Como preparativo a la visita del Santo Padre Francisco a México, y muy posiblemente a Ciudad Juárez, presentamos en esta sección catequesis sobre la figura del Papa, el pensamiento de Francisco, qué esperamos de su visita y qué tanto nos conoce…
Que el Papa es el Vicario de Cristo significa que hace sus veces en la tierra, que actúa en su lugar.
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo. No hay otro Salvador sino Él, que merece todo el poder y la gloria: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos y en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,10-11).
Sin embargo, Jesús como verdadero hombre, sabía que su misión en la tierra estaba limitada por su humanidad, aunque como verdadero Dios tenía el poder de permanecer siempre entre nosotros. “Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
Con Nosotros
Para estar con nosotros siempre como Él nos prometió envió al Espíritu Santo, desde el seno del Padre. El Espíritu Santo, es quien vivifica y hace presente a Jesucristo en medio de los suyos hasta el fin del mundo, y así continúa guiando a su Iglesia hasta la consumación de los tiempos. Este mismo Espíritu habita en nosotros. La Iglesia es la comunidad del Espíritu, pues en ella vive Jesucristo. “Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté siempre con ustedes”. (Jn 14,16)
En la Iglesia, enriquecida por el Espíritu, Jesús se hace presente de manera especial en los pobres (Mt 25, 35-40), en los niños (Mt 18,5), en cada persona (Mt 10,40) y en cada 4 comunidad que invoque su nombre (Mt 18,20); todas estas presencias nacen de la acción del Espíritu Santo.
Sucesor de Pedro
Cuando Jesús habitó con nosotros, de entre sus discípulos, eligió a doce apóstoles. A Pedro le dio el apelativo de roca y su encomienda sería la de ser el sostén de la fe de sus hermanos de la unidad de la comunidad. “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no podrá con ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. (Mt 16, 18-19.
Después los mismos apóstoles, por la imposición de sus manos, gesto esencial de la transmisión de la autoridad apostólica, concedieron este servicio a sus sucesores, los obispos. De entre ellos, quien ha recibido la encomienda de ser punto de unión y de fraternidad por excelencia, es el Papa, obispo de Roma, sucesor del apóstol Pedro.
“Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero. Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas”. (Jn 21,17) Pedro fue a Roma para anunciar la buena nueva, murió mártir, en el circo de Nerón y fue sepultado en la colina del Vaticano. Desde entonces, a lo largo de los siglos en una sucesión sin interrupción, el Obispo de Roma, el Papa es Pedro entre nosotros, el Vicario de Cristo.