Lectio Divina correspondiente al 09 de octubre, Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario … Reflexión y acción de la Palabra de Dios, con la guía de integrantes del Instituto Bíblico san Jerónimo…
Samuel Pérez/ IBSJ
- Lectura: ¿Qué dice el texto?
Lucas 17, 11-19.
De camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaria y Galilea. Al entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar: -Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Él, al verlos, les dijo: -Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y mientras iban en camino quedaron limpios. Uno de ellos, al verse sano, regresó alabando a Dios en alta voz, y se postró a los pies de Jesús dándole gracias. Era un samaritano. Jesús preguntó: -¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Tan sólo este extranjero regresó para dar gracias a Dios? Y él dijo: -Levántate, vete; tu fe te ha salvado. (Texto tomado de la Biblia de América)
Después de haber leído el evangelio, hagámonos las siguientes preguntas para una mejor comprensión del texto:
¿Qué hicieron los diez leprosos al ver a Jesucristo?
¿A dónde los envía Cristo y qué sucede en el camino?
Uno de ellos, el samaritano, al verse sano ¿qué hizo?
Al ver Jesucristo que solamente uno de los diez leprosos volvió para dar gracias, ¿qué preguntas hace?
¿Qué fue aquello que salvó al hombre leproso que regresó?
Breve Estudio Bíblico
En este domingo XXVIII del Tiempo Ordinario se nos invita a reflexionar sobre la misericordia de Dios por los dones recibidos y la gratitud. Quienes padecían ciertas enfermedades como la lepra, eran considerados impuros, debían mantenerse aislados del resto de las personas y eran excluidas del Templo (Levítico 13, 46). En caso de que la enfermedad desapareciera, la persona debía presentarse ante los sacerdotes para verificar la curación y se realizaran los ritos para que fuera admitida nuevamente en el Templo y en la vida social (Mateo 8, 4). En la primera lectura, Naamán, general sirio, se encontraba enfermo de lepra y dejando su orgullo, obedeció y siguió las indicaciones del profeta Eliseo para ser sanado. Así, agradecido con el único y verdadero Dios, exclamó no ofrecer más sacrificios a otros dioses y construir un altar al Señor. San Pablo, en la segunda lectura, exhorta a mantenerse firmes en la fe para alcanzar en Cristo Jesús la salvación, y con ella, la gloria eterna: “Si morimos en Cristo, viviremos con él; si permanecemos firmes, reinaremos con él”.
El evangelista de la misericordia, Lucas, nos presenta en el Evangelio la tercera y última etapa del viaje de Jesucristo a Jerusalén. Diez leprosos salen a su encuentro y a gritos le piden que se compadezca de ellos. Al escucharlos, los envía a los sacerdotes y en el camino son sanados, pero solamente uno de ellos que era samaritano, regresa agradecido glorificando a Dios. Recordemos que los samaritanos eran excluidos, rechazados y considerados endemoniados por los judíos de aquel tiempo. Jesucristo sorprendido porque solamente este hombre volvió, pregunta por los demás. Nadie se gana ni es merecedor de los dones de Dios, sino que el Señor los otorga gratuitamente a quien desea. Este hombre samaritano lo entendía así, por eso no solo su fe lo sanó, además, lo salvó.
- Meditación: ¿Qué me dice Dios en el texto?
Para profundizar en el Evangelio contestémonos a nosotros mismos, con sinceridad, las siguientes preguntas:
Todos tenemos nuestras “lepras”, aquello que debe ser sanado en nuestra vida y sociedad. Ante estas situaciones, ¿recurro a Dios para que me guíe, que tenga compasión de mí? ¿De mi prójimo?
Escúchate en tu oración, ¿oras pidiendo que se haga la voluntad de Dios? O ¿esperas el favor inmediato o el milagro merecido? ¿Reconoces en tu vida su misericordia y das gracias por los dones recibidos?
Todo es gracia de Dios. ¿De qué manera afecta a nuestra vida el creer que por méritos propios tenemos el derecho adquirido de la misericordia y gracia de Dios?
Jesucristo les pide un acto de fe a los diez leprosos: presentarse a los sacerdotes como si ya hubieran sido sanados. Ellos creen en su palabra y son sanados. ¿Crees tú en la Palabra de Dios?
- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Señor Jesús,
Ten compasión y sana nuestras heridas.
Te doy gracias por tu inmenso amor y misericordia.
Porque por tu gracia he recibido aquello que Tú has visto bien para mí.
Gracias por las situaciones que me han hecho voltear al cielo y doblar las rodillas;
por las personas que me han dado apoyo y consuelo,
fortaleza y acompañamiento.
Hoy por el don de la fe, gracia tuya, puedo ver que eres Tú.
¡Bendito seas por siempre Señor!
Amén.
- Contemplación:
Para intensificar la contemplación repitamos varias veces un versículo de la Sagrada Escritura durante la semana para que alimente nuestra fe:
«El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad» (Salmo 97).
- Acción: ¿A qué me comprometo con Dios?
Jesucristo al igual que en el Evangelio nos pregunta: “¿No quedaron limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Tan sólo este extranjero regresó para dar gracias a Dios?”.
Propuesta: ¡Volvamos al Templo! Dios está realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. ¡Vayamos a dar gracias a Dios! Acudamos a vivir en familia la Santa Misa en la parroquia, volvamos a la vida en comunidad. ¡Seamos Iglesia! Volvamos con alegría alabando a Dios.
Primera Lectura: 2 Reyes 5, 14-17
Salmo 97
Segunda Lectura: 2 Timoteo 2, 8-13
Color: Verde