Tercera Parte
Giancarlo Castillo Gutiérrez/ Universidad Tecnológica de Perú
Esta es la tercera parte del artículo sobre encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI que aborda la dimensión educativa de la esperanza y los momentos que la componen. Recordemos que la encíclica Spe Salvi es un documento papal de agudísima teología, exégesis y escatología sobre la esperanza cristiana, pero redactada de un modo pastoral, ya que «se centra en puntos esenciales para la vida cristiana» (Del Cura, 2009: 153)
Pasos de la esperanza
Como se recordará, luego de presentar una visión explicativa de la esperanza cristiana y su dimensión educativa, y haberla justificado a la luz de la Spe Salvi y otros textos, se precisaron los momentos en que se va constituyendo nuestra esperanza y cómo ésta -por ser una virtud teologal- nos educa tan significativamente que incluso nos cambia la vida y nos salva.
Se reflexionaron pasos del itinerario educativo de la esperanza, un recorrido que tiene un inicio (el encuentro con Cristo), un desarrollo (promesa, presente y aprendizaje) y finalmente un desenlace (el compromiso).
De este itinerario llamado “los cinco pasos de la esperanza cristiana” y que se puede definir como un proceso performativo que tiene a Dios como fundamento y contenido con el fin de educar al hombre en la esperanza, ya analizamos los dos primeros pasos (encuentro y promesa). Veamos a continuación los siguientes pasos: presente-aprendizaje-compromiso.
Presente y aprendizaje
El tercer paso será entonces vivir plenamente el presente. Este es el lugar existencial en donde los cristianos reciben cada día el anuncio redentor como algo poderosamente transformador, pues la esperanza de la vida eterna (que consiste en estar con Dios), no es una espera puramente vacía o sin contenidos, por el contrario, aquella ya nos da algo en el aquí y ahora. En el hoy, ya nos da algo de aquella realidad que es propia de la Vida Eterna: la presencia de Dios.
No obstante, esta presencia se da bajo el aspecto de los sacramentos, la escucha de su Palabra en la Sagrada Escritura, en la oración personal o comunitaria y más.
Benedicto XVI profundiza sobre esta cuestión en el apartado denominado “El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva”, en donde afirma, a partir de Hb 11, 1, que:
“La fe es la Hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”. [En donde hypostasis quiere decir sustancia o germen], […] en el sentido de que por la fe, de manera incipiente [.] ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan. [.] Y precisamente porque la realidad misma ya está presente, esta presencia de lo que vendrá genera también certeza. (2007, n. 7)
Con esto podemos afirmar que la fe ya nos da algo de Dios en el presente, y por lo tanto es razonable esperar. De esta manera, la vida eterna, nuestro futuro, ya no es el puro ‘todavía no’, sino un estar acompañados de aquel “Dios con nosotros” (Is 7, 14; Mt 1, 23). Sin embargo, esta compañía supone un constante aprendizaje de lo que significa estar con Él y esperar en Él.
Cuarto paso
Estar dispuestos a tener un aprendizaje constante sobre lo que significa esperar y los frutos que se derivan de este, será el cuarto paso en este proceso de formación en la esperanza. En el contexto de la Spe Salvi, aquel tema tiene su fundamento en el apartado séptimo titulado “Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza”. Allí podemos apreciar que existen lugares propicios en dónde el cristiano puede ejercitarse para poder aprender a tener esperanza. En efecto, Benedicto XVI nos precisa que los lugares en donde podemos ejercitar nuestra esperanza son la oración, el actuar, el sufrir y el juicio final. Sin embargo, dada la naturaleza breve de un artículo, solamente haré mención de dos de ellos: la oración y el actuar.
Orar
Sobre la oración, nos dice que es “la escuela de la esperanza” (Bene dicto XVI, 2007: n. 32), porque es allí en donde se ejercita el deseo. Cuando uno reza es el corazón quien anhela, y mientras se está a la espera de ese bien deseado, el corazón se ensancha y se purifica con un único fin: ser lo suficientemente grande como para ser capaz de recibir a Dios y al bien esperado (n. 33). Naturalmente, para que sean más eficaces nuestras oraciones, estas deben ser acompañadas por las grandes oraciones de la Iglesia, de los santos y de la Liturgia. Es en este contexto que Benedicto XVI, inspirado en el Catecismo de la Iglesia, se pronuncia con profunda convicción:
Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme -cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. (2007, n. 32)
Esto es verdaderamente orar, pues quien dialoga con Dios se sabe auxiliado aun en las circunstancias más adversas.
En la Spe Salvi, Benedicto XVI acude a ejemplos reales de esperanza en la oración como fue el caso de lo vivido por el cardenal Van Thuan, (Obispo de Vietnam quien estuvo 13 años encarcelado por el régimen comunista y desde la cárcel escribió cartas para los fieles, así como educó a sus captores), pero sabemos también que para cualquier hombre o mujer, el orar no debe ser solamente el repetir interminables letanías, sino por el contrario saberse inmerso en la inmensidad de las mismas, saber que puede, por decirlo de algún modo, ingresar a la esfera de lo divino para encontrar consuelo y sobre todo una ayuda concreta sobre lo que realmente necesitamos.
