Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucho amor de padre y pastor. Deseo se encuentren muy bien. Domingo décimo segundo del Tiempo Ordinario. Pasaron las fiestas del Corpus, el Sagrado Corazón de Jesús y siempre es importante renovar nuestra fe ahora en el tiempo ordinario.
Las tres lecturas de este domingo son muy bellísimas. Quiero partir de la lectura del evangelio que es riquísima paso por paso. Primero, el versículo 18 dice que Jesús hace oración. Se encuentra orando a solas. Sus discípulos cerca de Él, no sé si oraban con él, si hacían ellos oración o no, pero Jesús estaba haciendo oración. ¡Cómo es importante, queridos hermanos, la oración! Jesús hace oración en momentos muy importantes de su vida. Cuando va a tomar una determinación, una decisión importante.
Es la primera enseñanza: la oración. Es triste hoy escuchar: no sé rezar. No, no hago oración.
No tengo tiempo para rezar, tengo tantas cosas que hacer. Hemos perdido el sentido de la oración. Por eso, la primera enseñanza que nos deja el Evangelio es orar, retirarnos en silencio, buscar esos momentos al caer la tarde, en mi cuarto, cuando vaya de camino al trabajo, voy al templo, voy ante el Santísimo.
Porque es importante encontrarnos con Dios para agradecerle, para pedirle perdón, para pedirle su luz, su ayuda, su intercesión para toda la vida, pero particularmente para momentos determinantes en nuestra vida diaria.
Segundo aspecto del texto, la identidad de Jesús. ¿Quién es Jesús? Jesús pregunta a sus discípulos, ¿Quién dice la gente que soy yo? Lo comparan con Juan del Bautista, con Elías u otro profeta. Lo comparan con profetas reconocidos por el pueblo de Israel. Pero luego viene la pregunta clave que nos hace a nosotros como se la hizo a los apóstoles, a los discípulos. ¿Ustedes quién dicen que soy yo? Una pregunta importantísima.
Primero, la identidad de Jesús. ¿Quién es Jesús? La respuesta de Pedro es la primera confesión de fe. ‘Tú eres el Cristo de Dios, tú eres el ungido, tú eres el Mesías, tú eres el Hijo de Dios’.
Para ti, ¿quién es Jesús? No basta tener un conocimiento doctrinal, saber doctrinalmente quién es Jesús, sino que es importante una confesión de fe. Saber quién es Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías. Creo, te sigo, soy tu discípulo, te amo, eres lo primero para mí, tú eres el Mesías.
Por eso ¿Qué le vamos a responder a Jesús?
Tercer momento del texto del Evangelio. Jesús comienza a anunciar su Pasión. Dice: ‘Es necesario que el Hijo del Hombre -otra definición que Jesús hace de sí mismo- va a padecer, va a sufrir, va a morir en la cruz y va a resucitar’. Anuncia a Jesús su Pasión, su Muerte. El decir tú eres Jesús, tú eres el Mesías, te quiero, te amo, implica un seguimiento, implica abrazar la cruz, implica conocer a Jesús desde la cruz, desde la Pasión y todo el Misterio Pascual. Que nosotros aprendamos a caminar con Jesús, a seguir a Jesús.
Por eso después del anuncio viene la invitación al discipulado. Nos invita Jesús a seguirlo y pone las condiciones del seguimiento: dejarlo todo, dejar mi egoísmo, dejar mi soberbia, dejar de buscarme a mí mismo, tomar la cruz de cada día y seguir.
Entonces el Evangelio nos invita a orar, a saber quién es Jesús, pero también me invita a mi propia identidad de discípulo, a saber que estoy llamado a seguir a Jesús. Por eso el texto de San Lucas de este domingo es muy, muy bello, muy importante.
Nos dice San Pablo en la segunda lectura de los Gálatas, todos ustedes son hijos de Dios, por la fe en Cristo Jesús. Que esa fe sea auténtica, una fe bien formada, una fe que se alimenta en la oración, en la Eucaristía, una fe que me invita a seguir a Jesús.
Y le pedimos a Dios -del profeta Zacarías- que derrame en nosotros su gracia, un espíritu de piedad, un espíritu de compasión. Y decimos en la oración coleta: concédenos, Señor, vivir en el amor: el que ora, el que sabe quién es Jesús y el que sabe quién soy yo como discípulo, para así cumplir el mandamiento del amor.
Queridos hermanos, tengan un domingo maravilloso, una semana llena de alegrías y satisfacciones, cuenten con mi oración y mi cariño. Un abrazo para todos y la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, permanezca siempre con ustedes. Cuídense mucho.