El domingo 01 de junio, la Casa del Migrante en Ciudad Juárez celebra 35 años desde que abrió sus puertas por primera vez en Ciudad Juárez para brindar refugio, alimento, orientación y esperanza a miles de personas en situación de movilidad.
Diana Adriano
En el marco de este aniversario, el padre Francisco Bueno, director de la institución, reflexionó sobre el significado de ser parte de esta historia de servicio y solidaridad.
“La verdad es que, en el día a día, el trabajo puede ser tan absorbente que a veces uno no alcanza a dimensionar que está caminando junto con una historia viva que viene de mucho tiempo atrás, de 35 años de entrega, esfuerzo y fe”, expresó el sacerdote.
Un poco de historia
Fundada en 1989, la Casa del Migrante ha sido un punto de apoyo vital para migrantes nacionales e internacionales que llegan a Ciudad Juárez en tránsito hacia los Estados Unidos o buscando una mejor vida en el Norte.
Durante estas más de tres décadas, decenas de miles de personas han pasado por sus instalaciones, recibiendo un trato digno.
“A finales de los ochentas, don Manuel Talamás, nuestro primer obispo, durante una visita a Roma se encontró con los misioneros de San Carlos, los padres scalabrinianos, quienes a nivel mundial se dedican al acompañamiento de personas migrantes”, relató el padre Francisco Bueno.
Este encuentro no fue casual. El obispo Talamás, consciente de la realidad fronteriza de Ciudad Juárez —marcada desde entonces por las deportaciones—, reconoció la urgencia de brindar un espacio seguro y digno para las personas en tránsito o retornadas desde Estados Unidos. Fue así como comenzaron los planes que darían vida a la Casa del Migrante.
La obra finalmente se concretó en 1990, con los padres scalabrinianos al frente de la misión. Así lo recordó el padre Javier Calvillo, primer director diocesano de esta obra:
“Entre 1983-1985, el padre Flor María vino a fundar La Casa del Migrante. Estuvo dos años, y cuando se fue ya estaba la casa terminada, sólo faltaban algunos detalles”.
De acuerdo a los archivos de la diócesis, los padres scalabrinianos se fueron en el 2005 por la baja en el número de migrantes y dado que ellos están acostumbrados a retos más fuertes. Habían servido otros sacerdotes religiosos, entre ellos el padre Francisco Pellizari, MSC, dando un fuerte impulso al trabajo por los migrantes.
Pero una vez que la Orden religiosa decidió dejar la diócesis, el obispo don Renato Ascencio entregó la obra a otros sacerdotes religiosos, la Orden de Predicadores, también conocidos como padres dominicos.
“Ellos siguieron con la misión hasta el 2011, año en que el obispo don Renato decidió que la obra se quedara completamente a cargo de la diócesis y fue cuando pidió al padre Javier Calvillo que asumiera la dirección”, explicó el padre Francisco, actual director.
El padre Calvillo, quien ya trabajaba con temas de movilidad humana en la ciudad, aunque no dentro de Casa del Migrante, estuvo al frente de la institución por más de una década, hasta mayo de 2023, cuando el padre Francisco Bueno fue nombrado director.
Signos de los tiempos
Durante estos 35 años, la Casa del Migrante ha sido testigo de profundas transformaciones en la ciudad, en el ambiente de las relaciones bilaterales Mexico EU y de las realidades de la movilidad humana en el mundo lo cual ha influido directamente en la labor que realiza.
“Ha habido muchos matices que han marcado la historia de la casa: desde el aumento de deportaciones, la llegada de caravanas migrantes, hasta la pandemia. Cada uno de estos momentos ha exigido adaptaciones, respuestas rápidas y, sobre todo, una fe firme en la misión”, reflexionó el padre Francisco, a quien le ha tocado preparar el festejo por el 35 aniversario de la obra.
“Ha sido una bendición. Nos ha permitido mirar hacia atrás y reconocer el trabajo de tantas personas que han contribuido para que esta casa siga siendo un lugar de esperanza. Muchos de ellos ya no están aquí; unos han regresado a sus lugares de origen, otros han logrado cruzar y ahora viven en Estados Unidos, construyendo un futuro para ellos y sus familias”, dijo.
