Septiembre es mes de la Biblia. Por ello, sacerdotes juarenses expertos en las Sagradas Escrituras comparten con nuestros lectores siete claves para interpretar la Palabra dentro de la tradición católica…
Ana María Ibarra/ Diana Adriano
En septiembre, designado por la Iglesia como mes de la Biblia, se busca motivar e impulsar a los fieles a acercarse a la Palabra de Dios a través del Libro Sagrado.
Este mes brinda una oportunidad especial para profundizar en el entendimiento de la Palabra de Dios, y en la comunidad se ofrece orientación valiosa sobre cómo leerla y aplicarla en la vida cotidiana.
Hoy algunos sacerdotes juarenses expertos en Biblia comparten con nuestros lectores siete claves para interpretar la Biblia dentro de la tradición católica, planteadas por el padre Óscar García Aguado, sacerdote diocesano de Madrid, conocido por su trabajo en la creación de escuelas y cursos bíblicos parroquiales.
Aquí las aportaciones de los sacerdotes licenciados en teología bíblica.
El padre Juan Manuel Orona, párroco de El Señor de la Misericordia explica las dos primeras claves:
Clave 1: La Biblia es un conjunto de libros inspirados (a diferentes autores)
Desde la perspectiva católica, la Sagrada Escritura no debe verse como la obra de un único punto de vista humano, sino como una recopilación de perspectivas enriquecidas por diversos autores a lo largo del tiempo.
Uno de los principios fundamentales de la interpretación católica es reconocer que cada autor bíblico proviene de una época y ambiente cultural específicos.
Este enfoque, conocido como el «sentido literal» de la Escritura, requiere una comprensión profunda del autor, su contexto histórico y las circunstancias culturales de su tiempo.
“Para interpretar correctamente el libro del profeta Jeremías, por ejemplo, es fundamental entender la historia que vivió Jeremías, el rey que gobernaba en ese tiempo, y las características sociales de su época”.
Conocer estos elementos históricos proporciona claves esenciales para desentrañar el verdadero significado del texto.
El padre Orona también subrayó la relevancia de considerar la inteligencia, cualidades y preparación cultural del autor.
“El profeta Jeremías, como cualquier otro autor bíblico, no solo transmitió un mensaje inspirado, sino que también aportó su propia inteligencia y formación. Debemos recordar esto al hacer una lectura bíblica”.
Tener esto en cuenta permite que los lectores modernos comprendan mejor la riqueza de los textos bíblicos, favoreciendo una interpretación más completa y fiel a la intención original de los autores.
Clave 2: Hay que hacer una lectura creyente de la Biblia
Esta clave también la explica el padre Juan Manuel, afirmando que aunque la Biblia contiene elementos históricos y culturales importantes, su esencia va más allá de estos aspectos.
“La Biblia no es solo un libro de historia ni simplemente un reflejo de las costumbres o rasgos culturales de cada autor. Es, ante todo, un libro de fe.
La Sagrada Escritura representa la relación entre un pueblo y su Dios, mostrando cómo hombres y mujeres han descubierto y vivido su relación con Dios a lo largo de la historia.
“Una lectura creyente implica acercarse a la Biblia con fe. Por ello es crucial pedir la luz del Espíritu Santo al comenzar la lectura” señaló.
Esta disposición de fe ayuda a descubrir la voluntad de Dios en las Escrituras.
Por otra parte, el sacerdote recomendó considerar la guía del Magisterio de la Iglesia, incluidos el papa, los obispos, los sacerdotes, teólogos y biblistas, quienes brindan una orientación valiosa para interpretar correctamente la voluntad divina expresada en la Biblia.
“Entender la Escritura desde una perspectiva puramente humana disminuiría su valor y profundidad espiritual. Este principio es muy importante, ya que si no lo consideramos, podríamos reducir la Biblia a cualquier otro libro”, dijo.
Expuso que la Biblia es Palabra de Dios, y por eso el mejor ambiente para leer e interpretar la Escritura es dentro de la liturgia de la Iglesia. La Santa Misa representa el contexto ideal para la lectura y explicación de los textos bíblicos.
