Diana Adriano
“Más vale estar resguardados en nuestras casas, que en el panteón”.
Es la reflexión que hace don Armando Carreón, un feligrés de la parroquia Jesús El Salvador, quien vio la muerte muy cerca al enfermar de Covid hace apenas unas semanas.
“Sin duda volví a nacer, pues Dios me regaló una nueva oportunidad de ser”, dijo vía telefónica mientras sigue su recuperación en casa, al cuidado de sus hijos que también lo vieron a un paso de la muerte.
Sin embargo al ser una familia devota, pusieron en manos de Dios la vida de don Armando, quien se debatió entre la vida y la muerte
Contagiado
En el mes de septiembre, Armando comenzó a sentir síntomas relacionados con el Covid-19. Al momento de acudir al hospital, no fue recibido, al no presentar prueba positiva.
“Al principio los síntomas eran muy leves, pero como iban avanzando los días, mis síntomas se iban agravando, fue así que mi familia me llevó al Centro Médico con un doctor internista y me realizó estudios”, contó.
“Tenía un problema muy grave con la oxigenación y al ver que no había mejoría me llevaron nuevamente al hospital. Los doctores dieron la instrucción de internarme”, comentó.
Armando recordó que quizá pudo contraer el virus en su trabajo, pues a pesar de cumplir con las normas de seguridad, tenía contacto con diversas personas de muchas partes, ya que trabaja en una Agencia Aduanal.
“Cuando me ingresaron al hospital, inmediatamente me colocaron oxígeno, suero y medicamentos para que me pudiera estabilizar. Vi la muerte muy cerca”, relató, aún consciente de que la vida no termina con la muerte terrenal.
«El Covid me enseñó a valorar cada día que paso. Y nos ha mostrado que todos somos vulnerables y no somos indestructibles, cosa que algunas personas piensan y por eso andan por las calles sin su cubrebocas o realizando fiestas», dijo.
Muerte en el hospital
Durante las dos semanas que estuvo internado, Armando hizo buenos amigos, algunos igual de enfermos que él.
“Yo estuve muy grave, pero siempre clamaba a Dios y le pedía por mi sanación y la de mis compañeros de cuarto. Yo les les daba ánimos, aunque finalmente unos murieron”, relató agradecido también con la atención de los médicos, enfermeras, camilleros.
Hoy que puede mirar atrás, ve la muerte de diferente manera:
«Este suceso me ha permitido ver la muerte de manera más cercana, no teniendo miedo de lo que pase después de morir, pues lo dijo el Papa Francisco: la muerte es esperanza porque es un encuentro con Dios.
Nadie tiene el tiempo comprado, por eso aprovecharé cada día vivir como Dios manda, estando en unión con la familia y mi prójimo, porque el día que me lleve a su encuentro quiero que el Señor me mire a los ojos y vea que hice las cosas bien», dijo.
Nueva vida
Seguro de que su vida hoy es un milagro, don Armando está convencido que todo fue, además de gracias al trabajo del personal médico, también gracias a la oración.
“Yo entregué mi vida completamente a Dios y confiaba en Él y en su misericordia, pero también le echaba ganas. Yo miraba que muchas de las personas que entraban al mismo piso, se decaían y no ponían de sí mismas, haciendo su recuperación más difícil”, explicó.
“Sin duda volví a nacer, Dios me regalo una nueva oportunidad de ser”, dijo.
Ofreció oraciones y solidaridad a las personas que han perdido a un ser querido por el Covid:
«El duelo siempre es muy duro, pero tenemos que rodearnos de nuestra familia, los miembros de nuestra comunidad y apoyarnos de ellos, siempre habrá personas buenas que nos quieran tender una mano».