El 27 y 28 de agosto la Iglesia celebró a Santa Mónica y San Agustín, madre e hijo que nos dan ejemplo de cómo la oración por los hijos es una herramienta poderosa en su salvación…
Presencia
Educar a hijos ha sido siempre, y lo es hoy aún más, un grave desafío, especialmente cuando se trata de padres cristianos que ven a los hijos alejarse de los caminos de la fe.
Pero los padres católicos cuentan con una poderosa herramienta a la mano: la oración, así como también el ejemplo de vidas ejemplares que enseñan cómo enfrentar situaciones específicas de la vida.
Santa Mónica, madre de san Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia y uno de los santos más influyentes de todos los tiempos, es ejemplo de valentía, paciencia y perseverancia en el proceso de conversión de su hijo.
En esta edición buscamos explorar los desafíos que enfrentan las madres modernas, tal y como lo hizo santa Mónica en su momento, cuando se encontró con el alejamiento de su hijo de los valores que son un tesoro para quien se considera seguidor de Cristo.
En entrevista, el terapeuta católico Juan Jesús Hernández y el sacerdote Gregorio López, asesor del MFC juvenil, nos ayudan en la reflexión.
¿Cuáles son las principales preocupaciones de las madres por sus hijos, hoy?
Hoy en día, el panorama para muchas madres es incierto con relación a qué mundo le vamos a heredar a nuestros hijos, un mundo donde persisten los problemas económicos, con el aumento -cada vez más- de los precios de la canasta básica, la pérdida cada vez mayor de nuestra capacidad adquisitiva, la falta de empleos, ahora con los aranceles que está imponiendo el vecino país, que hacen que muchas empresas migren a otros lados y nos quedamos sin empleos; luego las madres que sí tienen trabajo piensan en cómo estar presentes en la vida de sus hijos, que no se sientan abandonados, que no les pase nada, en la ausencia de la madre, que se vayan a ir por el mal camino, el miedo de dejarlos en una guardería y que ahí les pase algo malo, como hemos visto reiteradamente en las noticias, donde ha habido abusos físicos y sexuales. De hecho vemos que hay muchas madres que no se pueden quejar de serlo porque son estigmatizadas y señaladas como malas madres, pero recibir ayuda terapéutica psicológica a veces es impensable porque la economía no da para tanto. También las madres se preocupan por la salud de sus hijos, de pronto hay mucho empleo informal en el que no hay acceso a atención médica y aunque existen algunas clínicas con costos más accesibles, a las madres les interesa un sistema de salud de calidad para sus hijos, pero por cuestiones del sistema y la burocracia, a veces no es posible tenerlo.
Por otra parte, la inseguridad en las calles y la violencia son preocupaciones reales para las madres mexicanas, quienes temen por su propia seguridad y la de sus hijos, asi como que sus hijos, por todo lo antes dicho, tomen la decisión de ser parte del crimen organizado convirtiéndose en delincuentes o incluso en adictos.
¿Qué pasa con una madre que tiene a un hijo formado en la fe, que ahora reniega de Dios y de la Iglesia? Según su experiencia ¿Cómo enfrenta esto?
He tenido esa experiencia de atender en consulta psicológica a una madre afligida porque aquel hijo o aquella hija que antes era “rata de sacristía”, es decir, que se la pasaba en la Iglesia en los grupos juveniles, coordinadora o coordinador de confirmaciones, viacrucis vivientes y todo lo que la Iglesia ofrecía para los jóvenes, de pronto, ya no quiere saber nada de la Iglesia, empieza a hablar mal de ella, o de sus miembros y reniega de su fe; de pronto se vuelve homosexual o lesbiana, agnóstico, o ateo, drogadicto, sicario, pollero o brujo (un hijo descarriado) y obviamente la mamá se quiere morir, no sabe qué hacer y su vida se vuelve un viacrucis al saber que su hijo amado va camino al infierno por sus decisiones, actitudes y acciones.
Debemos entender que el sufrimiento de la madre es genuino, sabe que un ser querido se está perdiendo en cosas de la carne, del mundo o del demonio, pues entendemos lo que dice la Sagrada Escritura al respecto en la primera carta a los Corintios, capitulo 6, versículos del 9 al 10: “¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se engañen: ni los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los homosexuales y los que sólo buscan el placer, ni los ladrones, ni los que no tienen nunca bastante, ni los borrachos, ni los chismosos, ni los que se aprovechan de los demás heredarán el Reino de Dios.” Y sabemos cuál es el precio a pagar por esas acciones y por eso las madres se sienten agobiadas, desesperadas y quieren ayuda para sus hijos, pero no siempre sabemos qué hacer al respecto, cómo reaccionar, y entonces se comete el error de regañarlos, castigarlos, correrlos de la casa, desheredarlos, mil cosas negativas tratando de que, a través de estímulos punitivos, sus hijos enmienden el camino a la Salvación.
¿Qué deberían hacer estas madres?
