- El padre Juan Carlos López nos explica cómo combatir este pecado que tiene sus grados: desde la impaciencia y el mal humor hasta el furor y el odio, pasando por la irritación y la violencia…
Ana María Ibarra
La ira es un pecado capital del que se derivan otros muchos pecados, especialmente contra la caridad y la justicia.
Así lo explicó el padre Juan Carlos López, párroco de San Felipe de Jesús, quien agregó que este pecado tiene sus grados, que van desde la impaciencia y el mal humor hasta el furor y el odio, pasando por la irritación y la violencia.
¿Emoción o pecado?
Algo importante que el padre Juan Carlos puntualizó es que la ira tiene relación directa con las emociones del ser humano.
“Me gustaría explicarme con un ejemplo muy simple que me topé en Internet: Vamos imaginar que han terminado ya de alistarse para irse al trabajo, y que de manera presionada se toman una taza de café en los últimos minutos antes de irse, y por las prisas lo vierten sobre su ropa, manchándola con la bebida”, ejemplificó el sacerdote.
Normalmente, continuó el sacerdote, la mayoría de la gente siente una emoción que llamamos enojo.
“Es una emoción primaria, es decir, una reacción instintiva e inmediata. Nosotros no somos capaces de controlar lo que sentimos inmediatamente. Su primera reacción, su primera ira no es su culpa. Esto no es pecado. No hay pecado en emociones como la impaciencia o la ira. La ira puede ser emoción o pecado”, dijo.
Así, explicó que, en este sentido, la ira comienza como emoción, pero todavía no es pecado. Sin embargo, advirtió, la posibilidad del pecado se presenta inmediatamente.
“Ahora, vamos imaginar que casi inmediatamente después de que se vertieron el café sobre su ropa, comienzan a gritar maldiciones, a aventar la taza o algún otro objeto que trae en su otra mano, o a gritar a quien les dio la taza de café. Eso es su decisión”, afirmó.
De esta manera, el primer enojo o impaciencia emocional no es culpa de quien la experimenta. Pero, las maldiciones y acciones fueron totalmente su decisión, explicó.
“Dios nos dio nuestras emociones. La emoción del enojo al principio no puede ser pecado. Pero su decisión a seguir su enojo y tomar más pasos es totalmente suyo. El pecado requiere su decisión y acción, después de la emoción. Por lo que, el pecado no es el sentimiento de ira, que es normal sentirlo, sino lo que hacemos a partir de nuestra ira”.
Contra la ira practicar la mansedumbre: Papa Francisco
En una de las catequesis que imparte en la Audiencia general de los miércoles, el Papa Francisco invitó a poner en práctica la mansedumbre, y la contrapuso a la ira: “¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira?”, preguntó.
Con la ira “se puede arruinar la relación con un hermano, muchas veces sin remedio”, advirtió. Ante esas situaciones, el Papa invitó a ejercer la mansedumbre, porque esa cualidad, propia de Jesús, puede reconstruir lo destruido por la ira.
Durante su serie de catequesis sobre las bienaventuranzas del Evangelio de San Mateo, el papa abordó la tercera de ellas: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”.
Mansedumbre vs ira
El Pontífice reflexionó sobre el concepto de mansedumbre, y lo contrapuso el pecado de la ira, “una actitud violenta de la cual todos conocemos el impulso. ¿Quién no se ha enfadado alguna vez? ¡Todos! Debemos revisar las bienaventuranzas y hacernos una pregunta: ¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira? ¿Cuántas hemos perdido?”.
“Un momento de cólera puede destruir muchas cosas. Se pierde el control y no se evalúa aquello que verdaderamente es importante, y se puede arruinar la relación con un hermano, muchas veces sin remedio. Por la ira, muchos hermanos no se hablan más, se alejan unos de otros, es lo contrario de la mansedumbre. La mansedumbre reúne, la ira separa. La mansedumbre, en cambio, conquista muchas cosas”.
Qué es la mansedumbre
Explicó que el término “mansedumbre” utilizado en el Evangelio “quiere decir, literalmente, dulce, tierno, gentil, sin violencia. La mansedumbre se manifiesta en los momentos de conflicto, se ve en cómo se actúa ante una situación hostil. Cualquiera puede parecer manso cuando todo está tranquilo, pero ¿cómo actúa bajo presión cuando se siente atacado, ofendido, agredido?”.
El Santo Padre recordó que la mansedumbre es una de las cualidades de Cristo, una actitud que “se ve fuertemente en la Pasión”. En la Cruz, señaló Francisco, Jesús “no respondía y no amenazaba”.
Discípulos de Cristo
“El manso”, concluyó el Papa Francisco, “no es un cómodo, sino un discípulo de Cristo que ha aprendido a diferencia bien la otra tierra. Defiende su paz, defiende su relación con Dios, defiende sus dones, los dones de Dios, custodiando la misericordia, la fraternidad, la fe y la esperanza. Porque las personas mansas son personas misericordiosas, fraternas, personas de fe, personas con esperanza”.
Consecuencias de la ira
Al hablar sobre las consecuencias de la ira, el párroco de la comunidad San Felipe de Jesús explicó: “La Sagrada Escritura nos dice que la ira lleva a la injusticia (Prov 14, 17; 29, 22). El Señor nos previene del arbitrario enojo contra los hombres, pues ello equivale al homicidio (Mt 5, 22), y la ira conduce a dichos y hechos que no pueden ser justos delante de Dios, de los que nosotros mismos después nos arrepentimos porque los dijimos en medio del enojo y no con un sentimiento verdadero”, .
Agregó que la ira, según San Gregorio Magno, es un gran obstáculo para el adelantamiento espiritual porque hace perder la prudencia, la amabilidad, el espíritu de justicia y el recogimiento interior.
“Por su parte, Santo Tomás nos dice que hay que guardarse de que la ira pase al corazón, cosa que ocurre cuando se transforma en odio. La diferencia entre la ira y el odio reside en que la primera es repentina y el segundo es sostenido”.
Así, el sacerdote enumeró algunas de las consecuencias de la ira: la injuria, la tristeza, la soledad egoísta, la amargura, el eterno descontento, el resentimiento.
“Y es también la causa de que, a tu alrededor, en vez de amor, haya indiferencia, frialdad, resentimiento y desconfianza”, agregó.
Poner remedio
Para poner remedio a este pecado capital, origen de otros muchos, dijo que es necesario reflexionar antes de obrar; despertar la afabilidad y la serenidad rechazando el fanatismo o cualquier forma de apasionamiento desordenado.
“Es necesario olvidar las injurias; rechazar sospechas, y, en general, toda forma de pesimismo y amargura; y, sobre todo, pedirlo en oración. Al luchar contra la ira aumenta la virtud de la paciencia, mediante la que afrontamos con fortaleza las dificultades”.
Para concluir su reflexión, el padre Juan Carlos citó a San Francisco de Sales, en Introducción a la vida devota:
“Como el hombre encolerizado jamás tiene por injusto su enojo, alimenta su ira con muchos falsos juicios. De lo dicho, se deduce que vale más aprender a no enfadarse que intentar enfadarse con moderación y prudencia; y si por imperfección o flaqueza nos sorprende la ira, más vale rechazarla al instante que entrar con ella en capitulaciones, pues, por poco lugar que se le dé, se apodera de la plaza”.
Es necesario olvidar las injurias; rechazar sospechas, y, en general, toda forma de pesimismo y amargura; y, sobre todo, pedirlo en oración. Al luchar contra la ira aumenta la virtud de la paciencia, mediante la que afrontamos con fortaleza las dificultades.
Pbro. Juan Carlos López