- Hoy se celebra el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND del coronavirus… presentamos los testimonios de dos juarenses que están de misión en Perú, llevando el amor de Dios a los más alejados…mira lo que nos dicen:
Ana María Ibarra
La misión es, dentro de una vocación concreta, un llamado a evangelizar y a servir a los más desprotegidos. Así lo asumen las religiosas Juanita Monreal García, Dominica de la Doctrina Cristiana, y Ana Hilda González, Misionera de María Dolorosa, quienes se encuentran misionando en Perú.
Hoy que se celebra el Domingo Mundial de las Misiones, desde las zonas donde hacen vida su carisma las religiosas compartieron su experiencia como misioneras juarenses, la primera de nacimiento y la segunda por adopción.
Desaprender, para compartir
Con casi 30 años en la congregación de Dominicas de la Doctrina Cristiana, sor Juanita Real García, Dominica de la Doctrina Cristiana llegó a Chuquibamba, al sur de Perú, el 8 de junio del 2018.
Cuchibambaes un lugar chico, con poco más de dos mil habitantes, atendidos por el párroco, dos diáconos transitorio próximo a ordenarse sacerdotes, y otras religiosas.
Desde ese poblado Juanita debe caminar muchos kilómetros para llegar a las rancherías o pueblos más alejados llevando el mensaje de Jesús a través de la evangelización y la catequesis.
Vía telefónica, la religiosa compartió que en aquella tierra encontró una misión diferente a la de Ciudad Juárez, donde servía en la parroquia Santísimo Sacramento con el padre Jorge González.
“Al llegar, fue desaprender lo aprendido, adaptarse a otra realidad, desde la alimentación; allá uno va y compra las tortillas, aquí no, aquí es desde poner el nixtamal a cocer, molerlo y hacer las tortillas, algunos alimentos los sembramos en casa, la carne es muy cara”, compartió.
La hermana Juanita vive en comunidad con dos religiosas más, una de ellas de Acapulco, Guerrero, y otra hermana colombiana, con quienes también debió adaptarse.
Además de las diferencias culturales, sor Juanita señaló que uno de los retos es no poder aplicar los mismos esquemas de evangelización que en otros lugares de misión.
“Deben responder a las necesidades y realidades de la gente, desde cómo ellos viven, cómo celebran los acontecimientos religiosos, sus festividades. No es llegar a imponer una doctrina, es responder desde su realidad”.
Compartió que para los peruanos de Chuquibamba, la devoción a la Cruz es muy grande y los oficios de Semana Santa son diferentes.
Misionar en la pandemia
Este año, con la pandemia no se ha podido salir a evangelizar, sin embargo, les ha permitido vivir la evangelización desde otra experiencia.
“Hemos aprendido a evangelizar desde las redes sociales y los medios de comunicación. En ello aprendo que la vida es de Dios, y de alguna manera la vida continua.”, compartió.
Añadió que se hace uso de la radio del pueblo para poder llegar a las personas y evangelizar.
“Hemos estado rezando el Rosario, cada mes hacemos diferentes actividades y enviamos mensajes para que las familias reciban algo”.
La religiosa señaló que el contacto con la gente no se puede cambiar, ya que es el mejor método para evangelizar.
“Aunque no hemos podido salir mucho, les llevamos un poco de víveres y ellos agradecen enormemente con algo de su cosecha; dentro de su pobreza tienen todavía para dar, eso me ha enseñado mucho, la generosidad de la gente”.
La religiosa describió que ahí las misioneras atienden un comedor para jóvenes que bajan de los poblados a la escuela y que tienen que caminar horas, aunque ahora no está funcionando por el cierre de escuelas.
“Las personas mayores y enfermos necesitan que estemos al pendiente de ellos, en sus comidas, medicinas, muchos viven solo y si hay que pagar algún impuesto, ayudarles a realizarlo”.
Dios las sostiene
Asombrada con la Divina Providencia, la hermana Juanita expresó:
“El Señor nos sostiene, no tenemos una entrada fija de dinero, sin embargo Él no nos abandona y todavía recibimos para ayudar a otras personas, dijo.
Esta es la primera misión de sor Juanita en el Perú, y compartió que la ha dotado de un tesoro: ha recibido una bendición de parte de Dios.
