Con cerca de 800 años y presente en 50 países de África, América, Asia y Europa, la orden cuenta con unos 2800 miembros divididos en tres ramas. ¿Qué distingue a la Orden de San Agustín, «alma mater» de León XIV, de otros religiosos Hermanos Agustinos?

Religión en Libertad
De entre las muchas sorpresas y novedades surgidas del nombramiento del cardenal Prevost como el Papa León XIV, una de las más llamativas es que, como su predecesor jesuita, Francisco, también él ha formado parte histórica de una orden, la agustina o de San Agustín, de la que ha sido superior general entre 2001 y 2007 y de 2007 a 2013.
Con cerca de 800 años y presente en 50 países de África, América, Asia y Europa, la orden cuenta con unos 2800 miembros divididos en tres ramas, los hermanos, profesos y novicios, miembros de las diversas circunscripciones de la Orden; las monjas agustinas de vida contemplativa, pertenecientes a monasterios de la Orden y los fieles laicos adscritos a Fraternidades seculares agustinianas, legítimamente erigidas por un decreto del Prior General.
Si Francisco destacó por ser el primer pontífice jesuita e hispanoamericano de la historia, León XIV lo hace de nuevo por ser el primer estadounidense y agustino.
Puntos centrales de la espiritualidad
En cuanto a su espiritualidad, la Orden tiene como referencia el ejemplo y magisterio de san Agustín, su código fundamental es la Regla y tiene cinco puntos centrales:

1ºAspecto evangélico y eclesial
Tal y como se recoge en la web de los agustinos, “la norma fundamental de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo”.
“Amar a Cristo es amar a la Iglesia, que es su cuerpo, madre de los cristianos, a la que se ha encomendado la verdad revelada. La vida cristiana se renovará en nosotros cada día y florecerá en la Orden, si cada uno “lee ávidamente, escucha con devoción y aprende con ardor” la Sagrada Escritura, sobre todo el Nuevo Testamento. La Eucaristía es el sacrificio cotidiano de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en que se ofrece a sí misma a Dios. Por consiguiente, todos los que hemos abrazado la consagración a Cristo, amado sobre todas las cosas, tengamos hacia tan inefable misterio el mismo amor en el que ardió san Agustín, pues es signo y causa de la unidad de la Iglesia en la armonía de la caridad e impulsa a la actividad apostólica y a la implicación en el mundo y en la historia”.
2º Búsqueda de Dios e interioridad
“Consciente o inconscientemente, tendemos de modo continuo e insaciable a Dios para gozar del bien infinito con que se sacie nuestro deseo de felicidad, porque nos hizo para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él. Así, nuestra principal dedicación común es buscar a Dios sin límites, ya que sin límites debe ser amado. La oración personal y comunitaria, el estudio y cultivo de la ciencia, la investigación sobre la realidad actual y la misma actividad apostólica son dimensiones necesarias en esta búsqueda, que nos acerca a las preocupaciones de nuestra sociedad. En efecto, nada humano nos es ajeno, sino que nos implica más en el mundo, ámbito del amor de Dios (cf. Jn 3,16) y del encuentro con Él.
3º Comunión de vida
Aunque esta “santa comunión de vida” entre los Hermanos sea considerada un don de Dios, se explica que cada hermano debe “tender con todas sus fuerzas a perfeccionarla, hasta llegar a la unidad en el amor, que permanecerá en la ciudad celestial, compuesta de muchas almas: esta ciudad “será la perfección de nuestra unidad después de esta peregrinación”.
4º Servicio a la Iglesia y evangelización
Otro de los aspectos centrales de los agustinos es la “total disponibilidad” hacia la Iglesia “para socorrerla en sus necesidades, aceptando con prontitud las tareas que pide. Recuerden los Hermanos que esta disponibilidad al servicio de la Iglesia constituye una de las características esenciales”, se lee en sus principios. “Además, estando abiertos al mundo, nos sentiremos solidarios con toda la familia humana e implicados en sus avatares, atentos sobre todo a las necesidades de los pobres y de los que padecen gravísimos males, sabiendo que cuanto más estrechamente estemos unidos a Cristo, tanto más fecundo será nuestro apostolado”.
Historia
Tal y como detalla el agustino Brian Lowery en Los Agustinos (1244-1994): Nuestra Historia en Fotografías, el origen formal de la orden tuvo lugar el 16 de diciembre de 1243, cuando el Papa Inocencio IV promulgó la bula Incumbit nobis en la que invitaba a numerosas comunidades eremíticas de Toscana a unirse en una sola orden religiosa con la Regla y forma de vida de S. Agustín.
En marzo del año siguiente los ermitaños celebraron capítulo en Roma bajo la dirección del cardenal Ricardo degli Annibaldi y se llevó a cabo la unión. Para algunos historiadores de la Orden, en general los contemporáneos, aquí dio comienzo la historia de la Orden de San Agustín. Otros, siguiendo la historiografía clásica, hacen remontar su fundación a San Agustín, y ven en este momento y en el de la Gran Unión de 1256 la institución jurídica de la Orden.
La orden no tardó en difundirse y poco después de que Agustín fuese consagrado obispo de Hipona, la primitiva regla se extendió a otras partes de África.
Para el siglo V había aproximadamente 35 monasterios en África inspirados en la vida agustiniana. Entre los años 430 y 570 fue introducido este estilo de vida en Europa por los monjes que huían de la persecución de los Vándalos, los que además fueron derrotados por el Papa San León Magno, el primero de los pontífices leoninos, a las puertas de Roma en el año 455.