En mi opinión, una madre, ante un hijo delincuente, que se ha descarriado del camino, que le da dolores de cabeza, que no quiere ser un buen hijo, un buen ciudadano y que solo busca su propio beneficio, debe buscar dos tipos de ayuda, la primera será buscar ayuda espiritual, la ayuda de Dios es crucial en estos casos. Con la ayuda de un sacerdote, un guía espiritual, o alguien que la guie en la fe, podrá reflexionar a la luz de la Palabra de Dios y saber cómo debe actuar, pero también es importante buscar ayuda psicológica profesional, para entender las causas del comportamiento, entender qué fue lo que llevo al hijo a dejar la Iglesia, qué lo llevó a elegir la vida fácil de las drogas, del vandalismo; qué parte de la culpa del sistema, de la cultura, del entorno, le toca a ella como madre y no para flagelarse tratando de expiar su culpa, sino para hacer modificaciones en su vida y poder actuar adecuadamente en la formación del desarrollo cognitivo de sus hijos. La ayuda psicológica nos enseña a establecer límites claros y consistentes con nuestros hijos, saber que tengo que corregirlo con amor, que no tengo que apretar demasiado porque se me sale del camino, pero tampoco no-apretar, porque también se me va, es decir, aprendemos a darle el justo apretón para retenerlo siempre en el camino del bien. A través de la ayuda psicológica recibimos apoyo emocional, nos desahogamos, gritamos, pataleamos y nos reconciliamos con nosotros mismos, con nuestro entorno, con nuestra familia y con Dios. Es fundamental que la madre no se culpe a sí misma, sino que trabaje en un ambiente familiar seguro y estable, buscando apoyo en redes sociales, espirituales y profesionales.
¿Cómo les afecta esto y cómo deberían sobrellevar estos dolores?
Afecta muchísimo, porque toda madre quiere lo mejor para sus hijos, no importa cómo sean, los ama y le duele verlos perderse. Cuando un hijo nace, podemos visualizar un futuro maravilloso, lleno de amor, éxitos, una vida plena, pero pasa algunas veces que la realidad es otra, tiene una vida de carencias emocionales, económicas y de todo tipo. Pero no todo en la vida es malo, ni todo es bueno, siempre habrá ambos polos en nuestra vida y a través de la ayuda psicológica, sabremos potenciar las buenas cosas que nos pasan en la vida, y dejar atrás las cosas malas que invariablemente tenemos que vivir, aprendemos a ver los errores como oportunidades de aprendizaje y de crecimiento personal. Sin ayuda Espiritual y Psicológica, nos perderemos en nuestro dolor, angustia y desesperación.
Hay también ciertas madres que “solapan” a sus hijos en todo, ¿A qué se debe, según su experiencia y qué es lo que habría que decir a estas madres?
Muchos de los padres nos vemos reflejados en nuestros hijos y quisiéramos que fueran lo que nosotros no fuimos, que tuvieran lo que nosotros no tuvimos, y que, obviamente, tengan la libertad que nosotros no tenemos, por eso, algunas veces les solapamos sus “travesuras”, como dijo una vez una señora en la Televisión cuando le preguntaron porque estaba tan molesta porque habían matado a su hijo, y respondió muy indignada que “no se valía, que el señor de la tienda hubiera matado a su hijo, que porque ya tenia muchas veces que lo había asaltado en la tienda, si nomas lo robaba poquito, ¿qué tiene?” La mayoría de las veces son los mismos padres quienes refuerzan la conducta delictiva de sus hijos, y muchas de las veces son las madres, porque cuando cometen algún delito y van a la cárcel, van inmediatamente a quererlo sacar, pagando fuertes cantidades de dinero para que su “cachorrito” no pase la noche en la cárcel, “pobrecito”, hacen arreglos con las victimas para que no pongan cargos o quiten la denuncia para que salgan, y ellos pagan los daños, esto hace que los hijos refuercen ese comportamiento, porque no tuvieron ninguna consecuencia por lo que hicieron, y cada vez va escalando más y más, hasta que es demasiado tarde y se pierden en la delincuencia, los matan o los encierran para siempre. No madres, debemos buscar ayuda, a veces no podemos solos, debemos dejar que nuestros hijos experimenten la consecuencia de sus actos y que se hagan responsables de las consecuencias de esos actos, de esas conductas, es asi como van a poder reflexionar y aprender que no es la mejor manera de vivir, sino que existen mejores maneras de vivir la vida, haciendo el bien a los demás, pero sobre todo haciendo el bien a nosotros mismos, a nuestra familia, y luego ya también a todo el mundo.
¿Qué deben aprender las madres modernas de santa Mónica?
Pbro. Gregorio López: De Santa Mónica, las madres hoy en día deben de aprender la perseverancia en la oración por la conversión de sus hijos, o por el aumento de la fe de sus hijos. Santa Mónica, sin duda que se desesperaba al ver que su hijo no se acercaba a Dios, pero ella se mantuvo firme, orando por la conversión de su hijo, y como sabemos después de un tiempo, esa oración surgió fruto. La oración de una madre por su hijo es valiosísima y aunque puede pasar tiempo, recordemos que no es que Dios no las escuche, sino que a veces hay corazones muy duros que no escuchan a Jesús, pero el día que los escuchan dan paso firme para conocerle, amarle y servirle.