A tono con las intenciones de oración del papa Francisco para julio, Periódico Presencia entrevistó al sacerdote jesuita Javier Ávila, conocido como el “padre Pato”, sobre su experiencia en el servicio a los indígenas tarahumaras desde hace 42 años.
Blanca Alicia Martínez
El papa puso en las intenciones del mes de julio a los indígenas para que sean respetados los pueblos indígenas amenazados en su identidad ¿En qué forma ve usted que ocurren estas amenazas al pueblo rarámuri en Chihuahua y si hace falta orar por ellos?
Bueno yo creo que nunca sobra la oración para nadie. La oración nos fortalece, la oración nos hace vivir en comunidad, la oración nos hace pensar en el otro, la oración nos hace reflexionar en nosotros mismos, la oración nos da fortaleza. Yo estoy plenamente convencido que una persona de Iglesia que lucha por rumbos diferentes, que se preocupa por los demás o que se quiere preocupar por los demás, por seguir la voluntad de Dios, si no hacemos oración, no servimos para nada. La oración es indispensable. Estos pueblos (indígenas de la Sierra) han sido agredidos, marginados, violentados en sus derechos, utilizados malamente hasta como objetos de cámaras fotográficas por generaciones, por siglos, entonces necesitamos nosotros ya cambiar los paradigmas de nuestra relación con ellos. Ese cambio de paradigmas no se va a hacer si no nos metemos nosotros en serio, tanto quienes han estado pidiendo tanta presencia aquí, la misma Iglesia, meternos en serio en nuestro interior y pensar de qué manera yo me he puesto a caminar con ellos, de qué manera yo les he compartido, no una doctrina, sino un evangelio, una Buena Nueva, de qué manera he respetado sus autonomías, de qué manera he respetado su manera de relacionarse con un Dios, de qué manera he respetado su cosmovisión. Darles su lugar porque por lo general nosotros nos acercamos al indígena de una manera muy dispareja, de arriba hacia abajo, o sea, del que sabe al que no sabe, del sano al enfermo, del nutrido al desnutrido y siempre los vemos para abajo, siempre los vemos más como objetos de compasión que como sujetos de derecho, y es que es increíble que la sociedad misma chihuahuense se refiere a ellos, pero con un léxico compasivo: “Ahí llegaron a mi casa unos tarahumaritos o una tarahumarita”, así me decía una señora un día, “llegó a mi casa una tarahumarita, venía con sus hijos”… ¡ah caray! ¿una niña con sus hijos?, ¡no, era una señora! Es como si yo te dijera a tí “una mexicanita”. Ese término habla de una compasión, pero una compasión que es injusta, no somos capaces de verlos en el mismo nivel: es un rarámuri, es una persona, es una mujer, es un hombre, es un joven, es una niña, es un niño, y siempre los vemos hacia abajo. Y en esos niveles de tanta desigualdad es en donde se han generado tantos conflictos hacia los pueblos indígenas, y eso desde las políticas, desde las campañas.
Ponerlos al centro
Cuando viene una campaña para las elecciones, de la que sea, desde el presidente de la República hasta el presidente seccional, llegan, yo lo he oído por más de cuarenta años decir “yo traigo la solución al problema indígena” ¡caray! ahí me freno y digo ¿es posible que al indígena lo veamos como un problema?, ¿que al indígena lo veamos llenos de problemas y no los veamos como una solución?
Los pueblos indígenas, te lo digo de veras, tienen muchísimo qué aportar a nuestra sociedad, en un mundo tan herido, tan lastimado, tan sangrante, tienen mucho que aportarnos, pero como nos consideramos superiores nunca vamos a preguntarles qué podemos hacer, nunca vamos a oír lo que ellos piensen, nunca vamos a tomar ejemplo de su manera de actuar, pues, porque “están por abajo”. Entonces el papa Francisco con toda razón dice: oigan, pónganlos más en la vida, pónganlos más en el centro de sus vidas, respeten más sus derechos, considérenlos, no nada más como objetos de caridad o de benevolencia, sino sujetos de derecho.
