Diana Adriano
Con una profunda fe, decenas de fieles se reunieron al mediodía del Miércoles Santo, 5 abril, en la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe para vivir la Misa de Enfermos, un momento lleno de esperanza para todos los presentes.
Los enfermos y sus seres queridos se congregaron en el templo para buscar consuelo y aliento en su lucha contra la enfermedad.
‘Señor, socórreme’
El obispo, don José Guadalupe Torres Campos presidió la celebración acompañado del padre Eduardo Hayen, párroco de Catedral, así como los sacerdotes vicarios Rafael Saldívar y Arturo Martínez.
Desde el inicio de la celebración se sintió una atmósfera de paz y tranquilidad, como si el tiempo se detuviera por un momento para dar espacio a la oración y a la reflexión. Las palabras del obispo, durante su homilía, fueron una fuente de consuelo y fortaleza para todos los asistentes, especialmente para aquellos que sufren enfermedades físicas y del alma.
Destacó la importancia de mirar a Dios y suplicar su ayuda en todo momento, especialmente cuando estamos enfermos y necesitamos de su misericordia y bondad.
El Salmo responsorial «por tu bondad, Señor, socórreme» fue la guía para dirigirse a Dios y pedir su ayuda en momentos difíciles.
“Muy queridos hermanos enfermos, con el salmo responsorial miramos a Dios y le suplicamos para que nos muestre su misericordia. Él es misericordioso, Él es bueno, por eso la súplica en el Salmo de socorrer a todos los hombres, pero en particular, hoy pedimos por los enfermos aquí presentes”, compartió el obispo a los presentes.
Por otra parte, don José Guadalupe pronunció las palabras «Tú eres mi auxilio, mi defensa, Tú eres mi ayuda», refiriéndose a Dios como fuente de fortaleza y esperanza para aquellos que sufren enfermedades.
Estas palabras fueron un recordatorio de la importancia de la fe y la confianza en Dios en momentos de dificultad y sufrimiento y ofrecieron a los enfermos aliento y consuelo, recordándoles que no están solos en su lucha contra la enfermedad.
“No hay que olvidarnos, también, de todos aquellos enfermos del alma, por los pecados”, remarcó monseñor Torres, invitándolos a la conversión.
Recibieron la Unción
Durante la celebración se impartió el sacramento de la Unción de Enfermos en momentos de gran cercanía de los sacerdotes con los enfermos presentes.
Las lágrimas y los abrazos fueron una muestra del gran impacto que este sacramento tuvo en la vida de los enfermos y sus seres queridos.
Cabe resaltar, que las personas que recibieron este sacramento se prepararon espiritualmente previo a la celebración, y se confesaron debidamente.
La presencia de Dios y el poder sanador de su Amor se sintieron en cada rincón de la Catedral, dejando una huella imborrable en el corazón de todos los asistentes.
“La misericordia y la bondad de Dios la vivimos siempre y la celebramos en todo momento”, recordó el obispo finalmente.