Con la celebración del Jueves Santo inició el Triduo Pascual en el marco del Año Jubilar de la Esperanza.
Ana María Ibarra
Confiados en que es la fuerza del Espíritu Santo lo que los mantiene firmes en su vocación, sacerdotes de la diócesis celebraron, en torno al obispo don J. Guadalupe Torres Campos, la Misa Crismal, donde renovaron sus promesas sacerdotales y se bendijeron los óleos.
Fue el pasado jueves 17 de abril cuando la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe lució abarrotada de fieles, quienes, junto con sus párrocos, celebraron el sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial. 
Ministros de Cristo
El obispo inició la celebración con palabras de felicitación y gratitud hacia sus sacerdotes, expresión que resaltó en su homilía.
“Venimos para renovar nuestro compromiso y seguir siendo sacerdotes para siempre.
Pedimos a Dios que nos conceda participar de su consagración sacerdotal para dar testimonio, anunciarlo, amarlo y vivir a plenitud nuestro sacerdocio en unidad con el papa y el obispo en este mundo que nos toca vivir con estas realidades”, expresó el obispo.
Don Guadalupe enfatizó que la vocación sacerdotal solo es posible vivirla con la fuerza del Espíritu Santo.
“Tienen cualidades, capacidades, más es la fuerza del Espíritu Santo, recibido en los sacramentos, la que sostiene nuestro sacerdocio. Nuestros fieles vienen con alegría de las distintas parroquias a acompañarnos, porque no solo ven a la persona, sino que saben que son ministros de Cristo, son otro Cristo”, señaló.
Monseñor Torres Campos dijo que la misericordia y la esperanza deben ser características del sacerdocio, como testigos de la misericordia de Dios.
“Para esos caídos, lastimados, heridos, ser la esperanza que no defrauda. La oración, otro aspecto importante en el sacerdocio, para obtener los frutos. Los felicito por su sacerdocio, les agradezco su entrega, su disponibilidad, su sí. Mi cariño de padre y pastor, mi cercanía”.

Promesas y aceites
Configurados con Cristo, los ministros se pusieron de pie para renovar sus promesas sacerdotales y su fidelidad a la gracia misma de su vocación.
Enseguida se realizó la presentación de los óleos de parte de los diáconos permanentes, quienes presentaron ante el obispo el perfume para el Santo Crisma, el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el óleo para el Santo Crisma.
Con la consagración del pan y el vino se bendijo el aceite de los enfermos y después de la Comunión, el obispo hizo la bendición del óleo de los catecúmenos, acompañado de su presbiterio.
En silencio, monseñor Guadalupe vertió las esencias aromáticas y preparó el crisma que, litúrgicamente es el aceite de mayor dignidad al llevar el nombre de Cristo y es el medio por el cual se recibe el Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, Confirmación y el Orden; además es utilizado para la dedicación de iglesias, y lleva al cristiano a un mayor compromiso con Dios y con sus hermanos, llevándolos a vivir la santidad y el evangelio.
El obispo agradeció a los fieles por su sacerdocio bautismal y la comunidad se unió en un aplauso para felicitar a sus sacerdotes, quienes salieron junto con el obispo por el pasillo central.
Sacramento de amor
El mismo jueves, por la tarde, se celebró de Institución de la Eucaristía, sacramento de vida y amor para el cristiano, en el que Cristo mismo se ofrenda.
La celebración donde, dijo el obispo, Jesús se hace comida y bebida fue presidida por el obispo don J. Guadalupe Torres Campos y concelebrada por los sacerdotes Eduardo Hayen Cuarón, párroco, y Arturo Martínez, vicario.
“En su Cuerpo y Sangre Jesús se entrega y da su amor. Hoy damos gracias por el sacerdocio. En sacrificio y ofrenda, Jesús se entregó por ti y por mí”, señaló.
El obispo reflexionó sobre la liturgia de ese día, resaltando que Dios ha enviado a su Hijo como Salvador del mundo y se queda en la Eucaristía, sacramento de unidad.
“Esta celebración nos lleva al testimonio. Esta tarde recordamos el mandamiento del amor como un gesto hermoso de parte de Jesús para con sus discípulos y para nosotros”, dijo en alusión al lavatorio de los pies, como un signo visible de ese amir.
“Que se amen los esposos, que los hijos sean obedientes, servir a los pobres, a los enfermos, al migrante. Esta celebración se prolonga a la vida. Lo que recibimos en la Eucaristía debemos vivirlo y anunciarlo”, animó.
Adoración
Después de la homilía, el obispo se retiró la casulla para llevar a cabo el signo del lavatorio de los pies a miembros de la comunidad, haciendo previamente la bendición del pan que los fieles llevaron.
Concluida la celebración, se llevó a cabo la traslación del Santísimo Sacramento al altar preparado para la velación en la Misión de Guadalupe
“Te pedimos ser peregrinos de esperanza, con la vida, con las obras y con nuestros actos. Danos tu gracia para ser pregoneros y sembradores de tu amor. Te amamos, pero aumenta el amor en nosotros”, oró el obispo ante Jesús Sacramentado.
Los fieles fueron invitados a seguir velando y orando hasta la media noche.



































































