Mtra. María Fidelia Luna Robles/ Coordinadora de la Dimensión Diocesana para el Cuidado Integral de la Creación
En un contexto global cada vez más perjudicado por los efectos adversos del cambio climático, la plantación de árboles surge como una de las estrategias más efectivas y sostenibles para mitigar sus consecuencias. Además de su capacidad para capturar dióxido de carbono (CO₂), los árboles contribuyen a la regulación del ciclo hidrológico, favoreciendo la generación de lluvias y mejorando las condiciones climáticas locales.
Por estas razones, promover la plantación de árboles en las ciudades, la reforestación en áreas rurales y el cuidado de los bosques, debe ser una prioridad en las políticas ambientales actuales.
Regalos
Uno de los principales aportes de los árboles, es su función como sumideros de carbono. Los árboles actúan como sumideros por su función vital principal, que es la fotosíntesis (proceso por el que captan CO2 de la atmósfera y con la ayuda de la luz solar lo utilizan en la elaboración de moléculas sencillas de azúcares). Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, 2022), los ecosistemas forestales absorben alrededor del 30% de las emisiones globales de CO₂ producidas por la quema de combustibles fósiles y cambios en el uso del suelo. Esta capacidad de captura de carbono convierte a los árboles en aliados clave para reducir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, lo que contribuye a frenar el calentamiento global.
Además, las zonas territoriales cubiertas de bosque influyen directamente en los patrones de lluvia. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, 2018), los bosques liberan vapor de agua a través de la transpiración de las hojas, un proceso que favorece la formación de nubes y, en consecuencia, la precipitación (fenómeno que incluye lluvia, llovizna, nieve, aguanieve y granizo). En regiones deforestadas, este ciclo se ve interrumpido, provocando sequías más severas y una disminución en la
disponibilidad de agua. Por el contrario, la reforestación puede restaurar estos equilibrios naturales y contribuir al retorno de las lluvias.
Laudato Si
La Encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco destaca la estrecha relación entre la deforestación y los efectos del cambio climático; así como, la importancia de los árboles y los bosques para el equilibrio ecológico. En el número 23, se advierte que la acumulación de gases como el dióxido de carbono, causada en parte por la deforestación, contribuye significativamente al calentamiento global; por lo que, conservar y plantar árboles se convierte en una acción urgente y necesaria. Asimismo, en el número 24, se establece que muchas de las regiones con mayor escasez de agua coinciden con áreas que han sufrido una alta pérdida de selvas; lo que sugiere, que los árboles cumplen una función clave en el ciclo del agua y, por ende, en la propiciación de la lluvia. Además, el documento subraya en el número 32 el valor intrínseco de los bosques como fuentes de vida y como guardianes de la biodiversidad.
Desde esta perspectiva, el cuidado y la reforestación de zonas naturales no sólo benefician al clima, sino que son también una expresión concreta de la conversión ecológica que la Iglesia propone como parte de su compromiso con la casa común.
Herramienta poderosa
A nivel local, iniciativas de plantación de árboles han demostrado efectos positivos en la recuperación climática. Un ejemplo destacado es el proyecto “The Great Green Wall” en África, donde más de veinte países colaboran en la restauración de paisajes degradados mediante la plantación de árboles. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 2021), esta iniciativa ha logrado mejorar la fertilidad del suelo, aumentar la humedad
ambiental y reducir la erosión, creando condiciones más favorables para la agricultura y la vida
humana.
En conclusión, la plantación de árboles representa una herramienta poderosa y accesible para
mitigar los efectos del cambio climático y favorecer la generación de lluvias. Las evidencias científicas y los ejemplos prácticos a nivel global respaldan su efectividad. Invertir en bosques no solo es un acto de restauración ambiental, sino también una apuesta por un futuro más justo y habitable para las próximas generaciones.