Diana Adriano
Luz Sirenia Chávez es bienhechora del Seminario Conciliar de Ciudad Juárez. Su generosidad se ha convertido en un pilar esencial para algunos de seminaristas y hoy da testimonio de cómo una entrega desinteresada se traduce en reflejo palpable de la Providencia de Dios en su vida.
Su primer acercamiento
Lucita, recordó que en 1996, cuando asistía a la parroquia El Señor de la Misericordia desconocía la existencia del Seminario Conciliar.
“Pasaba de largo y no sabía que aquí era el Seminario, hasta que llegué aquí en el año 2000″, contó.
Fue cuando en su parroquia se organizó una colecta de aceite de cocina usado, cuando se involucró con la institución. El entonces seminarista Jesús Martínez, le recomendó llevar su aceite de desecho, al Seminario.
Así fue como llegó con las religiosas del Seminario, quienes no solo cocinaban para los seminaristas, sino que también representaban un apoyo vital para ellos. Y fue como Lucita se enganchó con la vida de esta institución.
Compromiso perenne
La conexión inicial de Lucita evolucionó en un compromiso perenne con los seminaristas, especialmente en el ámbito deportivo.
Observando a los jóvenes seminaristas jugar un partido en condiciones humildes, con tenis rotos y vestimenta modesta, Lucita se conmovió profundamente y se sintió impulsada a unirse a la señora Norma López, propietaria de una Tienda deportiva, para proporcionarles uniformes.
Desde entonces, cada vez que los seminaristas participan en InterSeminarios -encuentros deportivos con otros Seminarios de la región-, Lucita se asegura de que lleven uniformes dignos.
Pero su ayuda va más allá de lo material para lograr el bienestar de los jóvenes que están en formación.
“Ahora, cualquier cosa que se ofrezca, estoy al pendiente”, afirmó la entrevistada.
Madrina incondicional
Lucita compartió la importancia del apadrinamiento de los jóvenes seminaristas, no solo en la oración, sino también en lo económico, pues muchos de ellos pueden llegar a pasar por momentos difíciles
Al conocer el caso de un seminarista que debía muchas cuotas, Lucita se sintió llamada a amadrinar a algunos de los muchachos que más lo necesitaban, pero siempre de una manera discreta para responder a las necesidades de las familias de seminaristas en dificultades financieras, como la falta de empleo.
«Ellos ya saben que pueden tener la confianza de acercarse y solicitarme lo que necesiten», dijo Lucita, quien atestigua la presencia de la Divina Providencia en su vida, pues en momentos clave ha experimentado la mano auxiliadora de Dios, que se hace presente con respaldo tanto para su familia, como para los seminaristas.
Particularmente significativo ha sido el papel de la Divina Providencia en la salud de su esposo, quien ha atravesado momentos difíciles, pero Lucita ha podido enfrentarlo con la intervención de Dios para darle fortaleza y consuelo.