Hay tarahumaras que emigran a las ciudades ¿Es el mismo trato (o maltrato) a los tarahumaras que han migrado, que el que se presenta con los que viven en su entorno?
No, por supuesto que no. El rarámuri que se va a la ciudad yo creo que es mucho más agredido porque sale de su hábitat. Hay de todo. Mire, en primer lugar, como toda persona humana tiene derecho a migrar a donde se le antoje, es un derecho humano. Yo puedo vivir donde yo quiera, tiene derecho a migrar, tiene derecho a pasearse, porque muchos rarámuris van a la ciudad a pasearse, otros van a trabajar un tiempo, a otros les gusta y ahí se quedan, pues no podemos nosotros encapsular en una campana de cristal a una cultura y decirle ¡no te salgas de la Sierra! pues ¿con qué derecho?… yo seguiría en el rancho donde nací, pero sí hay que considerarlos como sujetos de derecho y no como los que llegan a la ciudad y se les ve como personas que van a pedir limosna, a “afear” las calles. Hay algunos que van, les repito, a trabajar. Se pasan un tiempo trabajando allá y se regresan a su comunidad y se reintegran otra vez. Muchos de ellos hay el peligro de que pierdan su identidad, parte. Porque yo me he encontrado rarámuris en la ciudad y les hablo en rarámuri y no me quieren contestar, porque, dicen ellos, si yo hablo tarahumara, se van a dar cuenta que soy tarahumara y me van a marginar ¡fíjate en lo que piensan! …cuando yo les sigo hablando en rarámuri, ahh, como que descansan ¿de dónde eres? “de la sierra”, sí, pero de qué parte, de qué comunidad?, y ya me dicen, ¿tú de dónde eres y por qué hablas tarahumara? y ya empieza el diálogo tranquilo, pero por lo general ellos no quieren manifestar su identidad para que no los marginen, porque siempre han sido marginados, y vienen a la ciudad. Yo creo que el rarámuri de la ciudad está mucho más agredido que el rarámuri de acá , acá por ejemplo tiene el recurso de su comunidad, y allá difícilmente encuentra comunidad por más asentamientos que se construyan. No es fácil.
¿En este caso, cómo debe ser el trabajo de la Iglesia, ya en la urbe, con los indígenas?
Ese es un reto, porque debe ser un acompañamiento respetuoso, no imposición de dogmas, ni de criterios, ni de ritos, sino bueno, hay que conocerlos para acompañarlos. Cuando la gente me dice ¿qué puedo hacer cuando viene aquí a tarahumara?, me dice, yo coopero esto, pero ¿qué puedo hacer, cómo le hago llegar?… y eso es para el que viene aquí ( a la Sierra) y eso es para el que llega también a tratar de acompañarlos en la ciudad. Le digo: tienes que llegar con los ojos muy abiertos, los oídos muy abiertos, el corazón muy abierto y la boca cerradita. Si vas a hablar, que sea para preguntar. Nosotros ordinariamente llegamos imponiendo: esta cosa se hace así y tú tienes que vivir así de esta manera, tú no puedes comer esto, y le empezamos nosotros a tratar de imponer las cosas que a mí me funcionan, y llegaremos a una lógica falsa que lo que para mí es bueno, tiene que ser bueno para los demás. Claro, hay principios universales, hay valores universales que no los podemos nosotros tirar.
