Ana María Ibarra
Después de padecer las complicaciones de la diabetes que le aquejó durante algunos años, la hermana Luz Estela Borunda falleció el pasado 3 de noviembre en el Asilo de Ancianos Senecú, donde llevó a cabo su última misión como consagrada.
Para la congregación Misioneras de María Dolorosa, la vida de la hermana Luz Estela es motivo de agradecimiento a Dios.
Su vida
Luz Estela Borunda Chávez nació en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, el día 21 de Abril de 1938. Sus Padres fueron: Daniel Borunda y Josefina Chávez, de feliz memoria. Ingresó a la Congregación de Misioneras de María Dolorosa el día 8 de marzo de 1958, emitió sus primeros votos el 15 de agosto de 1959 y realizo su profesión perpetua el 15 de agosto de 1962.
Vocación de entrega
Dentro de la congregación, la hermana Luz estela vivió distintas etapas, la última de ellas en el Asilo de Ancianos Senecú. Así lo recordó la hermana Socorro Solís, quien la acompañó muchos años en diversos servicios.
La hermana Luz Estela fue secretaria general de la congregación y también fungió como superiora general.
“Estuvo en tres o cuatro momentos dirigiendo la congregación. Para nosotras es un pilar. Aunque no fue de la primera generación, amó mucho su vocación”, señaló.
Como compañera, amiga y como superiora general, la hermana Socorro admiró de la hermana Luz Estela sus muchas virtudes, entre ellas su rectitud, su amor a la congregación y a la Iglesia, así como su respeto y obediencia a los señores obispos.
“A la vez que llevaba la congregación como superiora general, colaboró en el obispado, primero en información, después en la tesorería general. Fue muchos años colaboradora del obispo don Manuel Talamás a quien admiró y quiso tanto (porque) nos inculcó el amor a la Iglesia, la obediencia a los pastores, el respeto y la atención al presbiterio”, recordó
La madre Luz Estela también trabajó de cerca con todo el presbiterio y siempre estuvo pendiente de que sus compañeras estuvieran informadas y formadas en los documentos de la Iglesia, caminando en los criterios del evangelio, la pastoral diocesana y su carisma.
“Agradezco a Dios que me haya permitido compartir con ella sus últimos pasos, su última etapa en la vida terrena. El haber concluido con ella es una bendición de Dios”, dijo la hermana Socorro.
Llena de dones
La entrevistada recordó que en el 2001, la hermana Luz Estela llegó al Asilo de Ancianos Senecú, donde la diabetes fue haciendo estragos en sus diferentes órganos vitales y poco a poco fue mermando su salud.
Sin embargo, antes de llegar a ese momento, fue incondicional en su servicio atendiendo a las personas desde la oficina, siempre amable y acogedora.
“Nunca estuvo en un trabajo directo con los abuelos, pero estaba al pendiente de la economía del asilo, de que no les faltara nada. Fue buena administradora, Dios le dio ese don y ella, incondicionalmente, lo puso al servicio”.
Añadió que por más de cincuenta años le tocó trabajar de manera cercana con la hermana Luz Estela, y aunque le duele mucho su ausencia, guarda su testimonio de fortaleza, de fe y de confianza en la Divina Providencia.
“Ella decía que nuestra responsabilidad es el bien de los abuelos sin poner los ojos tanto en las cosas materiales, confiaba a Dios y a la Divina Providencia que ellos tendrían lo necesario. Nos decía: Nosotras realicemos de la mejor manera la misión que se nos ha encomendado”, recordó.
Y este, dijo, es el legado que les deja: confiar en la Divina Providencia y amar su vocación.
Herencia y testimonio
La hermana Luz Estela falleció el pasado 03 de noviembre, día de San Martín de Porres, después de lo que, según la hermana Socorro, fue una preparación de parte de Dios, tanto para la congregación como para la propia hermana Luz Estela.
“La madre empezó a perder la capacidad de caminar, no tenía fuerzas, sin embargo, así iba con nosotras a misa, agarrada del brazo, hubo un momento que ya no pudo. Tuve la gracia de ayudarla en los momentos en que ya no pudo valerse, ayudarla a bañar, tenerla limpia ahí en la cama, darle de comer en la boca, el momento final llegaba”, lamentó.
La hermana Luz Estela, recibió la unción de los enfermos de manos del padre Armando Delgado (finado unos días después de ello).
“Ella estaba consciente, se puso muy contenta, contestaba y rezaba lo que el padre le pedía, fue una bendición de Dios para ella y nosotras que haya recibido la unción”.
Desde la fe, la vida de la hermana Luz Estela es un testimonio de fidelidad hasta el final, de amor a la vocación que Dios le regaló, finalizó la hermana Socorro.
“Estamos con el corazón apachurrado, pero eso no nos apachurra ni la fe ni la esperanza en el Dios de la vida, seguras de que dará a nuestra hermana Luz Estela, el premio eterno”.
Hna. Socorro Solís, MMD