Ana María Ibarra
En el marco del Año Jubilar, la congregación de Hermanas Misioneras de María Dolorosa vivió con esperanza y alegría la profesión religiosa de la hermana Minerva Ortiz Esparza. La celebración se realizó el pasado sábado 01 de marzo en la capilla de San Antonio de Padua y fue presidida por monseñor J. Guadalupe Torres Campos, obispo de Ciudad Juárez.
Consagrada
Acompañada de sus padres y familiares, así como amigos y bienhechores de la congregación, la hermana Minerva Ortiz Esparza se consagró libremente a Dios unida a la congregación de Hermanas Misioneras de María Dolorosa.
Primeramente fue llamada por la maestra de novicias, la hermana Maura Justina Paz y al ser interrogada por el obispo, pidió la misericordia de Dios y la gracia de servirlo en la congregación.
En su homilía, monseñor Torres resaltó que Dios sigue llamando.
“Así como a Samuel, hoy Dios pronuncia tu nombre, llama a tu corazón, y espera respuesta con gratitud, con alegría, con firmeza. Minerva, Dios te ha ido formando con amor, con ternura con delicadeza”, expresó el obispo a la hermana Minerva, a quien pidió siempre estar dispuesta para escuchar a Dios y hacer su voluntad.
“Das un paso importante al consagrarte. Dios te ama y te ha mostrado su infinita misericordia. Te corresponde servir a Dios en esta familia, en esta realidad. No caminas sola, somos pueblo, somos comunidad, vamos caminando juntos. La fuerza del Espíritu te sostiene. Tienes la oración de la comunidad”, abundó.
Rito de profesión
La hermana Minerva se puso de pie para ser interrogada nuevamente por el señor obispo, e hizo sus votos de castidad, pobreza y obediencia delante del pueblo y de la superiora general, hermana Nereida Vargas, MMD.
El pueblo se unió en oración con el obispo orando a Dios para que la hermana Minerva pueda llevar a cabo su oblación.
De manos del obispo, la religiosa recibió la Cruz, signo de entrega a Jesucristo; las Constituciones de las Misioneras de María Dolorosa, y el velo, signo de servicio al pueblo de Dios, el cual le fue colocado por la maestra de novicias.
Para concluir el rito de profesión, se realizó la firma del acta de parte del obispo, la recién profesa y la superiora general.
“Hoy se alegra nuestra comunidad cristiana, porque esta hermana se esfuerza por servir a Dios más profundamente”, dijo el obispo.
Bienvenida
Por su parte, la hermana Nereida, superiora general, dio la bienvenida a la hermana Minerva a la congregación y agradeció a Dios por ese acontecimiento.
“Estamos en un momento de la congregación muy especial. Tu consagración es una luz de esperanza, no sé qué nos vaya a pedir Dios a través de ti. Es al pueblo de Dios a quien nos consagramos también”, dijo la superiora.
La hermana Minerva agradeció a los asistentes por haberla acompañado y sostenido en la oración.
“Esto viene de Dios, es por Él y para Él. Agradezco a mis hermanas, al padre Jorge por tantos años de acompañarme. Demos gloria a Dios”, dijo.
Halló plenitud en su vocación
La hermana Minerva, de 30 años de edad, es originaria de Ciudad Juárez.
Su vocación nació en la parroquia San Felipe de Jesús al prestar su servicio en el ministerio de Pastoral Vocacional, Confirmaciones y Liturgia.
“El padre Jorge Ramos me acompañaba. Conocí a la congregación en el asilo San Antonio. En un servicio de confirmaciones trajimos a los muchachos y la madre Teresita Estrada nos dio una charla y preguntó que quién quería ser religiosa y mis compañeros me señalaron, pero dije que no”, compartió la religiosa.
Recordó que en un momento decidió adentrarse más a la congregación y comenzó a frecuentar a la hermana Teresita.
“Fue sorprendente, porque entre más conocía y entre más apostolados tenía, más quería. Con la dirección del padre Jorge, y al conocer más a las hermanas y sus obras, me fui enamorando de la congregación. En ese entonces tenía 17 años”, recordó.
Minerva decidió ingresar a la congregación, pero antes de concluir su noviciado, a los 23 años, decidió dejar la formación.
“Estando fuera, sentí que me faltaba algo. Me gustaba todo lo que hacía. Terminé mi carrera, ejercí, tenía mi novio, pero quería volver. Las hermanas me aceptaron de regreso, ya con 28 años, y después de dos años de noviciado aquí estoy”.
Contenta por la paz que experimenta, la hermana Minerva invitó a las jóvenes a buscar la plenitud y apostar por el estilo de vida consagrada.
“No tengan miedo de buscar plenitud en su vida. Todos y todas merecemos sentirnos plenos. Se requiere mucha valentía, pero de la mano de Dios todo se puede”, motivó.