Jesús Paniagua: Sigo aquí, con la visión de hacer lo que pueda…
Ana María Ibarra
Con 79 años de edad, Jesús Paniagua Correa sigue participando activamente en la parroquia Jesús El Salvador, comunidad que vio nacer, pues desde hace 45 años él y su esposa iniciaron como servidores, dedicados principalmente al ministerio de evangelización.
Piedra muerta-piedra viva
En 1972, Jesús Paniagua llegó a Ciudad Juárez buscando un mejor lugar para formar su familia. Llegó a la frontera con su esposa y dos hijos pequeños. Siendo experto en electricidad no tardó en encontrar trabajo en la recién abierta maquiladora RCA.
“Pasaron como cinco años cuando comencé a escuchar al padrecito Seferino que salía por las calles avisando que habría misa en este terreno. Le dije a mi esposa que fuéramos a misa. Nos empezamos a acercar con él y comenzamos a hacer comunidad entre los vecinos y a conocernos”, recordó el señor Paniagua.
Añadió que el padre Seferino les dijo que iba a levantar los dos templos: el de ‘las piedras muertas’, es decir, la construcción; y el de ‘las piedras vivas’, es decir, las personas.
“El padre Seferino comenzó a levantar el primer piso de madera”, dijo refiriéndose al área que hoy es la librería y salones.
“Todos ayudamos juntando donativos, hicimos lo que pudimos. Regalé la instalación de esa primera sala. Era 1979. El padrecito fue muy trabajador. Se metía a ayudarle a los trabajadores a batir mezcla, por cierto, se lastimó la columna, estuvo hospitalizado en el Centro Médico”, recordó.
Desde aquel momento el señor Paniagua se integró activamente a la comunidad.
“Jesús El Salvador era capilla de La Santísima Trinidad. Nos reuníamos con el padre los lunes para preparar la misa del siguiente domingo y mi servicio era ayudarle en la misa con lo que se ofreciera. También nos daba un tema bíblico para iniciarnos en la formación”, añadió.
Recordó que en aquel entonces también estudiaban los documentos de Medellín y Puebla.
Nuevo párroco
Después de la partida del padre Seferino, la comunidad se quedó unos meses sin sacerdote, hasta que llegó el padre Sergio Hernández, a quien don Jesús continuó apoyando.
“Se empezaron a formar pequeñas comunidades con la metodología del SINE. Nos llevaba a retiro al Instituto México. Anteriormente éramos Comunidades Eclesiales de Base”, recordó.
Al poco tiempo el padre Sergio les comunicó que era tiempo de construir el nuevo templo.
“Nos compartió el proyecto. La diócesis pondría una parte de los recursos y a la comunidad nos correspondía la otra parte. Esta comunidad ha respondido siempre a los planes”, dijo quien en ese tiempo se preparaba para ser catequista SINE, aunque hoy está convencido de que Dios no le tenía designado ese camino como catequista, sino continuar en el ministerio de misión permanente de la comunidad parroquial.
“Formábamos casas de oración en los sectores de la comunidad que era muy extenso. Al padre Sergio le tocó la fundación de la parroquia en 1991. El trabajo se multiplicó. Se tenía que trabajar también en la cocina, incluso en un tiempo estuvimos diezmando semanalmente”, dijo.
Perseverar en el servicio
Luego, a su llegada, el padre José Solís encontró diez pequeñas comunidades aun formadas.
“Mi esposa y yo dábamos curso en el ministerio de platicas pre matrimoniales para acivilados, y el padre José Solís empezó a darle impulso a los matrimonios. Aunque mi principal servicio siempre ha sido la misión, pues es el patito feo que nadie quiere”, afirmó.
Jesús recordó que tras el padre Solís llegó el padre Rodolfo Murillo -actual párroco- quien encontró una comunidad ya formada.
“Al padre Solís le tocó levantar la capilla del Santísimo y la casa parroquial. El padre Rodolfo construyó el segundo piso y compró el espacio del estacionamiento”.
Y junto al esfuerzo de cada uno de los párrocos, Jesús ha perseverado en el compromiso con su comunidad.
“No he dejado de apoyar: en el consejo parroquial, con un cargo, con dos, siempre ayudando en lo que puedo. Ahora a mi edad es más difícil. Estoy también como ministro extraordinario de la Comunión, sin dejar la misión permanente”, dijo.
Hoy el señor Paniagua apoya en la celebración eucarística y hora santa de los jueves, así como en la misa dominical de doce de mediodía.
“En cuanto a la misión, ahorita tenemos la misa en los sectores desde hace seis años. Voy al sector y me presentó con los vecinos como servidor de la parroquia y los invito a que hagan su lista de peticiones para ofrecer en la misa, y también a que hagan limpieza”, compartió entusiasta.
Si bien el señor Paniagua se siente dichoso de su servicio, reconoció que en algunas ocasiones lo ha vencido el cansancio y ha decidido dejar el servicio parroquial.
“En una ocasión le entregué el distintivo de ministro al padrecito. Le dije que ya no podía más. Pero cuando llegaba a la misa, el padre me hablaba por el micrófono para que le ayudara. Pues le pedí de nuevo mi distintivo. El padre no me deja parar. Entregué también la pequeña comunidad, porque se murieron muchos, pero tampoco el consejo me dejó renunciar”, dijo entre risas.
El entrevistado añadió que sus hijos reconocen que Jesús El Salvador es ‘la segunda casa del señor Paniagua’.
“Solo Dios sabe cuándo dejaré este servicio, quizá por alguna enfermedad. Después de tantos años y tan viejo, sigo aquí, con la visión de hacer lo que pueda. Solo soy un siervo inútil del Señor, para nada sirvo, pero aquí ando, haciendo pequeñas cosas”, expresó.
Y concluyó: “Hacen falta muchos servidores, tenemos que dar testimonio y ejemplo. En la familia empieza nuestro servicio, nuestro ministerio, no debemos descuidarla, pero si podemos hacer algo más en la Iglesia, hay que hacerlo”.