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- San Francisco de Sales, a quien la Iglesia celebra el 24 de enero, examina las bases para tener una psiquis sana y ofrece algunos consejos que se integran en estos doce puntos, que presentamos a propósito de integrarlos a nuestro proyecto de año nuevo
San Francisco de Sales sienta las bases de lo que es una psiquis sana, cuando muestra el orden que debe existir en la personalidad normal. Afirma que todas las cosas y todo el universo tienen un orden monárquico, de manera que se relacionan entre sí y, en última instancia, con Dios que es el rey soberano. Por lo cual todas las cosas desean a Dios y tienden a Él como a su fin. También en el hombre hay movimientos, sentimientos, inclinaciones, hábitos, pasiones, facultades y potencias que son regidos por una natural monarquía que es la voluntad. Es sin duda la voluntad la que gobierna –de distintas maneras– las potencias del alma.
San Francisco de Sales pone énfasis en que tenemos libertad para elegir el amor que, por así decir, guiará toda nuestra vida y formará nuestra personalidad, de manera que sea sana o patológica. Depende de lo que amamos, nuestra salud o enfermedad mental. Pero también advierte sobre la capacidad para cambiar, si uno se resuelve a ello.
Él nos deja muchos consejos para que sigamos el verdadero amor, el de Dios, que es el centro y el fin último de nuestras vidas y el único que garantiza la salud anímica. Pero esto significa una continua rectificación de la voluntad y una purificación del mismo amor.
Aquí 13 bases para una salud mental, tomadas de los escritos de este santo que se celebra en la Iglesia el 24 de enero.
- Regla de oro
En una carta a Santa Juana Francisca de Chantal, su predilecta hija espiritual (con quien funda la Orden de la Visitación), le deja la regla de oro para el crecimiento del alma:
“Es necesario hacer todo por amor y nada por temor: es necesario amar más la obediencia que temer la desobediencia. Le dejo el espíritu de libertad…” (4). Pero aquella libertad de los hijos de Dios, cuyas únicas cadenas deben ser las de la caridad y de la perfecta amistad cristiana; que es “el vínculo de la perfección” como dice San Pablo (Col 3,14). Todos los otros vínculos son temporales, pero el del amor crece con el tiempo y se hace más fuerte envejeciendo. (5)
- Dominio del alma
San Francisco de Sales afirma categóricamente que –si encontramos afectos y pasiones desordenadas– podemos cambiarlos. Porque si nos quedamos mucho tiempo con ese desorden psíquico, corremos el riesgo de hacernos cada vez más vanidosos, hasta que llegará un momento en que el orgullo se volverá el dueño de nuestra vida y las patologías se habrán instalado. Es necesario adquirir el dominio de nuestra alma, “poco a poco, paso a paso”, como han hecho los santos que trabajaron durante muchos años con este fin. Es necesario tener paciencia con todos, pero en primer lugar con nosotros mismos.(8) Aunque lleve su tiempo, hay que liberarse de las aficiones y apegos a los defectos e imperfecciones. Muchas personas no pueden cambiar porque “se casan” (por así decir) con sus defectos y vicios, y así se va estructurando una personalidad enferma.
- Adquirir devoción
El camino de orden y salud psíquica empieza con la “devoción”, que es cuando ese amor se da en plenitud. Dice el santo Obispo de Ginebra, que cuando el verdadero amor “llega a tal grado de perfección, que no solamente nos hace obrar bien, sino obrar bien con cuidado, con frecuencia y prontitud, entonces es cuando se llama devoción”. (9)
Su segunda regla de oro aparece en la célebre máxima: “No desees nada, no rechaces nada” … nada fuera de la Voluntad de Dios. Por eso da varios consejos para adquirir la devoción que le asegurará el equilibrio psíquico:
- Cumplir mandamientos y leyes
Ante todo, es necesario observar los mandamientos de Dios y los de la Iglesia. Junto a la ley natural (expresada en los diez mandamientos), las leyes generales, hay también otras leyes particulares que corresponden a la vocación de cada uno. No son iguales las obligaciones de un obispo, de un sacerdote, de una religiosa o de un casado. Pero todas las leyes deben cumplirse de una manera pronta y generosa (que es lo propio de la devoción).
