Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con todo afecto y cariño, siempre buscando esa comunión, ese diálogo compartiendo unas palabras de reflexión para cada uno de ustedes.
Un nuevo domingo, día del Señor que Dios nos regala para convivir en familia, en la fe, celebrar su Palabra, alimentarnos de Él. Como decían los antiguos, sin el domingo ¡no podemos! Así debe ser la actitud dominical.
Lo más importante del domingo es encontrarnos con Él, sobre todo en la celebración Eucarística, y este domingo celebramos el Día del padre. Ciertamente contemplamos a Dios, que es Padre, como escuchamos también el domingo pasado: Dios Padre clemente, compasivo, paciente, fiel, misericordioso. Es un Padre bueno, es el modelo para todo papá, para todo padre de familia que recibe este don de la paternidad, de ser padres.
Y que a ejemplo de nuestro Padre Dios, ustedes papás, están llamados a no sólo dar la vida, a engendrar un hijo, sino formarlo, educarlo, acompañarlo con amor, con misericordia, con valores, con mucha fe, con mucha paciencia, inculcándole el ir a misa, llevando una vida de fe y de amor.
Ustedes como papás tienen algo maravilloso, tienen un don maravilloso, un don extraordinario. Ciertamente de repente se exalta la figura materna por el corazón, por la mamá, que la sentimos muy cercana, pero yo creo que la figura paterna debe ser muy importante. Y cuando el papá está presente plenamente en la familia, con los hijos, eso también marca a los hijos en la formación, en el carácter, en el trabajo, en la disciplina, en el amor. Incluso cuando un papá también se acerca a Dios, es un hombre de Dios, eso es fundamental para la formación cristiana de los hijos.
En el evangelio de este domingo comienza diciendo Jesús: “la mies es mucha, los trabajadores son pocos” y comienza a narrarnos la elección de los doce apóstoles, y va nombrando el nombre de cada uno de ellos. Llamó a Pedro, llamó a Juan, llamó a Mateo, etcétera. Los llamó a que estuvieran con Él, a que lo acompañaran, a que fueran sus testigos, escucharan sus palabras, vieran sus milagros, aprendieran de Él todo. Y los envía a trabajar en la viña del Señor. El Señor sigue llamando a muchos a colaborar en la mies, la mies es mucha.
Yo decía con mis sacerdotes el martes pasado, que en nuestra Diócesis de Ciudad Juárez hay mucho trabajo, es una diócesis grande, enorme. Todas las parroquias tienen, los párrocos, mucho trabajo con los grupos. Gracias a Dios hay mucho trabajo por hacer y no solamente Dios llama a algunos a ser sacerdotes, presbíteros o diáconos o consagrados, religiosos, religiosas. También llama a los laicos. A ustedes laicos también el Señor los llama a colaborar en la mies, en la Viña del Señor: catequistas, jóvenes, misioneros, del canto, la liturgia, pastoral social etcétera. El Señor les llama a trabajar en la viña del Señor. Escuchen el llamado y con docilidad, con prontitud, con buena disposición colaboren para anunciar el evangelio y seguir construyendo juntos el Reino de Dios.
Y dentro de este llamado volvemos al tema inicial, pues, el llamado a ser papá. A ustedes papás Dios los llama, los llama sí, a la mies propia de su familia, a su propia familia. Ahí está su primera misión al ser papás, junto con sus esposas, cada uno como matrimonio. El papá debe trabajar en la viña, trabajar en las mies, que son sus hijos, sus esposas. Ahí trabajen con alegría, con gozo, con determinación, pero también con su ejemplo y testimonio paradar fortalecimiento a la Iglesia en la pastoral.
Es muy bonito que los padres de familia, yo lo veo en las parroquias, veo que se acercan los matrimonios, los hombres, los señores trabajando con mucho empeño. ¡qué bueno que haya muchos matrimonios! ¡qué bueno que haya muchos hombres papás trabajando en la pastoral, trabajando en la viña del Señor!
Queridos hermanos, ante la palabra de Dios que nos invita hoy a la experiencia del amor. Dios nos ama. La fuente de todo apostolado, de toda vocación, de nuestra vida cristiana, la fuente de un papá en su vocación paternal es el amor de Dios. Es la fuente. Acudamos a la fuente de amor que es Dios Padre, para cada uno según su propia vocación, ejerzamos esa vocación con alegría, con gozo, en una actitud siempre de servicio.
Ustedes papás son llamados, son partícipes de la paternidad divina y están llamados a vivir en el amor, dar amor, construir su familia en el amor.
Que todos valoremos y apreciemos a nuestros papás, y ustedes papás, en primer lugar, valoren su vocación, dignifiquen su vocación de padres y sigan trabajando, santificándose y santificando el ambiente en sus propias familias.
Que el señor les bendiga y les fortalezca a todos y como siempre les envío mi bendición. La bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Amén.