Sigue la reflexión del capítulo 6 de Amoris Laetitia, sobre la preparación pre- matrimonial
Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Nuevamente les saludo con gran cariño y afecto. Seguimos reflexionando en torno a la exhortación del papa Amoris Laetitia en el capítulo sexto algunas perspectivas pastorales. Retomamos el punto donde el Santo Padre, en el documento, indica a los novios a preparar incluso la propia celebración. Sabemos que es muy notable que se preparan para todo: salón, música, invitaciones, vestido, traje, etcétera y a veces lamentablemente no se preparan para la celebración en sí misma. Dice el papa refiriéndose a los novios: queridos novios, tengan valentía de ser diferentes, no se dejen devorar por la sociedad de consumo y de la apariencia, lo que importa es el amor que los une, un amor fortalecido, santificado por la gracia. Ustedes, dice el papa, son capaces de optar por un festejo austero y sencillo para colocar el amor por encima de todo, reflexiónenlo queridos jóvenes, cuando preparen su matrimonio, esta invitación que el papa les hace a vivir con mayor hondura y profundidad la celebración litúrgica. Que no lleguen distraídos, que no lleguen con su mente en otro lugar, sino vivan profundamente la celebración litúrgica para tomar conciencia de las palabras que se dirán ahí. Primero, a veces ni la saben; segundo, las dicen nerviosos y se traban, y tercero, no tienen conciencia de lo que están diciendo, de las promesas que se están diciendo ahí los novios, en el rito.
Por ejemplo, tomar conciencia de las palabras que se dicen “hasta que la muerte nos separe”. O sea, este matrimonio es para toda la vida y ¿qué tan conscientes están al decir eso de que lo van a vivir? Por eso el papa invita a meditar desde antes las lecturas bíblicas de la celebración. Invita el papa a orar juntos antes de la celebración.
A veces la noche previa, como dicen, vamos a la despedida del novio, pero de todo tiene menos de despedida, y a veces en circunstancias extremas, llegan totalmente dispersos. ¡Oren juntos antes de la celebración!, un día antes, momentos antes la liturgia nupcial tiene un acento único todo el significado, de los anillos, de las arras, el lazo, las palabras, en fin, todo es algo muy rico y es un evento único, es importante.
En este sentido nos pide el papa a la Iglesia, a los obispos, a los sacerdotes acompañar también en los primeros años de la vida matrimonial a los nuevos esposos. Acompañar es un reto que el papa nos pide a la Iglesia, ¿para qué? para enriquecer y profundizar la decisión consciente y libre de pertenecerse y de amarse hasta el fin. Es decir, me preparé, oré, celebré intensamente el matrimonio y ahora la Iglesia me propone este espacio de uno, dos, tres años o más, para profundizar en ese “sí”, en ese consentimiento mutuo de pertenecerse y amarse hasta el fin.
El papa señala un desafío para la Iglesia pastoralmente hablando: ayudar a descubrir que el matrimonio no puede entenderse como algo acabado. Sucede muy frecuente: “ya me casé, ya con eso concluyo todo, ya cumplí con los requisitos, con las pláticas prematrimoniales, ya está todo acabado”, ¡no, no! Hay que descubrir que comienza un camino, comienza un proyecto, un itinerario, juntos los esposos y la Iglesia tiene que tener esa oferta de un acompañamiento siempre a los matrimonios, a las familias, pero en especial en los primeros años, porque ustedes los esposos nuevos, todos son los protagonistas y dueños de su historia en su propio matrimonio y familia. Son creadores y el creador, en ese sentido, el creativo, es de diario, creativos de un proyecto que hay que llevar juntos los dos. No es “mi proyecto esposo”, “mi proyecto esposa”, es nuestro proyecto de vida como esposos, el sí que se dieron es el inicio de un camino, de un itinerario. Es importante en ese sentido mantener viva la virtud de la esperanza, siempre estar en la espera, pero la espera en el sentido cristiano es algo mejor, algo positivo: espero crecer en la fe, en el amor, en la responsabilidad, en el sí, en la felicidad, en el gozo, en la esperanza que lleva la fuerza de la levadura, lo que hace mirar más allá incluso de los problemas, enfermedades, contradicciones, conflictos que se presentan o se pueden presentar en la vida de los esposos.
Este camino, este itinerario tiene distintas etapas: primero el impacto del inicio de novios es bonito. Nos vemos un rato, salimos… el vivir el matrimonio es eso: vivir juntos, ese es el primer impacto que de momento es hermoso, bello, profundo. Pero hay que mantener ese primer impacto, la necesidad del otro: te necesito esposo, te necesito esposa, que siempre haya ese sentido de “te necesito”. Y luego otra etapa, gusto por la pertenencia mutua: nos pertenecemos mutuamente, somos una comunidad, somos cónyuges, estamos unidos, una pertenencia en ese sentido de Cristo y la Iglesia, el esposo y la esposa, comprensión que es un proyecto de Dios y un proyecto de Dios en ustedes dos, pues eso exige poner la felicidad del otro antes o por encima de las propias necesidades.
Yo insisto mucho cuando presido un matrimonio, digo, eso que ya no debo de pensar en mí como esposo, piensa en tu esposa, has feliz a tu esposa, ve por ella. Igualmente la esposa tiene que corresponder, ya no pienses en ti, piensa en tu esposo, es eso, anteponer el propio bien, la propia felicidad, está el amor del otro.
Habla el papa de un término muy curioso que nos podría sacar de contexto: es necesario en estos aspectos la negociación, negociar en el buen sentido de la palabra. Siempre en el matrimonio hay que negociar. El diálogo, la comunicación, el escucharnos mutuamente como le hacemos en relación al trabajo, hay que platicar, hay que negociar. Ya lo dijo el papa en la visita a Ciudad Juárez: es necesario perder yo, para que muchos ganen. Así en el matrimonio, perder yo para que el otro gane y así el otro también, y así los dos crecen mutuamente y esta negociación, en el buen sentido de la palabra, exige generosidad en la comunicación de vida, de amor entre ambos.
El papa recomienda en ese sentido seguir estudiando los documentos muchos del magisterio Humanae Vitae, Familiaris Consortio, Gaudium et Spes, la doctrina de la Iglesia, los últimos documentos, sobre todo las Sagradas Escrituras. (Continuará).