la esperanza que da la resurrección a la luz del evangelio elegido para ese día: la resurrección de Lázaro.
“La muerte no existe, la gloria de Dios basta. En el evangelio quitar la loza es mostrarnos quienes somos, mostrar nuestra podredumbre, mis pasiones, mis deseos, Jesús dice a Lázaro que salga. Jesús nos prepara desde la fe a no tener miedo, a decir sí a lo bueno y a lo malo”, mencionó el padre Edgar.
El sacerdote expresó que la vida no se termina ni se extingue, pues el llamado es la eternidad.

“La vida no se acaba, solo se transforma. Dios nos hace a su imagen y semejanza y, dice la Esritura, si han salido de Él a Él volverán. La muerte es regresar a la patria donde fue dada mi vida. Oremos por nuestros difuntos, por los moribundos, y oremos también por nosotros”, invitó el sacerdote.
El padre Arellano agregó: “No llores y prepárate, preparemonos para la vida eterna”.
Al concluir la celebración, el padre Edgar agradeció a Dios por las lluvias de este año y por los frutos de que ha dado la tierra de aquel sector parroquial.

Después de la bendición final, el sacerdote se dirigió hacia la entrada del templo donde se colocó un altar de difuntos dedicado al primer párroco de dicha comunidad, el padre Gregorio Ciria.
En el altar, además de los elementos tradicionales, los fieles colocaron fotografías y veladoras con el nombre de sus seres queridos ya fallecidos.
El padre hizo la aspersión del agua bendita e incenso el altar de difuntos.
Afuera de templo, se contó con la venta de alimentos y la comunidad tuvo un momento de convivencia.



































































