Ana María Ibarra
Después de haber sufrido un infarto, estando en recuperación después de un cateterismo, don Héctor Coronado fue llamado a la Casa del Padre el pasado 4 de agosto. Sus familiares y amigos lo recuerdan como un servidor incansable.
Hace 28 años el señor Héctor Coronado vivió su retiro de evangelización en Instituto México. Después de su encuentro con Dios en ese retiro se convirtió en un servidor fiel.
Colaboró en más de 250 retiros de evangelización, cinco Rosarios Vivientes, en la visita del Papa Francisco, en todos los Congresos Binacionales Pro vida. Ayudaba como maestro de ceremonias, a coordinar los tiempos en los retiros, dar los avisos, dar indicaciones a los pastores, a dar temas.
Él se encargaba de dar la preparación de pastores y después del retiro darles seguimiento a las comunidades de las parroquias recién evangelizadas. También colaboró en la preparación y coordinación de las misiones.
Participó misionando lugares como Chihuahua, Casas Grandes, Ejido Benito Juárez, El Paso, Texas y muchos lugares más. Fue un incansable misionero.
Héctor fue ministro de la Eucaristía en la Parroquia La Sagrada Familia, de misa y comunión diaria. Un gran hombre de Dios, dijo el doctor José Ruiz, su compañero en Laicos en Misión Permanente.
Vio el rostro de Jesús
Sus amigos recuerdan que un día antes de morir, mientras se recuperaba de una cirugía después del infarto, Héctor pronunció estas palabras:
“Apenas lo hago con mucho esfuerzo, pero con gran gratitud con mi Señor, que esta mañana estuvo presente en la Eucaristía. Recibí la Unción de los Enfermos, me confesé y él me regaló en los momentos de reflexión una imagen en donde pude ver su rostro. Estaba al lado mío, percibía su cabello y de pronto alzó su mirada al cielo, pude ver la hermosura de sus ojos y sus pestañas, después volvió su mirada a mí y me sonrió. Fue extraordinariamente bello ese momento, instantes después le recibí en la Eucaristía”.
Así se expresan sus amigos:
Héctor Coronado tenía a Dios en su corazón, en su cuerpo, en su vida. Siempre tenía algo que contar de Dios, algo le había pasado en misa, en un retiro, en la calle le hablaba de la presencia de Dios, recibió el don de descubrir al Señor en todo y en todos. Era un cristiano de tiempo completo y disfrutaba su fe que de verdad daba gusto.
Héctor disfrutaba el servicio (yo siempre pensé que pagaba para que lo dejaran servir), aunque era un hombre muy preparado intelectualmente, tomaba la escoba y ponía mesas y sillas con mucha naturalidad. ¡Qué bonito para su familia haber compartido la vida con un hombre así!
Profesor Gerardo Ortiz/ Instituto México
¡Cuántas enseñanzas nos deja Héctor! Su amor por su esposa Paula️, su puntualidad, tan propio y correcto, su sonrisa y buen humor, un hombre discreto, fiel y bueno. Gracias Señor por hacernos coincidir con él. Recíbelo con tu corte celestial y que toquen las campanas para celebrar tu encuentro con él.
Malicha Ruíz/ Laicos en Misión permanente
Un hombre de Dios en todos los sentidos, esposo, padre, amigo y sobre todo hermano para todos nosotros. Nos duele el corazón, sí, pero también hay que pedir a Dios que nos inunde la alegría de saber que Héctor vio a nuestro Señor. Agradecidos con Dios estamos por permitirnos coincidir y compartir la fe con mi querido Hectorín.
Óscar Soltero
Nuestro querido y estimado hermano Héctor, un hombre ejemplar, desde que los conocimos a él y a nuestra hermanita Paula en su retiro de evangelización en el 93 o 94 en el Instituto México. Héctor siempre ordenado, metódico, respetuoso, amable, estudioso, humilde, alegre, dispuesto, honesto y entregado a servir al Señor, de los primeros en poner el sí y su ejemplo por delante, nunca se quejaba. Hermano te vamos a extrañar.
Alfredo y Soco Arce