“En la liturgia, los textos bíblicos son leídos, proclamados y explicados a la luz de la fe y de las enseñanzas de la Iglesia. Este entorno litúrgico proporciona el marco adecuado para acercarse a la Palabra de Dios, permitiendo a los fieles descubrir y recibir el alimento espiritual que las Escrituras ofrecen”.
Por otra parte la Escritura cobra su sentido pleno cuando es leída, orada, estudiada y compartida en comunidad.
“Cuando leemos la Escritura en comunidad, la oramos y la compartimos, la Palabra de Dios adquiere un sentido y una aplicación maravillosa para nosotros como pueblo de Dios.»
El padre Carlos Velásquez, formador del Seminario, desmenuza las claves 3 y 4.
Clave 3: La Biblia no agota la Revelación de Dios.
La Revelación es el momento en el que Dios se comunica con el ser humano, porque el ser humano es capaz de encontrarse con Dios y nos da a conocer su plan salvífico, su plan de plenitud, cómo podemos ser felices.
¿Y cómo lo hizo Dios? por medio de Jesucristo, la Palabra hecha carne que habitó en medio de nosotros, que murió por nosotros, que nos da la vida eterna y que fundó la Iglesia para poder llegar al camino de Dios.
Y ahora nos preguntamos ¿Dios se revela únicamente a la Iglesia? ¿Y todas aquellas veces en las que he sentido que Dios me habla, que me da un consuelo, que me dice qué hacer, que me dice que está conmigo? ¿son revelación o no son revelación?
Entonces descubrimos que la revelación la podemos encontrar en la Sagrada Escritura como aquellas palabras que se guardaron para darnos a conocer ese plan salvífico de Dios, eso que necesitamos para llegar a Dios, para llegar al Padre. Pero también hay una revelación de todos los días, una revelación continuidad en nuestra vida.
Es importante distinguir que no tiene el mismo peso la revelación que nos presenta la Sagrada Escritura de la revelación de la persona de Cristo, el camino seguro para salvarnos.
La revelación personal es únicamente para mí, lo que Dios me quiere decir, puede haber emociones, puede haber a veces malos entendidos, puedo a veces creer que Dios me está hablando y en realidad soy yo mismo. Es importante no acaparar, no decir que son iguales la revelación que viene dada de la Sagrada Escritura a una revelación personal, que sería más que nada un encuentro personal con Dios.
En resumen: la Revelación no se agota con la Sagrada Escritura porque a veces Dios nos revela cosas de forma personal, pero lo que Dios me revela de forma personal, nunca se va a equiparar con el peso y el valor que tiene la Sagrada Escritura.
Clave 4: La Palabra de Dios no es solo la Biblia.
Siempre hago a mis alumnos reflexionar sobre qué fue primero: la celebración de la misa o la Biblia. Y es una pregunta, obviamente, que tiene la intención de hacer pensar al alumno, porque Jesús celebró la misa mucho antes de que se escribiera el Nuevo Testamento completo, pero ya existía el Antiguo Testamento. Nos damos cuenta de que hay actos y acciones que Jesús hacía que no están en la Sagrada Escritura. El mismo San Juan nos dice en su Evangelio: ‘el Señor realizo muchos signos, pero solo fueron seleccionados aquellos que nos pueden ayudar. Muchas otras cosas hizo Dios y no aparecen en este libro’.
Podemos decir que cuando hablamos de revelación no únicamente hablamos de la Sagrada Escritura. El católico sabe que la revelación se da en dos niveles: las palabras de Jesús y los hechos de Jesús que llegan a nosotros por dos caminos: uno, el texto escrito. Los primeros discípulos, los testigos oculares que tuvieron contacto con los apóstoles escribieron todo lo que Jesús había dicho y hecho, todo lo que ellos consideraron necesario, pero también hubo muchas otras cosas que Jesús dijo e hizo que no se escribieron en la Sagrada Escritura. Y todo eso, todo el contenido de Jesús y de la Iglesia, se llama Tradición, y es una Tradición con mayúscula, no se equipara a las tradiciones humanas o a las costumbres. Es la Tradición la que nos habla de Jesús, que viene de los apóstoles, pero que no está escrita en la Sagrada Escritura. Por lo tanto, la Iglesia vivía lo que Jesús había hecho, pero también escribía lo que Jesús había hecho. Había una Tradición y había una Escritura. La Tradición y la Sagrada Escritura van juntas y ambas son revelación, porque vienen del mismo Jesús.
