Nacido en Las Varas, Chihuahua, Catarino Núñez Puentes es un pequeño agricultor del poblado de San Isidro que trabaja tierras en San Agustín, y pese a las dificultades que enfrenta en el trabajo, poner su confianza en Dios lo ayuda a llevar una vida tranquila.
Catarino, quien llegó a San Isidro al mes de nacido, compartió que su padre le heredó siete hectáreas de tierra, las que trabaja desde hace 20 años con cultivos de trigo y alfalfa, y algunos surcos de maíz.
Catarino coincidió con don Vicente Otero, agricultor de Praxedis, en que todos los agricultores tienen dificultades diferentes que logran superar.
“No me financio con nadie. No tengo maquinaria, es mucho gasto, pero trabajo con una persona que tiene maquinaria y él mismo me ayuda a vender el trigo con las molineras y le pago hasta la cosecha. No batallo con el agua porque estoy cerca del canal y la alfalfa se vende aquí” explicó don Catarino, quien nunca ha sembrado algodón, “por lo caro que es”.
Como todos los agricultores, recibe el apoyo de Procampo, que le ayuda para el pago de riegos.
“No me ha ido mal, gracias a Dios, hemos salido adelante, todos los problemitas los arreglamos. Hay quienes rentan sus tierras porque no pueden trabajar o porque no pueden costear. Otros aquí seguimos, el día que no podamos ir a la labor a trabajar, quizá la tengamos que rentar”, compartió.
Cosecha segura
Catarino afirmó que los problemas fuertes son para quienes siembran algodón, ya que es más gasto producirlo y es difícil de vender.
“El gasto del trigo es en la siembra, ya después es pura agua hasta la cosecha, pero el algodón son cultivos tras cultivos. Mi padre sembraba algodón pero antes sí convenía la cosecha, ahora la mayoría sembramos trigo, sorgo y alfalfa”, dijo.
Explicó que el trigo es un producto seguro, pues se vende a las molineras. Pero con el sorgo los agricultores se recuperan, ya que su producción requiere poco trabajo y se vende a buen precio a las lecherías, como alimento para el ganado.
Explicó que en El Valle no se permite sembrar hortalizas.
“Sanidad Vegetal no permite sembrar plantas con frutos que nacen cerca del piso, porque está el agua contaminada por las maquilas. Yo quería sembrar media hectárea pero no me lo permitieron porque aquí no llega el agua de las tratadoras, esas están en Juárez, aquí el agua del canal está sucia, huele mal”, lamentó.
Sacerdotes acompañan realidad
La problemática que compartieron Vicente y Catarino es una realidad generalizada en el Valle de Juárez y los sacerdotes de las parroquias en aquella zona la conocen bien.
“Anteriormente había mucha agricultura y mucha ganadería porque el río tenía agua, bastantes pozos que absorbían el agua del río… se agotó el río y se agotaron los pozos, hay buena tierra, pero no hay agua”, dijo el padre Sergio Hernandez, párroco de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús en El Porvenir.
Otro problema que el sacerdote puede apreciar es el escaso apoyo de parte del gobierno y de la Secretaria de Agricultura.
“No hay suficientes créditos. El problema actual es el algodón, ha habido buena cosecha, pero aún hay pacas de algodón almacenado en los despepitadores porque no ha habido compradores o lo compran a precio muy bajo”, compartió el sacerdote tras lamentar la afectación a las familias de su territorio parroquial, que de ello subsisten.
“Muchos han tenido que dejar sus tierras, las tienen sin trabajar, han tenido que emigrar, irse a la ciudad e incluso a Estados Unidos. La mayoría de las familias dependen de la agricultura, los que no trabajan en la agricultura, trabajan en las maquilas en Juárez”, dijo.
Para el padre Sergio, la región del Valle de Juárez, en especial El Porvenir, está abandonada y descuidada tanto por las autoridades civiles, religiosas y la sociedad en general.
“La gente no conoce, tienen temor por lo que se dice, pero no hay peligro. Anteriormente visitaba mucha gente la región, actualmente no. No nos tengan tan abandonados tanto las autoridades civiles, incluso religiosas, nos sentimos un poco relegados en el Valle de Juárez, estamos a sus órdenes”, dijo el sacerdote.
Arraigo en San Isidro
Aunque con pocos meses de párroco en San Isidro, el padre Istibal Valenzuela ha ido descubriendo la realidad a la que llama “agricomercio”.
“Cada vez son menos los agricultores, el agricomercio está creciendo, se interesa cultivar la tierra para que te de un producto que vendas o rentar los terrenos, cuando antes se acostumbraba sembrar la tierra para vivir, era una cultura agropecuaria. Veo también que la Secretaria de Agricultura está propiciando que las personas cultiven en sus hogares”, compartió.
“Al parecer hay iniciativas de apoyar otra vez los pequeños agricultores, si eso se hace desde una conciencia ecológica, de volver a amar la tierra, podría resultar muy bien. Lo que admiro es que se sigue teniendo esperanza en el campo, personas que no se han ido a pesar de que les han quitado sus bienes y han perdido a sus familias, tienen un arraigo en la tierra” dijo el padre Istibal.
En Praxedis
Con más de cuatro años como párroco en Praxedis G. Guerrero, el padre Martín Magallanes conoce el esfuerzo de la gente para trabajar sus tierras y sabe que para muchos es mejor rentarlas que trabajarlas.
“Para trabajar la tierra se requiere invertir, ganan más al rentarlas que al trabajarlas porque los señores que rentan y son de aquí están conscientes de que la gente vive de esa renta y la pagan bien”, explicó el padre Martín.
El sacerdote ha visto también la solidaridad de la gente como don Vicente Otero, quien junto con otros señores realiza un proyecto llamado “Parcela escolar” que trabaja una parcela en Placitas.
“La tierra era de una escuela que hacía proyectos escolares y se ayudaban con la cosecha para las necesidades de la escuela, pero la escuela cerró y ellos cuidan la parcela. Cada año que da fruto ayudan a otras escuelas o causas de la comunidad, a la parroquia, a la gente que necesite, estos señores muy honestamente la trabajan”.