Carlos recibió en este Año de la Misericordia el más grande gesto de amor de parte de Dios al ser liberado de culpa y del encarcelamiento en el que estuvo tres años injustamente.
Después de vivir una vida materialista donde su trabajo y el dinero lo fue alejando de su familia, Carlos Chávez Delgado, descubrió en el CERESO su misión de vida, al compartir con los demás internos la Palabra de Dios.
En el ex convicto se hizo presente la misericordia de Dios al concederle no sólo su libertad sino también la absolución total del delito que se le acusó.
Carlos compartió con Presencia su testimonio ya que su madre se lo prometió a Dios cuando pidió la intercesión de San Juan Pablo II y María Santísima para que rescataran a su hijo de su falta de libertad, no sólo física, sino espiritual.
Aquí su historia.
Los hechos
Después de trabajar para una empresa bancaria durante 29 años, en el año 2012 Carlos fue injustamente acusado de robo ya que dicha empresa pretendía sacarlo de la empresa sin pagar el finiquito correspondiente.
“Entré como mensajero, empecé ganando bien y desatendí mis estudios. Llegué a ser subdirector del banco pero al no tener los estudios requeridos fui despedido. Para ese entonces ya era un hombre 100 por ciento materialista y negado a perder lo que tantos años había ganado, los demandé”, compartió Carlos.
Fue entonces cuando la empresa lo acusó de robo por una cantidad similar al finiquito que debían pagarle al demandante.
A los seis meses de la demanda Carlos fue detenido y llevado al entonces Cereso municipal sin ninguna garantía ni oportunidad de defensa, pues no contaba con dinero para ello.
“Estuve 99 días en el Cereso pero para mí fue muy difícil. Para salir me dieron una fianza de 5 millones de pesos, inalcanzable, pero mi familia y yo nos pusimos a orar por intercesión de Juan Pablo II, de María Santísima y nuestro Señor Jesucristo. Días después la fianza bajó a 60 mil pesos a pagar ese día que me notificaron el monto”, agregó el entrevistado.
La familia y amigos de Carlos lograron reunir la cantidad y Carlos salió libre bajo fianza, teniendo que acudir al juzgado a firmar semanalmente. En este tiempo el juez que llevaba su caso se declaró incompetente y lo dejó, mientras que su abogado dijo no era necesario un amparo.
“En el banco cambiaron la tipificación del delito de robo a fraude y el fraude es delito de fuero federal. Me detuvieron nuevamente el lunes siguiente al Domingo de Resurrección del 2013”, recordó.
Fortalecido por Dios
Reingresar fue para Carlos muy triste, pues aunque fue educado en la fe por su mamá, no pudo evitar cuestionar su situación. Sin embargo su fe nuevamente lo levantó de la angustia.
“Fue un proceso lento y difícil pero siempre fortalecido por Dios. Adentro tuve una conversión gracias a mi madre que me educó en la fe. Hubo momentos en que me ganaba la desesperación pero me puse a orar y a pedir a Dios que me iluminara. Empecé a leer el Nuevo Testamento, y después la Biblia”, dijo el entrevistado.
Carlos encontró en la Palabra de Dios la fortaleza que necesitaba para sobrellevar ese proceso de dolor y lo compartió con sus demás compañeros predicándoles la Buena Nueva e invitándolos a orar.
“Todos los sábados a las 9:30 de la noche, en el cambio de guardia, invité a orar por intercesión de Juan Pablo II, María Santísima y la Santísima Trinidad para pedir por la libertad de los presos, la sanación de los enfermos y la unión de familias separadas”, compartió.
Carlos hizo la invitación a presos de otros pasillos a unirse a la oración, fueran de la religión que fueran y, dijo, al año de esa campaña, en todos los módulos oraban, y unidos a ellos su madre y su familia lo hacían en sus casas.
“A pesar lo difícil que es estar en el Cereso, estoy convencido que con la Palabra de Dios obtuve su protección. Adentro hay mucha violencia, sin embargo nunca nadie me atacó. Con nuestras oraciones la violencia en el penal disminuyó y me di cuenta que la oración, que la fe y la Palabra de Dios son cosas que mueven al mundo”, dijo convencido.
Agradecido y comprometido
Carlos salió del penal el cuatro de agosto de este año, y a pesar de que padeció tres años pagando por un delito que no cometió, desistió demandar a sus acusadores, pues más que el dinero que pueda obtener, reconoció que Dios le da más de lo que pueda ganar con una demanda.
“En este Año de la Misericordia mi padre Dios me dio la libertad. Hoy me doy cuenta que Dios es grande en misericordia, Él me hizo partícipe de ella”, expresó.
Motivado por su mamá que ofreció publicar su testimonio en Presencia cuando el saliera de la cárcel, Carlos ofreció, además de eso, orar todo los días de su vida por los presos y los enfermos y hacerse acompañar al menos una vez cada quince días por su familia para orar, además de disfrutar cada día de su vida.
“Si le dedicamos a Dios nuestro día desde que abrimos los ojos, nos irá de maravilla. Hoy disfruto cada momento, cada día. Cuando vivía en un mundo de dinero, no tenía tiempo de estar en mi casa, el trabajo me absorbía, pero ya no quiero perderme en los afanes del mundo”, expresó.
Y concluyó: “Los invito a que nos acerquemos a mi Padre Dios, la única salvación es la de mi Padre Dios, aprendamos que su voluntad, por más dura que parezca, nunca nos va a llevar a donde su gracia no nos alcance”.
El poder de la oración de una madre
“Para mi fueron muchos años, aunque solo fueron tres de su condena. Le prometí a san Juan Pablo II que ayudara a mi hijo a salir sin culpa, Dios no necesita millones para sacar un preso, Él tiene el poder”.
“Estoy muy agradecida porque me hizo el favor de sacar a mi hijo, pensaba que me iba a morir sin verlo libre, pero gracias a Dios y a san Juan Pablo II salió. Doy testimonio del amor tan grande que el Señor nos tiene”.
María Concepción Delgado, mamá de Carlos