Este es uno de los grupos de laicos que concluyeron estudios en el Instituto Diocesano de Teología y no pudieron formalizar antes su graduación por la pandemia.
Ana María Ibarra
Llenos de agradecimiento por el logro alcanzado, 27 alumnos de la generación 2013-2020 del Instituto Diocesano de Teología con sede en el Seminario Conciliar, concluyeron sus estudios y recibieron sus diplomas de graduación después de siete años de esfuerzos.
El padre Ramiro Rochín, director del instituto, presidió la Eucaristía en la capilla principal del Seminario acompañado por el padre René Acosta quien se hizo presente como padrino de la generación a pesar de encontrarse en una lucha contra el cáncer.
Corazón y espíritu disponibles
Los egresados estuvieron acompañados por sus familiares, vistiendo de gala para la ocasión, pero, sobre todo, con el corazón dispuesto al servicio y entrega.
“Este es un día esperado y anhelado. Con esta graduación esperamos se reactiven nuestras actividades. Dios les concede este gran logro y pedimos por nuestro instituto”, dijo el padre Rochín al inicio de la celebración.
El sacerdote hizo referencia a la fiesta de San Ignacio de Loyola, teólogo nombrado doctor de la Iglesia, y pidió a Dios les conceda a los recién graduados dar el más bonito de los testimonios.
“¡Cuántas burlas le han de haber hecho! Cada sábado en la mañana venían al Seminario a estudiar cuando estaban cansados de la semana laboral. ¡Cuántas historias debe de haber detrás de ese bonito testimonio!”, expresó.
Cuidado con el demonio
Tomando una de las banderas de los Ejercicios Ignacianos, el padre Ramiro expresó que “el demonio no descansa y ofrece honor y riqueza”.
“Se están graduando del Instituto Diocesano de Teología, el demonio les tirará la piedrita para que se crean mucho. Mucho cuidado. Hay gente que sale de aquí y cree que sabe mucho, pero si han entendido la teología, se darán cuenta de que no saben nada. El conocimiento de la teología es algo inmenso”, dijo.
Así pues, el sacerdote reflexionó que como soldados de Cristo deben estar dispuestos a la humillación y pobreza.
“Humildad es una palabra muy bonita, pero la verdadera humildad está relacionada con la humillación. Dios quiere que den muy bonito testimonio, pero traerá consigo humillaciones. Si reciben eso con una sonrisa y ni pierden la paz, esos sabrán que tienen espíritu de servicio”.
Por lo tanto, los invitó a ser obedientes y cooperadores con sus párrocos, obedientes al obispo diocesano, y al papa.
“Que Dios les conceda la alegría y el pensamiento amable. Qué bueno que terminaron sus siete años de formación, pero más que un término es un comienzo”.
Diplomas y medallas
Después de las palabras de su director, los graduandos recibieron sus diplomas y una cruz que el instituto les entrega, y de parte de su padrino de generación recibieron una medalla de la Virgen Milagrosa.
Al final, la graduada María Ramos dirigió unas palabras en nombre de sus compañeros agradeciendo a sus maestros y consciente de que, después de ese momento, no serán evaluados más por el instituto sino por la comunidad.
“Ya no será el instituto el que va a evaluarnos sino la conciencia y la comunidad. Nuestra generación merecía un gran festejo, pero no lo tuvimos, tenemos algo mejor que es la vida”, expresó al recordar el momento de pandemia que se vive.
Con la bendición del sacerdote y la foto del recuerdo concluyó la ceremonia.
En frase…
“Le damos gracias a Dios por el logro alcanzado, por eso le pedimos les conceda dar testimonio de teólogos, aquellos que han decidido aprender más sobre nuestro Señor”.
Pbro. Ramiro Rochín, director del IDT