Enfatizó en que la misión de la Casa del Migrante va más allá de brindar refugio temporal. “Nuestra labor es ofrecer un espacio donde cada persona que llegue y toque el timbre se lleve algo más que una cama o un plato de comida: que se lleve paz en su corazón y la conciencia de su dignidad. Eso, creemos, puede marcar la diferencia en su camino”.
Más que una casa
Sin duda, la Casa del Migrante ha atestiguado, a lo largo de 35 años de vida un sinnúmero de historias sobrecogedoras de personas que han transitado por esta frontera en busca de mejorar su situación personal y familiar.
El padre Francisco compartió una de estas historias que le han dejado marcado el corazón:
“La madre llegó a Casa del Migrante acompañada únicamente por una de sus hijas. Narró que habían sido víctimas de secuestro en territorio mexicano, posiblemente al ingresar al estado de Durango, aunque no tenían certeza del lugar exacto. Tras lograr escapar, cada integrante de la familia corrió en una dirección distinta.
“Ella llega a casa con su hija, pero con el dolor de no saber dónde estaba su otro hijo, de apenas 15 años”, relató el sacerdote.
La angustia de la madre era profunda: no sabía si su hijo estaba vivo o si volvería a verlo. A partir de ese momento, comenzó un proceso de búsqueda e intervención institucional.
El padre Francisco relató que gracias al trabajo coordinado del equipo de Casa del Migrante y autoridades de distintas entidades del país, se logró localizar al adolescente en un DIF de otro estado. Pero aún faltaba mucho por hacer: “Había que comprobar legalmente que era su hijo, seguir los procedimientos correspondientes, y lidiar con una estructura institucional que muchas veces es lenta, rígida”.
El proceso se volvió emocionalmente extenuante para la madre.
“Fueron tres o cuatro meses de llanto, desesperación, noches sin dormir… ella quería salir corriendo de casa del migrante e ir por su hijo, pero no había garantías de que al llegar pudiera verlo o recuperarlo”, recordó el sacerdote
Finalmente, la tan esperada reunificación ocurrió, aunque incluso ese momento estuvo lleno de tensión.
“Fue un viernes, a la 1:30 de la madrugada. Si no se daba esa noche en el aeropuerto, el joven tendría que esperar hasta el lunes siguiente. No podíamos permitir más sufrimiento”, contó. Así, junto con parte del equipo de la Casa y autoridades locales, se llevó a cabo la emotiva reunión familiar.
“Cuando por fin se abrazaron, fue algo que no se puede explicar con palabras. Ver la alegría en sus ojos, después de tanto dolor, fue indescriptible”, dijo conmovido el sacerdote. Actualmente, la familia ya se encuentra en Estados Unidos, en un proceso de solicitud de asilo político.
“Por eso digo que no se trata solo de dar cama y comida, sino de compartir la vida con las personas, llorar con ellas, luchar a su lado, y luego, si se da el milagro, celebrar su esperanza”.
35 años
Al conmemorarse 35 años de la fundación de la Casa del Migrante, el sacerdote agradeció a voluntarios, bienhechores y a todos los que han sostenido esta obra con oración y esfuerzo.
“Queremos que esta historia siga creciendo, que más gente se sume y que podamos caminar todos juntos, construyendo una migración acompañada, con paz y consuelo”, concluyó.
Actualmente, la Casa del Migrante de Ciudad Juárez alberga a 35 personas, una cifra considerablemente menor a los 400 o 450 migrantes que ha llegado a recibir en años pasados. Sin embargo, el padre Francisco Bueno, afirmó que la misión no cambia.
“Sea uno o sean 500, tenemos que darles el mismo servicio a todos”, declaró.
“Por directriz de nuestro señor obispo, nuestras puertas deben seguir abiertas para quien lo necesite”.
La baja afluencia ha permitido una etapa de reestructuración interna, mejorando instalaciones y áreas clave para brindar un espacio más digno a los migrantes.
Casa del Migrante, AC
Calle Neptuno 1855
Col. Satélite
Numeralia
35 años de vida
Hasta 30 mil beneficiarios por año
05 directores
22 Voluntarios
Más de 100 Bienhechores