- Experta nos explica las causas por las que los hijos menores pueden rechazar la autoridad de los padres y ofrece consejos para enfrentar esa rebeldía, sobre todo en la adolescencia…
“El papel de los padres, es irse haciendo cada vez menos y menos necesarios en la vida de los hijos”
(Educar comprendiendo al niño. Ernesto Meneses Morales SJ)
Victoria Nettel de Robles/ psicóloga
La crianza de los hijos ha sido, desde tiempos inmemoriales, un motivo de gozo, ilusión y expectativas, pero también de incertidumbre, inseguridad y preocupación. Tengo la certeza de todos los que nos hemos lanzado a la aventura más incierta de la vida, iniciamos la experiencia con ilusión, con la idea de hacer lo mejor posible, deseamos que los hijos sean felices en cada etapa de la vida. Si le preguntamos a unos padres qué es lo que desean para sus hijos seguramente la gran mayoría responderían: que sea una persona de bien y feliz.
¿Rebeldes sin causa?
Uno de las situaciones que más conflicto causa durante las diferentes etapas del desarrollo son las actitudes de rebeldía y oposicionismo que empiezan a ser más intensas en la adolescencia. Cuando esto no se maneja adecuadamente puede llegar a ser un problema que desequilibra el ambiente familiar, porque es fuente de discusiones, castigos, reclamos y problemas creando un ambiente de tensión y disgusto que afecta a todos los integrantes de la familia.
Para poder salir airosos de esta etapa es necesario primero entender qué es lo que están viviendo los chicos, tener presente que con la pubertad, etapa en que empiezan a darse los cambios físicos ocasionados por el despertar hormonal, que son seguidos cambios en todos los aspectos, físico, intelectual, emocional y social, el chavo está viviendo un torbellino de experiencias, sensaciones, intuiciones, pensamientos, ideas, inquietudes y, sobre todo preguntas acerca se sí mismo, de la vida, del futuro, etcétera.
Una difícil búsqueda
Entre todas estas experiencias destaca la búsqueda de su identidad personal: ¿Quién soy yo?
Esta búsqueda se manifiesta en su conducta, en su forma de hablar, de relacionarse. Hay confusión sobre lo que se le ha enseñado, lo cuestiona porque ya es capaz de elaborar ideas, pensamientos, juicios y razonamientos. Socialmente se aleja del núcleo familiar y lo más importante es la aceptación de sus compañeros, busca la aceptación del grupo para sentirse parte de éste.
Surge así la necesidad de autoafirmación, de tomar decisiones, de sentir que puede tomar la vida en sus manos y empieza a ejercer su libertad. Sin embargo, en el fondo, no se siente seguro y fuerte, sino necesitado del amor, cuidado, apoyo y protección de sus padres. Es un conflicto entre dependencia e independencia, por un lado, quiere ser autónomo, pero también necesita sentir la seguridad de la familia. Un autor dice que, en el fondo, el adolescente se rebela a su necesidad de dependencia
Qué hacer…consejos de una psicóloga
¿Qué hacer? ¿Cómo actuar? El manejo de esta situación se empieza a construir en la infancia, si el niño vivió un ambiente de aceptación y respeto recíproco entre padres e hijos y entre los padres entre sí, si se establecieron límites firmes y claros, reglas definidas y las consecuencias que ocasiona el romperlas y, además, se cumplieron en forma consistente; si existió una comunicación abierta y con confianza, si los conflictos se resolvieron a través del diálogo, no será complicado mantener este mismo ambiente, si se comprende y respeta la situación que vive el adolescente.
Se requiere hablar y dialogar pero sobre todo escuchar lo que le pasa. También es importante observarlo y acompañarlo, a veces sin intervenir directamente, ser paciente para esperar que él se exprese.
Es importante dedicarles tiempo, tener momentos de intimidad y convivencia familiar, actividades y espacios de tiempo para estar a solas, compartir sus intereses, deportes, música, actividades, relaciones. Hablar de cualquier tema, especialmente aquéllos que menos queremos tocar: drogas, sexualidad, pornografía, etcétera. sacarlos a la plática, más escuchando que sermoneando, para conocer lo que piensa, lo que cree, lo que espera, lo que teme. Esto permitirá que, poco a poco, vaya dando pasos de la dependencia a la autonomía, que es el objetivo final de la educación.
Es necesario confiar que lo que se sembró en la infancia, se consolidará en la adolescencia y dará buenos frutos en la edad adulta.