“Es una experiencia muy bonita, pensaría que a mis 53 años ya había dado todo lo que tenía que dar, pero en esta experiencia veo la gracia de Dios. Es Él que me sostiene, que me ha mostrado el camino, como dice nuestro lema: seguir y predicar a Cristo, luz, camino, verdad y vida. Aquí he sido muy feliz, me ha hecho crecer y valorar lo que tengo”.
Para finalizar, la religiosa recordó que “la misión la tenemos todos en el lugar donde estamos”.
“En la Diócesis de Ciudad Juárez también se vive una misión especial, hay retos grandes, juntos podemos responder a este llamado que Dios nos hace a ser parte de la construcción de su Reino, sea con la oración o con el trabajo apostólico”, finalizó.
El confinamiento no merma el valor de la misión
La hermana Ana Hilda González es Misionera de María Dolorosa, nació en Fresnillo, Zacatecas, pero fue traída a Ciudad Juárez a la edad de un año, así que se considera juarense. Con 42 años de consagrada, es la segunda vez que misiona en Perú.
“La primera vez que vine a Perú, en 1987, fue por la madre Pilar Cornejo. Siempre escuché decir que para misionar se requería preparación y estudios, pero la hermana Pilar me dijo que con corazón y carisma era suficiente”, compartió.
Primera misión
En su primera misión, la hermana Ana Hilda vivió en Sihuas, Áncash, al norte de Lima, Perú, donde vivió una experiencia inolvidable por 5 años.
“Me organicé de tal manera allá en la sierra que cubrí las horas del día: cocinando, orando, visitando los caseríos, haciendo la celebración de la Palabra, bauticé a una bebé que murió en el hospital, tenía a cargo Cáritas, daba Catecismo en las primarias, tenía un grupo de jóvenes”, compartió.
Todo este enriquecimiento pastoral y de misión estuvo acompañado de experiencias personales que en algunas ocasiones pusieron en peligro la vida de la religiosa.
“Recuerdo en una ocasión, una mula se sacudió bastante arriba del precipicio y ya mero me tumbaba, pero me agarré de la montura muy fuerte. También a un caballo blanco que tenía un año sin montarse, me sacó sangre de las manos, y me fui en él a los caseríos”.
En otra ocasión, agregó, el camión donde viajaba casi se accidenta.
“El camión de pasajeros se movía y estábamos a la orilla del precipicio, al fondo había carro y autobuses que habían caído, bajé a toda la corte celestial”.
La religiosa compartió que en esa primera misión vio las maravillas de Dios, desde manantiales de agua cristalina y cascadas, hasta las montañas de colores, un verdadero regalo.
Regreso en la pandemia
Después de 27 años de esa primera experiencia, la hermana Ana Hilda regresó a Perú el 19 de octubre en el 2019. La casa en Sihuas cerró y hoy se encuentra en Lima haciendo comunidad con dos hermanas peruanas.
“Mi estancia en esta nueva etapa me gusta mucho. He aprendido a cocinar y estoy en la casa de formación de Misioneras de María Dolorosa”.
Añadió que en este confinamiento han dejado de llevar la Comunión a los enfermos, y se han suspendido los retiros vocacionales, pero las chicas con inquietud tienen acompañamiento a distancia.
“Tenemos un grupo de 15 mujeres laicas, les damos formación cada semana por whatsapp y rezamos juntas. Con la pandemia he estado haciendo mascarillas y pays para vender, vendemos ropa de la que nos regala, tenemos bazar en la casa para su sostenimiento”.
“Hay personas de distintos países, en su mayoría de Venezuela. Los paisajes me enriquecen bastante, me ayudan a meditar, a reflexionar todo lo que ha hecho Dios por amor al hombre y me invita a contemplarlo, agradecerle y orarle”, puntualizó.
Hacer presente a Dios
En ambas experiencias la religiosa descubrió que la mayor necesidad en la comunidad es la presencia de Dios.
Aseguró que la pandemia actual no merma el valor que le da a su misión.
“Vale la pena llevar a Jesús y el evangelio. No pienso más que en transmitir la fe y el amor a Dios. Misión es llevarlos a Dios”.
Para concluir, quiso dejar este mensaje para la diócesis local:
“Todos los días rezo y doy bendiciones para todos, familia, amigos, mi congregación. Ahora la evangelización es diferente. Pidamos por el mundo entero, anunciemos a Cristo y a María con valentía, con decisión, con testimonio. Jesús vino a enseñarnos a amar y a servir, ese es el camino para llegar al Padre”, finalizó.