Diana Adriano
Tras 29 años de entrega y servicio en esta frontera, la hermana Betty Campbell, RSM religiosa norteamericana de la congregación Hermanas de la Misericordia, se despidió de la Diócesis de Ciudad Juárez en una emotiva reunión realizada en la parroquia La Santa Cruz. El encuentro reunió a miembros de la comunidad con quienes trabajó estrechamente durante décadas, marcando un capítulo importante en su misión de apoyo a los más necesitados.
La reunión incluyó una charla dirigida por Elizabeth Flores, quien destacó el impacto que la hermana Betty ha tenido en la comunidad juarense y su profundo compromiso con las mujeres y las personas en situación de pobreza.
“No se va porque quiere, sino porque necesita más cuidado, y sus amigos en San Antonio la van a apoyar”, comentó Elizabeth.
La charla abordó temas fundamentales sobre Ciudad Juárez, localidad que la hermana Betty aprendió a amar profundamente.
Los presentes pudieron reflexionar sobre la dualidad de la frontera, desde su lado bondadoso que inspira compromiso y solidaridad, hasta los retos y sufrimientos que demandan acciones concretas de fe y justicia social.
La comunidad presente se enfocó en reconocer el legado de la hermana Betty y reafirmar su compromiso con el trabajo pastoral y social que ella ayudó a fortalecer.
Agradece a la comunidad
La despedida de la hermana Betty Campbell culminó con un momento de convivencia en la cafetería parroquial, donde los asistentes compartieron los alimentos en un ambiente de fraternidad y gratitud.
La hermana Betty aprovechó la ocasión para expresar su agradecimiento.
“Muchas gracias por haber venido. Yo me voy, voy a salir de Juárez después de 29 años, casi 30 años. La hermana que iba a venir a vivir conmigo ya no puede, entonces ya es tiempo que yo salga. Pero voy a estar en contacto. Estoy agradecida por contar con ustedes en el futuro”, expresó la hermana Betty conmovida por el cariño y apoyo de la comunidad.
Su legado
Durante su misión en Ciudad Juárez, la hermana Betty dedicó su vida a atender a los más necesitados, trabajando de manera especial con mujeres y personas en situación de pobreza.
Una de sus labores más significativas fue escribir los nombres de personas asesinadas y desaparecidas en las paredes del patio de Casa Tabor, donde vivió por muchos años.
Entre los murales que creó, uno destaca especialmente: está dedicado a la memoria de sacerdotes y colaboradores católicos que han sido asesinados en las últimas tres décadas.
Pese a las limitaciones físicas que le impuso la edad, la hermana Betty nunca detuvo su misión. Su pasión por la memoria de las víctimas se extendió a través de México, América Latina y Estados Unidos, plasmando sus nombres como un recordatorio del sufrimiento y la esperanza que coexisten en estos lugares.
Además, desde 1996, impartió talleres de autoestima y superación personal, apoyando a innumerables personas a encontrar fuerza y confianza para enfrentar la vida.
Su hogar, Casa Tabor, fue también un espacio de acogida y reflexión que compartió durante años con el padre Pedro Hinde, OCarm., finado en la pasada pandemia.
La hermana Betty vivirá ahora en San Antonio, Texas, donde estará bajo el cuidado de sus amigos Dee Sánchez y Antonio Marengo.
“Aunque deja Ciudad Juárez, su legado de fe, amor y lucha por la dignidad humana permanecerá en los corazones de quienes tuvimos la bendición de caminar junto a ella”, dijo una de las asistentes a la despedida.
Para saber…
Para quienes deseen mantener contacto con ella, pueden comunicarse al teléfono:
210-789-1149.