El vicario general de la diócesis vivió varias experiencias en Africa y hoy reflexiona con Presencia sobre la migración de africanos a esta zona.
Claudia Iveth Robles
Siendo directivo del del organismo Del Prado, monseñor José René Blanco, vicario general de la diócesis, vivió hace algunos años una experiencia en África que le permitió ver la difícil realidad que viven los habitantes de aquel continente.
Monseñor platicó que estuvo visitando África, del año 2001 al 2006, específicamente las regiones al sur del Desierto del Sahara, en países como el Chad y Burkina Faso. Ahí pudo constatar la pobreza de sus habitantes.
El sacerdote dijo que en aquellos países hay hambre, no hay alimentos para los niños, el agua no es buena y la mayoría de las causas de enfermedad y muerte en niños es debido a la contaminación del agua que se consume. Muchos niños mueren allá por malaria, que les ocasiona deshidratación y la muerte.
Además, aquellas comunidades viven situaciones muy graves de miseria y violencia.
Explicó que aunque hay mucha riqueza natural, la gente vive en la miseria en varios países, como en el Congo, debido a que esas riquezas naturales son explotadas por los países ricos, que les arrebatan el petróleo, diamantes y todo lo que su tierra genera.
“En lugar de que su riqueza les traiga un progreso, les lleva atraso. Hay mucha violencia, mucha miseria y la gente tiene que emigrar a otros países”, explicó el sacerdote.
Migración a México
Reconoció que en este momento se está dando muy fuerte el fenómeno de la emigración de África, inicialmente a Europa, pero ahora los africanos ya están llegando a América por la necesidad de buscar un sustento para sus familias.
“Los padres de familia, angustiados por la situación buscan encontrar trabajo y alimento para sus hijos”, dijo.
En su servicio en África como sacerdote Del Prado, monseñor Blanco apoyó a los presbíteros diocesanos que sirven en África, animándolos para que seguir adelante y ofreciendo formación con retiros espirituales, sesiones de visitas fraternas en las que mucho escuchó de sus experiencias con los pueblos africanos.
“Estos sacerdotes arriesgan todo por amor a Cristo, para llevarles el evangelio del Señor, más que uno enseñar, aprende lo que es una vida de pobreza, sufrimiento, pero vivida en la fe en el amor de Dios”, dijo para tratar de concientizar a los fronterizos sobre una buena acogida a los hermanos africanos que llegan huyendo de la miseria en su continente.