La semana pasada un joven de 24 años fue sacrificado en Chihuahua como parte de un rito satánico, según la Policía Estatal Única. El joven había ingresado a la secta llamada “Los hijos de Baphomet” y quería ser vampiro. Los satanistas le dijeron que lo podían resucitar como tal, pero nunca supo que antes tenía que ser asesinado. En las grandes ciudades el satanismo es una realidad trágica.
Las sectas condicionan a sus miembros para no creer en el amor y desconfiar de todos; los obligan a matar a sus mascotas como parte de su entrenamiento y los llevan a ejercitarse en prácticas sexuales pervertidas. Pero además los programan mentalmente para hacerle daño a cualquier consejero cristiano que intente ayudarles a salir de su situación. Y en caso de que tengan que hablar de la vida interna de la secta, los disponen a suicidarse. Son jóvenes atrapados por los lobos, ovejas perdidas que nunca tuvieron pastores.