Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Buen domingo, queridos hermanos, deseo se encuentren bien hoy en este domingo, que coincide con la Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, dos grandes apóstoles, pilares de la Iglesia, que mucho nos enseñan.
Quiero partir del Evangelio de San Juan, donde Jesús tiene un diálogo muy intenso, muy bonito, muy fuerte con Simón, un diálogo que debemos hacerlo vida nosotros, en mi caso como obispo, me interpela, me motiva, me anima. Jesús le pregunta a Pedro, Simón, ¿me amas? ¡Qué pregunta tan fuerte y tan directa! Cuántos de nosotros, entre novios o esposos, por ejemplo, preguntamos ¿Me amas?
Simón, con toda tranquilidad, responde ‘Sí Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero’.
Entonces le responde Jesús: ‘Apacienta a mis ovejas’
Son importantes, primero la pregunta y luego la respuesta tajante y firme de Pedro. Y luego la misión encomendada: ‘apacienta a mis ovejas’.
A cada uno de nosotros Jesús nos pregunta ¿me amas de veras? …y todos le vamos a responder igual: ‘tú sabes que te quiero’. Y todos tenemos una misión. En mi caso, Dios me confía que apaciente estas ovejas de Ciudad Juárez, que no son mías, lo son en cierto modo, pero son de Jesús, son del Señor.
Aquí lo interesante es que Jesús pregunta por segunda vez ‘Simón, ¿me amas?’ ¡Ah, caray!, ¿por qué me lo pregunta por segunda vez? Pero igual Pedro le responde, ‘Sí Señor, tú sabes que te quiero’. Entonces ahora dice: pastorea a mis ovejas. Pastorear es acompañar, guiar a las ovejas. Pero lo más fuerte es que por tercera vez le vuelve a preguntar Jesús a Simón ¿me quieres? Y aquí es donde ya Pedro -dice el texto- se entristeció.
¿Qué estaba pensando Jesús? Dicen los que estudian las Sagradas Escrituras que era un anuncio de las negaciones de Pedro, que lo negó tres veces, y por eso le pregunta tres veces ¿me amas?
Entonces, hermanos, son tres preguntas que hoy también Jesús nos hace a mí y a ti, ¿me amas? ¿Amo a Jesús, amo al Señor de verdad?, o nada más de los labios para afuera, nada más por quedar bien. ¿O lo amo de corazón, con sinceridad? Claro que somos frágiles, pecadores y le fallamos, pero lo importante es qué hay en mi corazón y en mi vida para responderle a Jesús: Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero, que te amo.
Ojalá que cada uno sienta la pregunta o las preguntas que le hizo Jesús a Simón, aplicarlas de manera personal y darle una respuesta de fidelidad, de amor, de entrega. A mí me pide apacentar este rebaño que me ha confiado como obispo de Ciudad Juárez.
Luego le dice ‘cuando eras joven, tú ibas y venías, hacías todo lo que querías, pero cuando ya seas grande, otro te llevará. De esta manera le enseña o le anuncia el martirio, que va a morir, que va a entregarle también su vida, y al final, la palabra fuerte ¡Sígueme!
No es fácil seguir a Jesús, no es fácil desprendernos de tantas cosas y seguir con fidelidad a Cristo. Todos estamos llamados a seguir, a entregarnos, a amarlo. Pedirle a Dios que nos dé la gracia, la fuerza para vivir esa entrega, esa generosidad, igual como Pedro, a quien puso al frente, le entregó las llaves del Reino.
Y Pablo, un gran apóstol que sabemos que primero perseguía a los cristianos, pero viene un cambio, una conversión, recibe la gracia, Dios lo había elegido y así da testimonio Pablo, quien dice que el evangelio que he predicado no viene de los hombres, sino viene de Jesucristo, quien se lo ha revelado.
Estén abiertos como Pablo a un cambio, a una conversión. Claro, en el caso de Pablo fue una presencia extraordinaria, maravillosa, pero a ti también cada día el Señor se te revela, te habla, te pide que cambies, que seas mejor. Siempre hay un llamado a la conversión, para luego predicar a Jesús, para dar testimonio de nuestra fe, para anunciar la salvación.
Hoy somos apóstoles también tú y yo, con la enseñanza de Pedro: valiente, entregado, enjundioso y Pablo con su sabiduría, con su claridad, con su inteligencia; uno entre los judíos, otro entre los paganos. Que nosotros también vayamos, prediquemos la salvación, que Cristo es nuestro Salvador, que lo anunciemos en clave de amor, en clave de caridad, en clave de alegría.
Que el Señor nos ayude, nos fortalezca y que en esta fiesta solemnísima de San Pedro y San Pablo renueve nuestra fe y nos lance a ser verdaderos apóstoles de Cristo.
La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo permanezca siempre con ustedes. Un abrazo. Cuídense mucho.