Mons. J. Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo como siempre con todo cariño y amor de padre y pastor. Seguimos en nuestro caminar cuaresmal, cada vez preparándonos con mayor intensidad hacia la celebración de la Pascua del Señor, el encuentro con Cristo victorioso.
Quiero recordar lo que hemos avanzado en estos domingos: en el primer domingo de Cuaresma se nos invita a entrar en el desierto, a disponer nuestra mente, nuestro corazón venciendo la tentación y abriéndonos con plena confianza a Dios nuestro Señor; en el segundo domingo, la experiencia de la transfiguración, cómo Cristo nos da a probar de su gloria, del gozo de la resurrección y nos invita a seguirlo tomando la cruz, vivir la Pasión unidos a Él, para finalmente encontrarnos con el triunfo la resurrección, el gozo de la Pascua; este domingo pasado, el encuentro de Jesús con la samaritana, encuentro de vida, un encuentro que transforma, cómo Jesús da de beber a aquella mujer, quien finalmente le pide: ‘dame de beber’…que nosotros también le pidamos a Jesús de beber.
Luz de Cristo
Hoy en este cuarto domingo de Cuaresma, la Palabra de Dios es muy bella, muy importante. Tocamos el tema de la luz, de la vista, con ocasión del milagro de hoy: el ciego de nacimiento.
Nuevamente Jesús va en el camino y sale al encuentro de los hombres y se encuentra entre otros a un hombre ciego de nacimiento. En él estamos todos representados pues todos estamos en el camino, todos tenemos que aceptar nuestra propias cegueras, pero Jesús viene a tu encuentro para darte luz, para quitarte esa ceguera, devolverte la vista para poder nosotros ver, ver conforme la luz que Cristo nos da como el milagro.
Es muy hermoso: platican tanto los discípulos como el mismo hombre ciego de nacimiento y se preguntan ¿quién peco? ¿él, sus papás? ¿Quién?… y Jesús dice: “nadie”. Esto va a ser para que se manifieste el poder de Dios. Jesús, con la tierra del suelo y con la saliva hace un barro que luego coloca sobre los ojos de aquel hombre. Dinalmente Jesús le dice ve y lávate y aquel hombre obediente, habiendo escuchado a Jesús se levanta y se lava y comienza a ver.
Jesús quiere tocarnos, Jesús nos conoce, Jesús quiere penetrar nuestro corazón y sabe de nuestras cegueras. Yo tengo mis cegueras, tú tienes tus propias cegueras y estas ahí en el camino, tirado, a veces por necedad, por negligencia, por ignorancia, por el pecado. También tenemos nuestras propias cegueras, no vemos más allá de nosotros mismos, nada más me veo a mi mismo, nada más quiero mi propio bien, lo mío, cayendo en un individualismo, cerrándome a mí mismo y no ver a los demás.
Jesús quiere tocarnos con su amor, quiere darnos su luz ¿estamos dispuestos?.
Hoy en este domingo de Cuaresma ¿estoy dispuesto a dejarme tocar por Jesús? ¿estoy dispuesto a cambiar? ¿estoy dispuesto a dejar de ser ciego por mi egoísmo, por mi soberbia, por mi pecado, por mi individualismo y abrirme a la luz de Cristo para ver a Dios? ¿estoy dispuesto a contemplar a Dios, escucharlo, meditar su Palabra vivir en su amor? para luego también salir por el mundo dando testimonio de la luz que el Señor nos da y siendo luz para los demás, ¿queremos cambiar o queremos seguir en las tinieblas?
Hay dos caminos, ¿me quedo en la tiniebla o en la obscuridad o quiero vivir conforme a la luz de Cristo?.
Por eso san Pablo, en la carta a los Efesios, en la segunda lectura, nos dice claramente: “antes eras tiniebla, ahora eres luz en el Señor Jesús”. Que nos demos cuenta por el Bautismo ‘ahora soy luz en Cristo’, pero tengo que reconocer, aceptar querer vivir conforme a la luz de Cristo. Y la invitación de Pablo es también muy clara: caminar como hijos de la luz y que Jesús nos toque, que quite nuestras cegueras y nos unja. Es una invitación a caminar, pero viendo conforme a la luz de Cristo con el compromiso, con la certeza y la firme convicción que sí quiero vivir conforme a la luz de Cristo.
Frutos concretos
Esa actitud me tiene que llevar a frutos muy concretos. Pablo menciona, entre otros, tres muy importantes: la bondad, la justicia y la verdad. Ser luz, ver con los ojos de la luz de Cristo, ser buenos, hacer el bien. Salgamos a hacer el bien, veamos al otro en su enfermedad, en su tristeza, en su situación problemática para hacerle el bien.
La justicia, no sólo la justicia retributiva clásica, de dar a cada quien lo que corresponde. Aquí la justicia es en el sentido de dar la vida, de ofrecer nuestra vida y ser justos conforme a la Salvación, a la gracia de Dios que Él nos ofrece.Vivir conforme la gracia.
También la verdad: decir la verdad, vivir en la verdad, actuar conforme la verdad que es Cristo. Bondad, justicia y verdad son frutos de quienes queremos vivir conforme a la luz. Dice san Pablo, Cristo será tu luz.
Volviendo al texto del evangelio, cuando este hombre comienza a caminar, todos se preguntan ¿que no es este aquel que estaba sentado pidiendo limosna? “sí, sí es”, otros decían, “no, no es el mismo, se le parece”. Es entonces cuando él da testimonio.
Hay dos frases muy importantes de este hombre curado por Jesús que confiesa su fe. Una cuando le preguntan: ¿qué opinas de Él? refiriéndose a Jesús y él dice claramente que es un profeta. Ahí este hombre, que ya ve, reconoce en Jesús un profeta, y más adelantito, platicando con el mismo Jesús se le revela, se le manifiesta como el Mesías. Y confiesa aquel hombre su amor y fe, su querer seguir a Jesús, y se postró ante Él.
Camino cuaresmal
Hermanos, en este caminar cuaresmal que desde un principio se nos invitó a la conversión, volver nuestra vida a Dios y decirle como este hombre el ciego de nacimiento: ‘Señor, creo en ti’ y postrarme ante Él en adoración. Pero ese creer, ese postrarnos ante Él como nos ha dicho san Pablo, nos invita a actitudes bien concretas: ser luz siendo buenos, siendo justos, viviendo en la verdad.
Los fariseos se extrañan se molestan por lo que Jesús hace, Jesús les echa en cara su falta de fe, su egoísmo y se sienten interpelados por Cristo a tal modo que se preguntan enojados ¿también nosotros estamos ciegos?
Esta pregunta con la que Jesús termina el evangelio de hoy, también debemos hacerla para nosotros mismos en este momento de vida. Metiéndome dentro de mí en la reflexión, me puedo preguntar: ¿también yo estoy ciego?
Este tiempo de Cuaresma nos invita a reflexionar sobre nuestras cegueras. Seamos valientes, confrontemos nuestra vida con Cristo y reconozcamos que somos ciegos por tal o cual ceguera. ¿en qué estoy siendo ciego? y al responderme y reconocer mi ceguera, abrirme a la Palabra a Cristo, a la luz.
¡Tócame Señor, creo en ti tócame quítame estas o esta ceguera, dáme tu luz, quiero creer más en ti, quiero conducir mi vida conforme a la luz que tu hoy nos ofreces.
Queridos hermanos, que deveras sigamos creciendo en la fe en este camino cuaresmal, les saludo con afecto de padre y pastor y les mando mi bendición. La bendición de Dios todopoderoso padre, hijo y espíritu santo permanezca siempre con ustedes. Amén.