La caridad se hizo presente esta Cuaresma en la comunidad parroquia de San Vicente de Paúl, donde una servidora sufrió la destrucción de su vivienda por un incendio, pero recibió también un gran regalo de Dios en sus hermanos…
Ana María Ibarra
Un gesto de fraternidad y solidaridad recibió la señora Catalina Espinoza de parte de la comunidad de la parroquia San Vicente de Paúl, pastoreada por el padre Alejandro Martínez, que se unió para apoyarla en la reconstrucción de su vivenda destruída en un incendio.
Doña Cata, como es conocida en la comunidad milagrosamente salvó su vida después del incendio que, eso sí, destruyó la mayor parte de su vivienda al poniente de la ciudad.
Con lágrimas en los ojos, Catita compartió su testimonio de tan lamentable suceso y agradeció a Dios y a su comunidad por el amor que recibió este gesto.
Todo envuelto en llamas
A principios de enero, una noche, Catita se preparaba para la reunión que tendría el día siguiente con padres de niños del catecismo.
Mientras pedía al Niño Dios le auxiliara en esa reunión, encendió dos velas que se encontraban en la Corona de Adviento. Tenía la intención de apagarlas antes de dormir, sin embargo, un dolor en su pierna y cadera la llevó a su cama, donde muy pronto se quedó dormida.
“Cuando desperté vi entre la puerta un vislumbre y pensé que era la televisión. Al abrir la puerta entraron grandes lenguas de fuego que se azotaron contra la pared y la ventana quebrando los vidrios. Mi casa era como infierno, estaba todo envuelto en llamas”, relató la mujer.
Desesperada, Catita comenzó a gritarle a su hijo, quien se encontraba en otra habitación, mientras que ella intentaba abrir la puerta que daba a la calle, acción en la que quemó las palmas de sus manos.
“Le gritaba a la Virgen y a mi Señor que me ayudaran. Le pedí perdón a mi Jesús… luego escuché la voz de mi hijo que me gritaba, no se veía nada por el humo, y empecé a caminar hacia donde escuchaba la voz”, comentó.
Cubriéndose la boca para no absorber el humo, Catita logró llegar a una puerta trasera donde su hijo se encontraba esperándola, mientras con una manguera mojaba el tanque de gas.
Asustada por el incendio, la mujer de 65 años logró brincar una malla mientras sus vecinos la esperaban del otro lado para finalmente salvarla, al subirla por un barranco sosteniéndola de los brazos.
“Yo pensé que los ángeles estaban en el cielo, y no, están aquí en la tierra. Agradezco a toda mi gente hermosa que me ayudó. Salí en poca ropa y ellos me vistieron”, dijo agradecida Doña Catita.
Agradece a Dios
Delfina Flores es vecina y amiga de Catita desde hace más de 25 años, cuando Delfina se integró al grupo de catequesis. Esa noche del incendio, Defina dormía y fue despertada por su hija, quien se encontraba en shock al ver que las llamas consumían la casa de su vecina.
“Fue algo espantoso. Corrimos mi hija y yo a casa de Catita y no veíamos que saliera. No podíamos hacer nada, solo corríamos de un lado a otro. Mi hija empezó a buscar el número de una de las hijas de Catita para avisarle”, recordó Delfina.
Asustada, la mujer sólo gritaba y lloraba al ver que su amiga no salía y luego, al saber que se encontraba bien, agradeció a Dios.
“No he dejado de agradecerle a Dios porque mi amiga está viva. Ahorita vive conmigo y estoy muy feliz por eso. Me estoy mal acostumbrando de que despierto y tengo a mi amiga conmigo, además de que ya tengo el desayuno listo”, dijo entre risas Delfina, quien decidió albergar a su amiga mientras concluye la reconstrucción de su casa, sin que ello causara problema en su familia.
“De mil amores aceptaron que le diéramos alojo. Es como una madre para nosotros, aunque sabemos que tiene que irse algún día a su casa. Siempre hemos trabajado juntas en la parroquia, es buena vecina y buena amiga”, afirmó Delfina.
Comunidad solidaria
Al día siguiente del incendio, el padre Alejandro Martínez recibió la noticia del acontecimiento mientras celebraba misa de ocho de la mañana y pidió a la comunidad ofrecer la misa por Catita.
“Hicimos colecta en la parroquia para ayudarla, también nos apoyó la comunidad de San Mateo, el padre Jaime Melchor y el padre Roberto Ríos”, compartió el padre Alejandro.
Convocados por su párroco, adultos y jóvenes acudieron durante algunos días a limpiar la casa incendiada sacando las pocas pertenencias que quedaron, tumbando el techo antes de que se derrumbara solo, así como el enjarre ahumado.
“Acudimos entre 10 y 15 personas acompañados por el padre y trabajamos una semana en la casa. Se compró material con el donativo de los padres para hacer un cuarto, porque tuvimos que tumbar lo que estaba quemado”, compartió por su parte Manuel González, sacristán de San Vicente.
Por otra parte, Salatiel Ramírez, del grupo de matrimonios, compartió que cuando llegaron a la casa de Catita a darle ánimos quedaron sorprendidos por la magnitud del incendio y todo lo que destruyó, pero sobre todo porque Catita estaba ilesa ya que en su cuarto sólo se salvó del fuego la cama donde ella dormía.
“Damos gracias a Dios porque ella está viva. Lo material va y viene, aunque es triste porque sabemos lo que cuesta construir un hogar y que en unas horas todo quedó destruido”, lamentó Salatiel.
Servidora muy querida
Con más de 36 años en la comunidad, Catita es catequista de la parroquia, y en su amor a Dios y a los niños, inició un grupo de catequesis en un pequeño parque frente a su casa, con niños que no pueden ser llevados al templo por sus papás.
“Catita es de las fundadoras de la parroquia, es una señora muy comprometida, preocupada por la gente, por eso cuando pedí apoyo para ella, todos quisieron ayudar”, dijo el padre Alejandro.
Catita también es ministro extraordinario de Comunión, y cada jueves lo dedica para estar ante el Santísimo Sacramento.
“Estoy feliz de tener una Madre tan grande y misericordiosa como nuestra Madre María. Soy muy feliz trabajando en la parroquia. Soy feliz con mi Señor”, expresó Doña Catita, cuyo amor en el servicio, es testimonio para los demás.
“Estamos muy contentos de apoyarla. Ha sido un ambiente de armonía. Ella ha trabajado mucho por la comunidad y hoy toca a la comunidad trabajar por ella”, dijo el sacristán.
“Catita ha dedicado su tiempo para Dios y la comunidad, para evangelizar a los niños y Dios se da cuenta. Por eso cuando el padre nos convocó respondió mucha gente. Sabemos que Dios la va a recompensar por la fe que tiene… Dios provee”, agregó Salatiel.
Frases…
“Felicito a la comunidad. Este hecho es un medir nuestras fuerzas, les dije que lo tomaran como ejercicios de Cuaresma en este tiempo de caridad. Es bueno que se hayan solidarizado, eso habla de la unidad de la comunidad”.
Pbro. Alejandro Martínez, párroco de San Vicente de Paúl
Yo pensé que los ángeles estaban en el cielo, y no, están aquí en la tierra. Agradezco a toda mi gente hermosa que me ayudó.
Doña Catita