Aquí en Tarahumara recuerdo, cuando yo llegué a Tarahumara todavía vivía el primer obispo de Tarahumara, don Salvador Martínez Aguirre, después él dimitió y nombraron a José Llaguno. Bueno en esos tiempos ya don Salvador decía mucho: vayan y entiendan, vayan y conozcan, vayan y vean, y a partir de eso la Iglesia aquí en Tarahumara se ha ido abriendo mucho al servicio de la gente, con convivencia, buscando ese diálogo intercultural para conocerlos, para quererlos principalmente, quererlos principalmente y no verlos hacia abajo, sino verlos iguales. Y eso tiene que ser igual en la ciudad, con un plus, que aparte llevan todo el agravante de que caen en un mundo diferente. Aquí fácilmente podemos platicar de la limpieza del aire, del trabajo de la tierra, de cómo les fue en la siembra, cómo les fue en la cosecha. Allá son temas que no funcionan mucho ¿verdad?.
Platíquenos cómo viven los tarahumaras su fe, cuáles rasgos destaca usted, por ejemplo en torno a la celebración de la misa, los sacramentos, los valores de la Doctrina.
La cultura de ellos es que son profundamente religiosos. Tienen una relación con un Dios muy en la vida ordinaria, porque para todo están haciendo la alusión al Onorúame-Eyerúame, al Dios que es papá y es mamá. Todas sus reuniones, todas sus fiestas siempre son con una celebración religiosa todos los domingos, y hay gente que camina dos o tres horas para reunirse en su comunidad donde están las autoridades, donde está el gobernador y donde está el templo. Eso ordinariamente, en el centro de la reunión hay unos que caminan menos, pero bueno, el valor comunitario y familiar es muy importante para ellos y encontrarse en el templo es, si no hay sacerdote, bueno se entiende en la celebración eucarística, si no va el sacerdote, de todas maneras entran al templo, tienen una persona que dirije la oración, hacen la oración, salen del templo y los gobernadores les dirijen el nahuesari, que es como la exhortación, el sermón, lo que para nosotros podríamos decir es la homilía, es el sermón donde los está exhortando al buen comportamiento, a cuidar la familia, a cuidar los hijos, etcétera. Pues si el sacerdote va, está la celebración de la Eucaristía y después de la celebración salen fuera del templo y también se tiene el sermón de los gobernadores. Con mucha frecuencia el sermón va en torno alrededor de lo que el padre les dijo en misa. Son muy repetitivos en ideas para que se les vaya quedando. Ellos por ejemplo, uno de los sacramentos que piden muchísimo es el bautizo. En algunas regiones lo hacen en días muy especiales, no al nacer el niño, no a los dos meses o a los tres meses, no. Cuando es la fiesta. Por ejemplo ahora, a fin de mes, se tiene la fiesta en San Ignacio, la comunidad de San Ignacio, cercana a Creel y parte de la parroquia. A mí me toca atender esa comunidad. La gente se espera porque van a celebrar la fiesta y es el día en que hay que bautizar a los niños. Tenemos a veces 100, 120 bautizos, claro, nosotros los dividimos dos domingos antes de que los vamos a bautizar, porque antes los bautizábamos el día de la fiesta, al terminar la Eucaristía, pero los gobernadores nos hicieron notar: “no, ya no queremos que anden bautizando este día, porque el templo se llena con los papás y los padrinos y no se puede terminar bien la fiesta, porque hay que despedirse del templo, hay que despedirse de los santos, hay que bailar matachines y ustedes estorban, dijo el gobernador, entonces hágalo antes. Y la gente ya se acostumbra que uno o dos domingos antes de la fiesta ya estamos ahí los padres para que vayan a bautizar, y en la fiesta ya se celebra toda la fiesta con tranquilidad. Es el principal sacramento. En algunas comunidades donde hay más regularidad en las visitas se suele tener catequesis para el sacramento de la Comunión, para el sacramento de la Confirmación, para ellos es lo más ordinario, como que no conciben ir a la Eucaristía sin comulgar, pues sí.