- Cumplir la voluntad de Dios
Para adquirir esta prontitud y generosidad, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones:
Dios quiere que cumplamos su Voluntad, ya que estamos en este mundo para eso. Hay que decirle todos los días “Que se haga tu Voluntad” (Mt 6,10) y ofrecernos frecuentemente diciéndole “Yo soy todo tuyo” (Sal 119, 94).
Hay que tener en cuenta que los mandamientos de Dios son dulces, agradables y suaves. Esto es muy importante en la actualidad, porque hoy en día se pone antes la dificultad que el bien que conllevan los mandamientos. En la actualidad se pone el acento en lo perverso y descarriado, como si no se pudiera salir de ese mal, y entonces fuera necesario aceptarlo personal y socialmente. San Francisco de Sales afirma que debemos y podemos “elegir” siempre el amor ordenado, que es el que verdaderamente nos hace felices. Y todos somos libres para elegir lo que amamos y definir nuestras vidas.
- Conformar la propia vocación
Hay que tener en cuenta que no hay vocación que no tenga sufrimientos, amarguras o desengaños y muchas personas querrían cambiar su propia situación por la de los demás (por ejemplo: los casados que quieren ser solteros –o vivir como solteros–o viceversa, etc) y esto trae grandes inquietudes y repugnancia a cumplir con los propios deberes y nos hace pensar que los demás están mejor que nosotros. Esto es una fantasía absurda; no existe la posibilidad de cambio. Quien no se ha conformado a su vocación, a su vida concreta, se agitará de aquí para allá pero nunca encontrará reposo, siempre estará infeliz. Una persona que no sufre la fiebre de la propia voluntad, se contenta con todo. “Si puede cumplir la Voluntad de Dios, todas las cosas tienen para él el mismo valor.”(13)
También es cierto que justamente en los sufrimientos, es cuando uno puede darse cuenta de los propios desórdenes, las malas inclinaciones o egocentrismos.
- Vivir la alegría
Para ser devoto –o sea para perfeccionar el amor– no basta cumplir con la Voluntad de Dios, sino que es necesario cumplirla alegremente.
Dice el Obispo de Ginebra:
“Si yo no fuera obispo, es una cosa, pero dado que lo soy, no sólo debo hacer lo que esta penosa vocación me impone, sino que debo hacerlo alegremente, poniendo en mis deberes todas mis delicias y alegrándome. (…) No es necesario llevar la cruz de los demás, sino la propia; y para que cada uno lleve la propia cruz, Nuestro Señor quiere que cada uno renuncie a sí mismo, o sea a la propia voluntad. Yo querría esto o aquello; me encontraría mejor aquí o allá; son todas tentaciones. Nuestro Señor sabe bien lo que hace; hagamos lo que Él quiere y quedémonos donde nos ha puesto.”
- Meditar la Vida y muerte de Jesús
Para poder prepararse o “mentalizarse” para cumplir con estos consejos, San Francisco de Sales nos dice que debemos meditar sobre la vida y la muerte de Nuestro Señor; que es bueno pensar en las dificultades que han superado los santos y especialmente los mártires; podemos pensar en las distintas situaciones de los santos que han vivido una vocación como la nuestra; que todo lo que hacemos tiene valor en cuanto es en conformidad con la Voluntad de Dios; y que durante el día debemos pedirle que nos ayude a amar nuestra vocación y a cumplirla bien.
Dice el santo: “Es necesario amar lo que Dios ama. Él ama nuestra vocación. Por lo tanto, amémosla también nosotros y no perdamos el tiempo pensando en la de los demás. Cumplamos nuestro deber: para ninguno de nosotros la propia cruz es muy pesada”.
- Transformar deseos en obras
Hay que examinar y discernir bien nuestros deseos; si son buenos o malos. Es bueno desear, y desear mucho, pero es necesario poner un orden, y transformar los deseos en obras a medida que se nos presenta el momento justo y la posibilidad concreta. A veces se tienen deseos inútiles que nos inquietan, en vez de desear tener más paciencia, mortificación, obediencia y resignación en nuestros sufrimientos.
- Luchar vs amor propio
Contrariamente a estos consejos de San Francisco de Sales para vivir en paz, el neurótico siempre se queja de no poder hacer su voluntad, su capricho. El amor propio es la fuente de todas las inquietudes. Cuando el corazón está perturbado e intranquilo pierde la fuerza para conservar la virtud y luchar en la vida.
