Desde la Fe
Tras una exitosa trayectoria de cinco años en las redes sociales, donde miles de cibernautas lo conocen como el “Padre Pollo”, el sacerdote José Luis González Santoscoy ha hecho una pausa en su proyecto virtual para ejercer su ministerio de otra manera. ¡Y de qué forma! Ahora recorre algunas Áreas COVID en el estado de Jalisco, administrando los Sacramentos.
El “Padre Pollo” es uno de los varios sacerdotes de la Arquidiócesis de Guadalajara que han sido capacitados para llevar auxilio espiritual no sólo a quienes han sido infectados por el virus, sino también a los familiares de los enfermos y al personal de salud que trabaja en la primera línea de batalla contra el COVID-19 en los hospitales.
En entrevista para Desde la fe, explica que el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal José Francisco Robles Ortega, preocupado por brindar una atención pastoral en estos espacios, hizo una convocatoria a los sacerdotes de la arquidiócesis para conocer quién estaba dispuesto a asumir esta labor, y la respuesta no se hizo esperar.
Junto con la Secretaría de Salud del estado de Jalisco, hasta el momento han sido 14 los presbíteros -coordinados por el padre Gustavo Alexis Márquez- los que han recibido capacitación: tres ya han ingresado a las Áreas COVID del Hospital General de Occidente; otros cinco están preparados para hacerlo en cuanto se les permita –tanto en este hospital como en el Hospital Civil Nuevo–, y seis más están listos para relevarlos una vez que hayan cumplido 22 días de trabajo, pues esto conlleva un desgaste físico, emocional y espiritual para los presbíteros.
Experiencias de amor y misericordia
El viernes 22 de mayo fue la primera vez que el sacerdote José Luis González ingresó a la zona restringida del Hospital General de Occidente, junto con otros dos sacerdotes: Víctor Manuel de Anda García y Edwin Martín Nuño Vargas. Previamente, grabaron en un celular algunos mensajes de aliento de los familiares para sus enfermos, a fin de mostrárselos.
Ya en el interior de las Áreas COVID, al tratar de ubicar a los enfermos para hacerles llegar los mensajes de sus seres queridos, se encontraron con que algunos de ellos estaban sedados, pues habían sido intubados.
Cuenta: “Unas personas le habían enviado a su familiar un mensaje mediante el cual le pedían perdón por algo. Pero ese enfermo justamente estaba intubado. Un enfermero me dijo que de todos modos se lo transmitiera. Mi sorpresa fue que cuando la persona escuchó la petición de perdón, comenzaron a salir lágrimas de sus ojos. Lo escuchó todo”.
Otra experiencia fue el pasado domingo, cuando vieron que estaban dando de alta a una enferma que apenas dos días antes habían confesado. “Son experiencias hermosas que, a nosotros mismos, como sacerdotes, nos reconfortan y nos comprometen más para estar al pie del que sufre”, dice.
Un bálsamo para el sufriente
La presencia de los sacerdotes en los hospitales constituye un signo de esperanza para los enfermos, familiares y personal de salud.
Explica el padre José Luis González: “Para mí ha sido una muy grata experiencia porque uno se convierte en ese reflejo de amor, misericordia y cercanía de Cristo con los enfermos; también ha sido una experiencia de consuelo para el que está sufriendo, para el que está lejos de su familia, de sus seres queridos”.
También han sido un apoyo para los médicos, enfermeras, enfermeros y personal de salud en general: “Nos saludan y se acercan para platicar y externar lo que están viviendo, pues de esa manera le dan salida a las emociones que, por el mismo trabajo y el desgaste, muchas veces se quedan adentro”.
El sacerdote señala que la primera vez que ingresaron a las Áreas COVID tuvieron puesto el equipo de protección durante poco más de cuatro horas, tiempo más que suficiente para experimentar lo que sufre el personal de salud, que en algunos hospitales tienen que soportar durante turnos de 12 horas.
Si bien hasta el momento los sacerdotes han realizado sólo dos visitas a los enfermos de COVID-19 dentro del Hospital General de Occidente, la Iglesia en Guadalajara lleva ya varias semanas brindando apoyo espiritual a los familiares de los mismos. Para ellos –asegura– también la presencia de la Iglesia ha sido un bálsamo.
“Este domingo no pensábamos ir, pero nos llamaron del hospital para decirnos que había algunos familiares que pedían la presencia de un sacerdote. Los familiares también sienten ese acompañamiento de Dios, de Cristo, de la Iglesia”.
Lo que Dios le pide en este momento
Los sacerdotes José Luis González, Víctor Manuel de Anda y Edwin Nuño actualmente viven aislados en un departamento, y no tienen contacto con ninguna persona. Se les han hecho pruebas de COVID-19 para asegurar que no estén contagiados.
El padre José Luis González –de 37 años de edad y cuatro de ordenado– está convencido de que esto es lo que Dios le está pidiendo en este momento, “pues al final de cuentas –dice– para eso me hice sacerdote: para administrar los Sacramentos, para administrar la gracia, y estar ahí donde Dios quiere”.
De hecho, fue en esta Pascua cuando decidió hacer una pausa en su ministerio de las redes sociales. “Desde hace algunos meses venía queriendo bajar mi ritmo de trabajo en las redes sociales; sin duda eso es algo que me gusta, que me apasiona, pero creo que Dios me estaba pidiendo otra cosa en este momento: y es justamente esto”.
En julio del año pasado, el padre José Luis González visitó al Papa Francisco, a quien le explicó cómo desempeñaba su ministerio en las redes sociales, e incluso, le hizo un truco de magia con corazones de papel, que dejó sorprendido al pontífice.