Sobre los valores
Y tienen el valor de la justicia, el concepto de justicia muy especial. Un día, un compadre mío, un rarámuri me decía “compadre, qué injusta es la justicia de ustedes ¿por qué? le dije yo… porque cuando alguien hace un delito casi, casi lo premian ¿cómo que lo premian?, Pues sí, lo sacan de la comunidad, no trabaja y come tres veces al día en la cárcel y ¿dónde está la reparación del daño?…O sea, ellos te usan mucho la justicia restaurativa, tiene que restaurar el daño, y eso se hace en los juicios que se tienen en la comunidades. Cuando hay un delito o algún daño, algún mal que se hizo, llaman a la persona que te hizo el mal, lo sientan enfrente de las autoridades, del gobernador y empiezan a hacerle un juicio por algún delito que cometió y luego después no se termina eso, hasta que la parte afectada queda en paz, queda contenta con la reparación que se le da del daño y todo mundo se saluda y ahí no pasó nada y él dice: ya no hay que marginar al que hizo un daño, dicen, hay que reintegrarlo a la comunidad. Nosotros qué hacemos: hay que sacarlo de la comunidad. Claro, hay delincuentes en la misma comunidad rarámuri que son recurrentes, que vuelven y vuelven otra vez sobre los mismos delitos, entonces sí les dicen: miren no hacen caso ustedes, no quieren pensar en madurar y luego le hablan a la policía, les dicen llévenselo y júzguenlo ustedes y guárdenlo en la cárcel. Todos esos valores: la autoridad civil, las autoridades legislativas no les hacen caso, dicen naah, son indios, sólo están atrasados. Pero yo no sé quiénes estén más atrasados, si ellos o nosotros. Y no se toma en cuenta esos modelos de veras de justicia. A veces para el delincuente es más fácil, muchos de ellos se escapan de la autoridad y van con el ministerio público a la policía y dicen, oye fíjate que me robé unas vacas y me anda siguiendo mi comunidad, y no quieren que los juzgue la comunidad porque es muy penoso para ellos. Hay una serie de valores de la familia, los hijos, yo no he visto que una mamá le pegue a un niño, les llama la atención, lo regaña, incluso los sientan en medio de toda la comunidad a veces a que lo regañe la autoridad, el gobernador y que la misma comunidad que también tienen voz y voto, y cada quien puede decir cosas y pueden votar, pero el niño, en cuanto empieza a tener un sentido de distancia y se ubica en su territorio y todo, ya es libre, ya anda en el cerro solo, ya cuida las chivas, se las lleva en la mañana, las trae en la tarde. Lamentablemente muchísimos de estos valores en estos tiempos, sobre todo en comunidades más cercanas a pueblos grandes, están ya muy contaminados y han perdido muchos valores, y con la droga ¡uff! ahorita tenemos un problema, que muchos niños pequeños rarámuris se drogan con facilidad, o hay algunos adultos no indígenas que los drogan, entonces los hacen drogadictos y al ratito necesitan la droga y les dicen, ve y tráeme algo y se dedican a robar los niños estos. Es rarísimo en la cultura rarámuri el robo, eso no es normal, no es ordinario.
Además de este problema de drogadicción en los niños que nos comenta, ¿Cuáles son los problemas más graves que se enfrentan en la Sierra, entre las comunidades indígenas?
