Ana María Ibarra
Una manera distinta de enfrentar los problemas y descubrir en la paciencia los milagros de Dios, son algunos de los frutos que Virginia Montoya ha obtenido al llevar una vida de constantes silencios y de oración contemplativa.
Fue en Talleres de Oración y Vida donde Virginia aprendió a silenciar su interior ya que es parte de los momentos de oración que se realizan en los talleres, sin embargo fue al momento de vivir el desierto final de cuatro horas de silencio, donde Virginia descubrió las riquezas y bendiciones que se reciben en el silencio.
Silencio en los talleres
Hace 15 años Virginia vivió su primer Taller de Oración y Vida en la parroquia Jesús El Salvador. Aunque en ese tiempo pertenecía a la Legión de María y en una comunidad, sentía que sus problemas eran muy grandes y que Dios no la escuchaba.
“Sentía que mis palabras eran huecas. Me llamó la atención el aprender a orar y fui. Gracias a Dios que me llamó. Aprendí los silenciamientos, a sosegarme antes de entrar en la oración, me fascinó”, explicó la mujer que realizó tres talleres y luego comenzó su capacitación para ser guía.
“Iba con miedos, ansiedades y con los silenciamientos en Talleres, me sosegaba”, expuso.
Pero lo que en definitiva la convenció del valor del silencio, fue el desierto de cuatro horas que se vive los talleres al final del programa.
“Para el desierto nos dieron una pauta orientadora pero me dejé llevar por el Espíritu Santo y fue algo hermoso. Me fascinó. Me faltó tiempo para hablar con Dios”, afirmó.
Práctica difícil
Virginia reconoció que al principio le fue difícil adentrarse en los silencios, especialmente al enfrentar los silencios de Dios, pero aprendió a valorarlos y a escucharlo.
“Hablaba y pensaba que Dios no me escuchaba, pero me di cuenta que Dios es un Padre amoroso que me ama, que tenía que dejarme querer y abrazar por Él con la fe y la certeza de que siempre está conmigo y siempre me escucha. En los silencios aprendí a esperar los milagros, que si no llegan, es porque Él me ama tanto y se hará su voluntad”, compartió
A solas con Dios
En Talleres de oración, Virginia aprendió a tener diariamente su sagrada media hora para estar en oración con Dios, y es en ese espacio personal y a solas, donde se lleva a cabo el silencio.
“Jesús buscaba lugares lejos y a solas para estar con el Padre. Así nosotros queremos estar a solas con Él en el silencio porque tenemos la certeza de que Él nos escucha y que detrás del silencio, Él respira”.
Para Virginia toda persona necesita de estar a solas con Dios y la oración de contemplación es una manera hermosa de estar en silencio con Dios.
“Es difícil hacer silencio, los problemas, los ruidos de la calle, necesitamos un silencio interior para vencer el exterior y llega uno a encontrarlo, se adentra tanto que aprendemos a no escuchar lo exterior”, afirmó.
En manos de Dios
La entrevistada compartió que al vivir momentos de silencio e intimidad con Dios ha recibido muchos milagros, bendiciones, frutos y riquezas.
“Todo ha sido un milagro. Cuando entré a la escuela traía problemas de divorcio. Aprendí a poner todo en manos de Dios, a abandonarme en Él y esperar en esas ausencias y tardanzas. A veces queremos que la respuesta sea rápida, pero Dios va acomodando todo”, compartió.
Dijo que hoy se da cuenta de que en sus silencios, Dios está actuando y compartió que en la contemplación también aprendió a guardar silencio ante algún conflicto, para evitar confrontaciones y dejar actuar a Dios.
“Tenemos una práctica que llamamos el deporte de amar. Cuando alguna persona me hiere o me lastima, oro por ella, puede ser también difícil, pero trae paz y tranquilidad”
Y agregó: “Los invito a que vayan a Talleres de Oración y Vida, ahí aprenderán a silenciar y sosegar su interior”.