Actuar
Sobre el actuar, como otro lugar de aprendizaje de la esperanza, nos dice que “toda actuación seria y recta es esperanza en acto” (n. 35), ya que, a través de la actuación, el hombre espera solucionar algún problema, se pone, por decirlo de algún modo, en una actitud de espera mientras labora por obtener el bien deseado, a pesar de que dicha labor se pueda reducir meramente a un intento fallido. Es importante esto último pues a pesar de las derrotas personales o colectivas, el cristiano sabe que todavía puede esperar, ya que tiene la gran esperanza de que:
[…] a pesar de todas las frustraciones, […] [la] vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor […], sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar. [.] no podemos construir el reino de Dios con nuestras fuerzas […]. No obstante, aun siendo plenamente conscientes de la plusvalía del cielo, sigue siendo siempre verdad que nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia. (2007, n. 35)
A partir de esto podemos considerar que las obras cuentan ante Dios y por ello podemos encaminarnos y encaminar el mundo hacia él, imitando a los santos, que, imitando a Cristo, asumieron un compromiso concreto: ser colaboradores de Dios.
Compromiso
El quinto y último paso en la formación de la esperanza será el compromiso entendido este como una respuesta del hombre a todo lo que se le ha dado y confiado. Aquel, supone ponerse en movimiento y conlleva a poner su ser-para con Dios y los demás.
Asumir un compromiso significa, para una persona, poner en juego su libertad, voluntad, amor e inteligencia -su totalidad- y con ello, disponerse a comunicar esta esperanza, para no caer en la tentación de vivirla en aislamiento, sino por el contrario, desde la Iglesia Católica.
Además, dicho compromiso es una exigencia racional que nos lleva a cumplir la tarea, propia de cada generación, de conseguir rectos ordenamientos para las realidades humanas (n. 25).
Por lo tanto, es tarea de todos los cristianos y de cada uno asumir el compromiso de vivir con esperanza y compartirla con los demás. Tarea que podemos llevar a cabo si consideramos, por ejemplo, los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, los cuáles son muy propicios para iluminar la vida del hombre en sociedad y para trabajar por la santificación de las realidades temporales.
Conclusión que
llena de esperanza
A manera de síntesis, presentamos cuatro resultados fundamentales que se han podido obtener luego de haber realizado esta lectura educativa a la encíclica Spe Salvi.
A continuación, se mencionan cada una de ellas:
- El primer resultado obtenido es la comprobación de que a la fecha no se ha realizado ninguna lectura pedagógica de la esperanza cristiana a la luz de la Spe Salvi, razón por la cual este trabajo tiene un carácter de originalidad y relevancia.
- En segundo lugar, y a modo de fundamento, se pudo observar que Benedicto XVI ha explicado profundamente la dimensión real de la esperanza cristiana. Sobre ella, nos ha dicho en su encíclica, fundamentalmente, cuatro cosas que podemos unir en el siguiente enunciado: virtud teologal que nace del encuentro con Dios, razón por la cual nos cambia la vida (performativa) y nos salva.
- Se ha podido concluir, en tercer lugar, que en la esperanza cristiana existe, de algún modo, una dimensión pedagógica, puesto que educa a quien la recibe. Es así que hemos visto que la esperanza en cuanto transforma la vida de las personas (conforme a la fe), en tanto que les propone un camino con una meta fiable (la vida eterna) y les ofrece, al mismo tiempo, maestros o guías para dicho camino (Jesús, María, los santos, etc.), entonces podemos afirmar que la esperanza educa verdaderamente al hombre.
- En cuarto lugar, se ha planteado, a la luz de los textos de la Spe Salvi, la existencia de un itinerario educativo de la esperanza en el cual se han identificado cinco pasos que brevemente podemos llamar: el encuentro, la promesa, el presente, el aprendizaje y el compromiso. Y que se puede formular, a modo de enunciado, de la siguiente manera: Para tener esperanza es necesario encontrarse con Cristo (primer paso). Quien se encuentra con él recibe una promesa, la vida eterna, de la que debe tomar conciencia (segundo paso). Al recibir dicha promesa, esta se sabe fiable porque la puede tener, de algún modo, ya en el presente, por ello el presente ha de ser vivido plenamente a la luz de la fe (tercer paso). Sin embargo, este vivir plenamente el presente supone encontrar lugares de aprendizaje en donde pueda ejercitarse en la esperanza (cuarto paso) y finalmente, lo que se ha recibido y aprendido muchas veces, debe de ser compartido a los demás a través de un compromiso permanente (quinto paso). Este último resultado podría ser materia prima para la creación de estrategias metodológicas o didácticas para la enseñanza-aprendizaje de la fe, sea en el ámbito escolar o en la catequesis.