CEM
Prot. Nº116/20
LA CULTURA DEL DESCARTE SE HACE PRESENTE EN LA INICIATIVA DE LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA PARA RECREACIÓN.
NUESTRA LIBERTAD SE REALIZA EN EL BIEN COMÚN.
El jueves 19 de noviembre de 2020 el Senado de la República aprobó un dictamen que legalizaría ampliamente el uso recreativo y la comercialización del cannabis, del cáñamo y de sus derivados en nuestro país. Pasa ahora a la Cámara de Diputados para su análisis. Nos referimos a lo que se denomina “uso lúdico”, no a los derivados para enfermedades. La iniciativa se votó en medio de manifestaciones exclusivamente de grupos que deseaban su legalización, sin un debate público plural y -sobre todo- sin escuchar a especialistas en la materia.
Este hecho genera legítimas preocupaciones. Acerca del uso recreativo de la marihuana y de otros productos psicoactivos derivados del cannabis, los profesionales de la salud y numerosas personas que han sido consumidores, atestiguan que su uso, en cualquier cantidad y presentación, reduce significativamente el dominio sobre las propias acciones, y ponen al consumidor en situación de riesgo grave para sí y para otros.
Para intentar tranquilizar a la sociedad los promotores introdujeron anotaciones en la iniciativa para acotar quiénes y de qué forma tendrían acceso a los procesos de producción, distribución, comercialización y consumo. Pero eso no atiende el problema de raíz. El problema no es poner reglas y condiciones para el uso de la marihuana. Lo que vemos más bien es un cambio sustancial en nuestra capacidad de ser solidarios y pensar en el bien de los demás como un bien para nosotros mismos. Se abandona una política de promoción y protección de la salud por satisfacer los intereses de unos pocos. La salud y el bien común dejan de constituir un bien prioritario, y ceden su lugar a los gustos de individuos aunque pudieran causar un daño a terceros. Importaron más los reclamos de libertad sin responsabilidad de algunos pocos, por encima del bien general de la salud. Importaron más los anhelos individuales de un grupo y se pagó el precio de las consecuencias para todos, pero sobre todo para niños y jóvenes. Importó más la indiferencia de unos que la corresponsabilidad colectiva por el bienestar de la mayoría.
Estos hechos nos hacen cuestionar los criterios que guían a las autoridades frente a temas que involucran un balance entre la libertad del individuo y la responsabilidad que tenemos en la sociedad. Ahora se habla del cannabis. Mañana serán otros temas en los que unos pocos pueden afectar al bienestar de todos.
La iniciativa aprobada no atiende los daños a la salud surgidos por el consumo cada vez mayor de la marihuana, no atiende los efectos en las familias, por los jóvenes que consumen drogas, tampoco contribuye a inhibir y reducir la exposición a sustancias estupefacientes. Vemos una señal de una política de estado que ignora al débil y descarta a quienes deberían ser más tutelados. La legalización de un estupefaciente, sea este u otro, significa voltear la vista e ignorar las necesidades reales de la sociedad, y más aún en el contexto actual de la pandemia de COVID-19, la crisis económica y la crisis de inseguridad.
Los obispos de la Iglesia Católica en México, en la Declaración Conjunta sobre el don de la vida y la dignidad humana, señalamos que: “Observamos a la ‘cultura de la muerte’ que está golpeando fuerte y repetidamente el corazón del pueblo mexicano y que se manifiesta, entre otras formas: (…) En los esfuerzos por legalizar los estupefacientes y otras drogas, a pesar de sus efectos nocivos en las personas y las familias”.(Declaración conjunta, n. 6.c.).
Exhortamos a todos los mexicanos a tomar una postura responsable ante las consecuencias que abre esta posible legalización. De suceder, iniciarán mensajes publicitarios invitando a convertirse en productores y consumidores. Necesitamos ser muy prudentes para no caer en el consumo del cannabis que destruye la salud, ni caer en el negocio que busca obtener ganancias poniendo en riesgo a los ciudadanos.
Exhortamos especialmente a los adolescentes y jóvenes a no dejarse llevar por la permisividad levantada por estas normas que permiten narcotizar a la ciudadanía.
Invitamos a todas las personas a informarse acerca de las consecuencias que el consumo de cannabis causa en la salud y a informarse y reflexionar acerca de los fines profundos que este tipo de propuestas buscan y de las implicaciones que estas decisiones tienen en otros ámbitos de la vida del ser humano y de la sociedad.
Del mismo modo, en la encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco expresa la necesidad de que los servidores públicos renueven su compromiso en favor de la sociedad: “Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente ‘el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado.” (FT, n.188).
Exhortamos a los responsables de la educación y de la salud de nuestros estados, así como a nuestras diversas áreas de apostolado eclesial, que propongan campañas de información acerca de las adicciones y de las consecuencias de los narcóticos y otras sustancias en la salud, para favorecer la conciencia y la acción responsable.
Como ciudadanos, exhortamos a los diputados del Congreso de la Unión a que se realice un análisis integral que modifique la iniciativa de modo que se privilegie la salud y la seguridad públicas, y se atienda al bienestar de los ciudadanos y de las familias que se ven afectados por estas y otras sustancias.
Invitamos a los fieles, y a la sociedad en general, a participar activamente para colaborar con los legisladores para encontrar soluciones reales a los problemas genuinos que subyacen al complejo problema de las drogas, que tiene ramificaciones que superan nuestras fronteras.
En la festividad de Cristo Rey, y dirigiendo nuestra mirada a la Santísima Virgen de Guadalupe, encomendamos esta intención a su maternal intercesión.
A 22 de noviembre, año del Señor del 2020.