Ana María Ibarra
Con oración y atención médica, una madre de familia logró rescatar a su hijo menor de la adicción a la mariguana, a la cual cayó a causa del trastorno de bipolaridad, enfermedad que ni ella ni su esposo sabían que su hijo padecía.
A ejemplo de Santa Mónica, esta mujer, quien prefirió compartir su testimonio de manera anónima, se abandonó a Dios, por intercesión de la Virgen María y oró en todo momento para lograr la sanación de su hijo.
Dura revelación
De ser un joven estudioso y deportista, el hijo menor de la entrevistada comenzó, a los 17 años, a fumar mariguana, sin embargo, ni ella ni su esposo se percataron de ello.
“Le empezó a bajar el apetito, tenía cambios de humor repentinos y le pregunté si existía algún problema y me dijo que no. Jamás pensamos ni mi marido ni yo que se tratara de un problema de drogas. El siguió en la escuela y se fue a un intercambio, pero tuvo cambios de conducta y preferimos que se regresara después de medio año”, expuso la madre de familia.
El joven siguió actuando de manera diferente, perdió concentración en la escuela, pero seguía negando a sus padres que algo le sucediera. Fue en un momento familiar, mientras estaban todos mirando una película sobre adicciones, cuando el joven decidió hablar con la verdad a sus padres.
“Nos pidió parar la película para hablar con nosotros. Nos dijo que consumía droga y que en el viaje del intercambió probó otra sustancia. Tenía una semana de haber dejado el consumo, pero se sintió mal. Él tuvo alucinaciones y pedimos ayuda. Comenzó un tratamiento y el proceso fue muy duro”, añadió.
Atendido en la crisis
El joven tuvo episodios de desesperación y ansiedad muy fuertes. Tuvo que ser llevado a un hospital y ante la fuerza que ejerció por querer escapar, debieron inyectarle un calmante que le detuvo el corazón. Los médicos tuvieron que hacer maniobras para resucitarlo.
“Estuvo internado en un centro de rehabilitación por algunos meses. Al salir iniciamos el trabajo en familia con un psicólogo. Gracias a Dios, mi hijo salió adelante, no pudo regresar a la escuela, pero los maestros le aplicaron los exámenes y logró graduarse de la preparatoria una generación después”, recordó la entrevistada.
Diagnóstico revelador
Con más de veinte años como integrante de una agrupación de mujeres católicas, la madre de familia sabía que ese episodio sólo lo podía a atravesar sostenida de la oración personal y comunitaria.
“Soy dirigente de grupo, y pedí a la agrupación que me ayudaran con su oración. Vengo de una familia católica, mi mamá y mi papá nos inculcaron la fe, y en la agrupación conocí más a María. Le pedí que me ayudara con mi hijo, rezaba el Rosario y logré ver en mi hijo una mejoría”, compartió.
Cuando la familia del joven sintió que ese trago amargo había pasado, durante las consultas con el psiquiatra recibieron el diagnóstico de que el joven, por genética, tiene el trastorno de bipolaridad.
“Ahí nos dimos cuenta de que él había recurrido a la mariguana para quitarse ansiedades y otras emociones que él experimentaba. Eso lo empezó a calmar, pero vino la adicción. Empezó a tomar medicamentos para la bipolaridad. Ingresó a estudiar una carrera en El Paso, pero dejó la carrera y se fue a trabajar”, recordó.
Recaída
La situación preocupante surgió cuando de un día a otro el joven decidió irse a Los Ángeles, California sin un plan de vida, lo que fue una alerta para sus padres.
“Mi esposo se fue al aeropuerto para evitar que se fuera, pero las personas del aeropuerto dijeron que, por ser mayor de edad, no podían detenerlo. Al llegar a su destino nos comunicaron con él desde el aeropuerto. Lo noté extraño, sabía que no estaba bien. Y así fue, había dejado su tratamiento para la bipolaridad”.
La madre de familia estuvo rezando por él a María toda la noche y en la madrugada un oficial de Los Ángeles les llamó para decir que su hijo estaba detenido por ingresar a propiedad privada.
“Ahí vi que gracias a mi oración él fue detenido y llevado a un hospital. Estuvo ahí un mes. Fuimos, pero mi esposo se tuvo que regresar por su trabajo. Estuve ahí todo ese tiempo, solo podía verlo 15 minutos al día. El resto del día me iba a una iglesia a misa, a rezar el Rosario y a estar ante el Santísimo orando por mi hijo”.
Dios siempre escucha
Después de ese mes, la familia se regresó a Ciudad Juárez y empezaron de nuevo todo el proceso de recuperación. La enfermedad de bipolaridad está diagnosticada en la vida del joven, hoy de 26 años y él ha aceptado su condición.
“Pudo decir que mi hijo ya volvió a la normalidad, se acuerda de todo lo que pasó. Ya aceptó su condición, está consciente de su enfermedad y se cuida. No quiso seguir la universidad, trabaja, se independizó, vive en El Paso y está muy cerca de Dios, ha servido en retiros”.
La madre de familia sigue rezando por su hijo y aunque le gustaría que su hijo estuviera sano, sabe que la voluntad es de Dios.
“Quizá la enfermedad de mi hijo es para que él dé testimonio. Sigo pidiendo por mi hijo y por todos los jóvenes enfermos y que se encuentran en drogas. A los padres les aconsejo que estén alertas con los cambios conductuales y que estén al pendiente de sus amistades, es algo que solo hice con mi hija mayor y no con mis hijos varones”, lamentó.
Para concluir, la entrevistada reiteró que la oración de una madre, arrodillada ante Dios, ofreciendo su sufrimiento, siempre será escuchada.
“La oración es lo más grande que podemos tener como mamás, porque Dios nos escucha y viene a nuestro auxilio. Él nos ama con amor misericordioso. La Virgen María siempre está también cubriéndonos con su manto. Eso fue lo que me mantuvo en pie en aquel momento, y ante una preocupación rezo el Rosario, voy a la Eucaristía y al Santísimo. Estar en la agrupación ha sido también uno de mis pilares”, concluyó.