El Papa Francisco señaló que “el Amor de Dios es siempre sembrar amor y hacer crecer al pueblo”. Así lo dijo el Santo Padre durante la Misa celebrada este 30 de septiembre en la Casa Santa Marta
En su predicación matutina de este lunes, el Pontífice exhortó a decir “no a la cultura del descarte” y animó una vez más a cuidar de los jóvenes y de los ancianos.
“Me dan ganas de decir, disculpen, a ustedes, los párrocos, cuando por la noche hacen su examen de conciencia, pregúntense lo siguiente: ¿Cómo me he comportado hoy con los niños y los ancianos? Nos ayudará”, afirmó el Papa.
Al reflexionar en el pasaje bíblico del profeta Zacarías, el Pontífice destacó la importancia de los niños y de los ancianos en las familias y en la sociedad porque son claros «signos de la presencia del Señor» con su pueblo, una «presencia que nos hace más humanos» y nos hace «maduros».
“El signo de la vida, el signo del respeto por la vida, del amor por la vida, el signo de hacer crecer la vida… es el signo de la presencia de Dios en nuestras comunidades y también el signo de la presencia de Dios que hace madurar a un pueblo cuando hay ancianos. Esto es hermoso: ‘Se sentarán todavía en las plazas de Jerusalén, cada uno con el bastón en la mano, debido a su longevidad’, es una señal…Es la señal, cuando un pueblo se preocupa por los ancianos y los niños, los tiene como su tesoro, es signo de la presencia de Dios, es la promesa de un futuro”, expresó Francisco.
En esta línea, el Santo Padre animó a impulsar el intercambio recíproco entre los ancianos y los jóvenes, para ir en contra de la difundida cultura del descarte, una “ruina” que nos hace “devolver al remitente” a los niños que llegan o nos hace adoptar como “criterio” el de encerrar a los mayores en las residencias de ancianos porque “no producen”, “porque impiden la vida normal”.
“Cuando un país envejece y no hay niños, no se ven cochecitos de niños en las calles, no se ven a las mujeres embarazadas: ‘Un niño, mejor no…’. Cuando se lee que en ese país hay más jubilados que trabajadores. ¡Es trágico! Y cuántos países hoy en día están empezando a vivir este invierno demográfico. Y cuando se descuidan a los ancianos se pierde – digámoslo sin vergüenza – la tradición, la tradición que no es un museo de cosas viejas, es la garantía del futuro, es el jugo de las raíces que hace crecer el árbol y da flores y frutos. Es una sociedad estéril para ambas partes y por eso termina mal”, advirtió el Pontífice.
Para contrarrestar este fenómeno, el Papa Francisco explicó que está el corazón del mensaje de Dios, que es “la cultura de la esperanza” que está representada precisamente por “ancianos y jóvenes” y añadió que ellos son la certeza de la supervivencia de “un país, de una patria y de la Iglesia”.
Finalmente, el Pontífice recordó algunos de sus viajes apostólicos en donde los adultos levantan a sus hijos para que el Papa los bendiga y lo hacen como para mostrar sus propias “joyas”, una imagen que debe hacernos reflexionar:
“No me olvido de esa ancianita en la plaza central de Iași, en Rumania, cuando esta abuela me miró – era como las abuelas rumanas, con el velo – me miró, tenía a su nieto en brazos y me lo mostraba, como diciendo: ‘Ésta es mi victoria, éste es mi triunfo’. Esa imagen, que ha dado la vuelta al mundo, nos dice más que esta predicación”, concluyó el Papa.