«Una respuesta revolucionaria»
La regla sería nuevamente puesta en práctica en el siglo XI en Europa como base para la reforma de monasterios y capítulos catedralicios, durante un nuevo periodo de expansión de la orden y que culminó en la llamada Gran unión de 1256, por la que Alejandro IV confirmó la unión de varios ermitaños dentro de “una profesión y regular observancia de la Orden de Ermitaños de San Agustín”.
Se fortaleció entonces el movimiento mendicante en pleno siglo XIII, como una respuesta revolucionaria a una situación en la que la unidad de la Iglesia estaba amenazada por la herejía. Así la identidad espiritual de la Orden adquirió y consolidó dos fundamentos, la persona de San Agustín y el dicho movimiento mendicante.
Con la Gran Unión la vida fraterna agustiniana cambió de un emplazamiento rural a otro urbano. Los frailes construyeron grandes iglesias en las ciudades donde predicaban a las muchedumbres ansiosas de escuchar la palabra de Dios, administraban los sacramentos de la Penitencia y celebraban la Eucaristía.
Conciencia agustiniana
Pronto se desarrolló una conciencia agustiniana. Las iglesias llevaban su nombre ‘y le fue otorgado un lugar de privilegio en la liturgia y teología de la Orden. Aunque otras órdenes siguieron su regla, estos frailes fueron pronto llamados » Agustinos». El 20 de enero de 1327, el papa Juan XXII concedió a la Orden una casa en Pavía, al lado del sepulcro de San Agustín, estableciendo así un vínculo especial con su cabeza espiritual.
Con el fin de prepararse para su ministerio, los Agustinos profundizaron en los estudios e iniciaron un apostolado intelectual. En 1259 Lanfranco adquirió una casa en París para religiosos jóvenes que frecuentaban la universidad, destacando entre los primeros a Egidio Romano, bajo la tutela de Santo Tomás de Aquino.
También se fundaron casas generales de estudio en Bolonia, Padua, Roma, Florencia, Oxford y Cambridge. Con el tiempo comenzó a surgir una escuela agustiniana de teología. La escuela recalcaba la primacía de Cristo, la caridad y la gracia.
Expansión y consolidación
En el primer centenario había 500 comunidades en las más importantes ciudades de Europa. En 1329 la Orden llegó a tener veinticuatro provincias: cuatro en Alemania (Baviera, Sajonia-Turingia, Renano-Suavia y Colonia que incluía también a los Paises Bajos); cuatro en Francia («Francia», Provenza, Tolosa y Aquitania), once en Italia, dos en España y una en cada una de las siguientes naciones: Hungría, Inglaterra y la de la región de Tierra Santa. En 1346 la Orden contaba con más de 6.000 miembros.
Constituciones
Para entonces ya habían sido aprobadas las Constituciones de Ratisbona, que en la práctica delimitaban la actuación y hábitos de la Orden, entre ellos:
– Póngase el cuidado de los enfermos en manos de uno o más frailes y sea llevado a cabo con verdadero cariño. Los sacramentos serán administrados mientras el enfermo está con conocimiento, y los frailes los acompañarán hasta su muerte.
– Los novicios no sean admitidos inmediatamente, sino después de un periodo de prueba. Serán bien informados acerca de la austeridad que les espera. Les será infundido el deseo de conocer las Escrituras, una característica original dentro de las constituciones medievales.
– El prior general vigilará para que las casas de estudio, que son la base de la Orden, sean debidamente atendidas.
– Cada comunidad cuidará celosamente de los libros que son de uso de los frailes
– Las normas para los capítulos y elección de superiores muestran el espíritu democrático de los mendicantes. La más alta autoridad está conferida en los capítulos, local, provincial y general.
– Todos los hermanos, tanto laicos como clérigos, hacen la misma profesión, llevan el mismo hábito y gozan de los mismos derechos.
– Todos los hermanos de la Orden prometen obediencia al prior general como al padre y pastor.
Misiones en América
(1486-1555) comenzaba uno de los mayores crecimientos de la Orden, que Lowery define como una “expansión global al servicio de la fe”, estableciéndose sus primeras misiones en América y posteriormente en Asia, África y Filipinas.
Primero llegaron a México, donde a partir de 1533 evangelizaron y civilizaron a Otomis, Tarascos y otras comunidades, aprendiendo también lenguas locales, escribiendo catecismos, construyendo hospitales y acueductos, y fundando escuelas. Su expansión por el sur fue sistemática, como lo muestran los ejemplos de Perú -donde como cardenal León XIV ha pasado media vida-, Ecuador (1573), Colombia y Venezuela (1575), y Chile (1595).
A Filipinas llegaron en 1565 como única orden religiosa durante quince años, desarrollando gramáticas en catorce dialectos y creando sistemas de irrigación, mientras que en Japón, tras su llegada en 1602, su implantación e historia se verían pronto marcadas por el martirio.
Otro de los focos de expansión de la orden serían los Estados Unidos natales de León XIV, una vez declarada la independencia. Desde 1796, Filadelfia sería uno de los focos de la actividad misionera agustiniana, expandiéndose a los estados vecinos del este conforme crecían en número.


































