Entonces, la revelación no se agota con la Biblia y sobre todo, no es solo la Biblia, también incluye la Tradición.
Hay un elemento importante. Quien se encarga de cuidar la Tradición, quien se encarga de cuidar la Escritura, es el Magisterio. Tradición con mayúsculas, Sagrada Escritura y Magisterio están juntos, porque cuidan lo que llamamos Depósito de la fe, que son las palabras y hechos de Jesús escritas, y las palabras y hechos de Jesús no escritas, pero transmitidas por la Tradición.
Padre Héctor Villa Hernández, párroco de Jesús Maestro, explica las tres últimas claves para interpretar la Biblia dentro de la tradición Católica.
Clave 5: La Biblia es el testimonio escrito e inspirado del acontecimiento salvador de Dios en la historia.
La Biblia nos presenta a Dios Padre, que en su infinita bondad ha querido “des-velar” su misterio y manifestar su voluntad en su Hijo Jesucristo a fin de que los hombres puedan participar de su amistad y su divinidad (DV 2). Por medio de un diálogo cordial y afable, Dios desea dar a conocer su proyecto salvífico y asociar al hombre y a la mujer a su obra.
Es muy bella la manera cómo la Iglesia nos presenta este misterio de Dios en clave de diálogo, conversación, como fruto y expresión de su caridad pastoral que condesciende y no pone límites para manifestarse y acercarse a nuestra historia: “En los Libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos…» (DV 21). Y todo esto para invitarnos en su Hijo Jesucristo, a colaborar con Él en la realización de su proyecto haciendo de nuestro mundo un lugar más fraterno y justo acorde con su voluntad.
La Biblia es fruto de este don, de un Dios que ha querido darse a conocer desde la antigüedad a un pueblo (Israel). Este pueblo conservó y transmitió celosamente esta experiencia a través de la tradición oral primero y luego escrita; y progresivamente, dicha tradición quedo fijada en un texto escrito, que fue reconocido como inspirado y sagrado. Primero el Antiguo y luego el Nuevo Testamento. Esta revelación, se realiza de manera plena y total en el Hijo de Dios, Jesucristo, Palabra definitiva de Dios Padre.
Clave 6: La Biblia forma una unidad
Teniendo en cuenta esta verdad la Iglesia profesa que “para descubrir el verdadero sentido de la Escritura hay que tener en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura…” (DV 12). Nuestro Dios que se reveló desde antiguo de muchas maneras, por diferentes medios, ante todo por los profetas, fue educando a su pueblo y preparando para manifestarse de manera plena en su Hijo Jesucristo “por quien nos ha hablado ahora en estos tiempos” (Heb. 1,2). Es por esto necesario considerar toda la Escritura como el medio que Dios pone en nuestras manos para conocerlo, amarlo y ante todo para dejarnos conducir y enseñar por su Hijo.
Clave 7: Hay que leer el Antiguo Testamento desde Jesucristo.
La Iglesia afirma que los libros íntegros del Antiguo Testamento, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento, cuyo centro es Jesucristo.
Recordemos la experiencia de los discípulos de Emaús: el encuentro con Jesucristo resucitado “les abre los ojos y el entendimiento cuando les explica las Escrituras” y después les confirma diciendo: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés (Pentateuco), en los Profetas y en los Salmos acerca de mí” (Lc. 24)
En frase…
“En este mes, alimentémonos de la Palabra de Dios, que, como dice el Apóstol Pedro, es la que tiene Vida Eterna para nosotros”.