San Francisco de Sales en su famosa obra Introducción a la Vida Devota trata sobre la inquietud y las tristezas que aquejan al alma, que siempre se fundamentan en el no querer aceptar las cosas que nos suceden. Y cuanto más nos rebelamos a nuestra realidad, peor nos sentimos y nos hacemos más daño. Dice así:
“La tristeza no es otra cosa que el dolor del espíritu a causa del mal que se encuentra en nosotros contra nuestra voluntad; ya sea exterior, como pobreza, enfermedad, desprecio, ya interior, como ignorancia, sequedad, repugnancia, tentación.
Pero este santo doctor también da la solución para estos males. Recomienda –como ya vimos anteriormente– examinar frecuentemente nuestros afectos y pasiones buscando siempre que se adecuen a la Voluntad de Dios y no a la propia; de esta forma veremos si tenemos el dominio de nuestras vidas, si somos personas maduras. Tenemos que ver si nuestra voluntad está firmemente resuelta a pertenecer a Dios, si Él es nuestro amor y si todos los demás afectos se refieren a ese primer amor.
Hay que pensar que la Providencia de Dios es más sabia que nosotros y que –si esta es la situación en la que nos ha puesto– no estaremos mejor en ninguna otra. Aun cuando deseemos algo que es bueno, nuestro deseo es malo si no es lo que Dios nos pide.(21)
- Ser libres
San Francisco de Sales pone énfasis en que seamos libres, que tengamos un corazón libre de todas las cosas (exteriores e interiores) para seguir la Voluntad de Dios con alegría y dulzura, en todas las circunstancias de nuestra vida.
También nos alerta sobre los dos extremos (o vicios) en los que se pierde la libertad y que nos sumergen en patologías psíquicas:
1) Por exceso: es la inestabilidad, disipación, dispersión u activismo, que nos hace cambiar fácilmente de condición de vida, de prácticas de piedad, de trabajo, etc, sin una verdadera razón y sin haber discernido en profundidad la Voluntad de Dios
2) Esclavitud o constricción; y esto se da en una falta de libertad por la cual el alma se siente oprimida por el disgusto, la pesadumbre, la cólera, etc. cuando no logra hacer aquello que se había propuesto, si bien podría hacer cosas mejores. Muchos se paralizan porque están afligidos y atados a un pasado que no termina de pasar.
- Santo abandono
San Francisco de Sales quiere que vivamos en paz, y para esto es necesario anular la propia voluntad, para querer sólo la de Dios tomada como propia. Por eso no hay nada más sano que el santo abandono, hay que abandonarse todo a Él. Afirma: “Todo lo que no es Dios, no es nada para mí”, es necesario un despojo total.
Pero para tener paz, primero Él quiere la guerra, porque purifica nuestros afectos y pasiones. Para que Dios sea el dueño absoluto de nuestra vida, hace la guerra separando nuestro corazón de todo amor desordenado. Y esta separación es muy dolorosa y el alma sigue agitándose mientras no renuncie a su propia voluntad y no acepte someterla a la de Dios. Nos dice: “La verdadera paz no está en el no combatir, sino en el vencer. Quédate en paz en medio de la guerra.” ( 24)
Cuando uno se entrega todo en las manos de Dios, se abandona plenamente a su Voluntad y se conforma a ella, cuando busca Su amor sobre todas las cosas, como fin último, entonces encuentra la verdadera paz, porque ya ha vencido. Y principalmente ha vencido sus afectos y pasiones desordenadas que son la causa de la enfermedad psíquica.
Sobre la neurosis
El santo doctor da en tecla respecto de lo que hoy en día se llama neurosis –la que ciertamente se fundamenta en una actitud rebelde– y que en ese momento aparecía como agitación, manía, inquietud o nerviosismo. Pero el remedio que aconseja San Francisco de Sales con insistencia, es el mismo que se recomendaría hoy en día en este tipo de desequilibrio: la devoción amable, dulce y humilde, que rinde nuestra voluntad desordenada a la Voluntad amorosa de Dios.
Nota:
Tomado del artículo de Zelmira Seligmann/ XI Jornadas de Psicología Cristiana