Bueno pues hay de todo. Un problema que no hay autoridad que le ponga el dedo a la llaga es su pérdida y pérdida de tierras y de territorio con amenazas, ¡quítate, aquí voy a sembrar y sembrar lo que a mí se me antoje”. Les roban sus animales, no hay una sola autoridad civil que ponga remedio en esto, no hay. Yo no sé, de repente el gobierno dice la estadística: ya bajaron los secuestros, ya bajaron los desaparecidos, ya bajaron, pero nunca encuentro yo estadísticas que digan: ya tenemos a tantos delincuentes, tanta gante que robó tierras, tanta gente que robó bosque. Es un conflicto muy serio lo que está pasando ahorita. No sé si está enterada del manifiesto que todo el presbiterio de la Tarahumara hicimos a propósito de la deforestación y los incendios criminales que ha habido en el municipio de Bocoyna y del descuido del bosque. El bosque es vida, el bosque es esencial para el rarámuri y se lo están robando, cosa que las autoridades lo saben perfectamente, lo saben y lo he dicho en público y sin miedo, y se lo he dicho en su cara al gobernador, se lo he dicho en su cara al fiscal y no hacen nada, ¡nada hacen! Esto sigue aquí. Hay algo también que daña muchísimo a la Sierra y en general al Estado y a la vida: la impunidad. Yo no sé de veras hay operativos, pasa el Ejército, pasa la policía ministerial, pasa la policía estatal, operativos de 20, 30 camionetas de la ministerial 20, 30 de la estatal, entran y salen y ¿a quién se llevaron? ¿a quién detuvieron? ¿qué delincuente está procesado? ¿qué delincuente está en la cárcel? ¡nada!, entonces la impunidad nos perjudica a todo mundo, y como la Sierra está tan aislada, en algunas regiones pues mucho más la impunidad se vive ahí. Hay gente que viene y me dice: en tal región ya hay más de 400 cabezas de ganado, burros, mulas que nos han robado, caballos, hemos puesto la denuncia y nadie hace nada. Esa indiferencia hacia la impartición de justicia ante el pueblo indígena es mortal ¡y existe! es real, es uno de los grandes conflictos que de veras vive el raramuri, la indiferencia de la autoridades hacia su dolor, la indiferencia de las autoridades hacia la injusticia que ellos viven, la indiferencia de las autoridades hacia el reclamo, el grito de justicia. Ha habido muchos desplazados, hay familias desplazadas que son amenazadas por el crimen organizado y tienen que dejar su tierra e irse a la ciudad, eso es fatal para ellos, eso es mortal, es muy lamentable para el pueblo indígena.
Aparte de orar, debemos trabajar por ellos…
¡Por supuesto! hacen falta muchas cosas. La oración nos fortalece pero ¿de qué nos sirve orar muy fuerte, muy fuerte, si no nos movemos, si no hablamos? ¡no! Pedimos hablar a los mudos y nosotros pecamos de silencio ¡pecamos de silencio!
Finalmente ¿cómo ha sido para usted trabajar o vivir, como usted dice, entre los tarahumaras este tiempo ¿cuántos años?
Voy para 42 años. llegue aquí en 1975, hace 41 años y meses que llegue aquí, ¿qué ha sido para mí esto? Ha sido una de las grandes, grandes gracias que Dios me ha concedido. Yo creo que he tenido gracias muy grandes por parte de Dios, y una de ellas es mi sacerdocio, otra de las gracias muy grandes que tengo es el destino a Tarahumara que me dieron mis superiores, y otra gracia muy grande considérese la misión que mis superiores me han dado hace tiempo: la lucha por la defensa de los pueblos indígenas y sus derechos humanos. Es una gracia para mí, que no la acabo de medir ¡Qué enorme es! y no le acabo de agradecer No me siento así tan digno de decir ‘yo merezco esto’, por supuesto que no, pero esto lo digo en una síntesis, mi presencia es una gracia que Dios me ha concedido.
Padre ¿Hay algo más que usted quisiera agregar?
Al contrario agradecerles por esta preocupación que tienen hacia estos pueblos y secundar con hechos las intenciones del Santo Padre. Hay que hacer algo aparte de rezar. La oración fortalece, pero ¿de qué me sirve? Como los que hacen pesas en el gimnasio, nada más para que me vean muy fuerte, que me vean que tengo muchos músculos, que no me sirve de nada, nada más que para presumir… que rezo ¡no! no basta rezar, hay que hacer las demás cosas, urge la oración, urge la celebración de la Eucaristía, sobre todo a nosotros los sacerdotes, también yo la necesito, me urge la oración. Necesitamos la oración si no, esto no funciona. Si el Señor Jesús nos puso la muestra y ¿a poco él necesitaba de la oración? ¡pues claro que necesitaba de la relación con su Padre y hablar con su Padre!, y nos lo puso de ejemplo.