Agencias
Como uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, Miguel Ángel Buonarroti disfrutó de un éxito sin precedentes durante su vida, así como después de ella. Junto con Leonardo da Vinci, Rafael y Tiziano, es considerado una figura clave del renacimiento italiano y millones de personas acuden a ver su obra en Italia cada año.
Desde su icónica escultura del David hasta sus impresionantes frescos en la Capilla Sixtina, el trabajo de Miguel Ángel es verdaderamente histórico. Su apodo, Il Divino (“El divino”) muestra lo amado que era y su éxito es significativo considerando que, en su época, la mayoría de los artistas no disfrutaban de la riqueza ni de la fama mientras vivían. De hecho, Miguel Ángel es el primer artista occidental en tener una biografía publicada durante su vida.
Por siglos hemos admirado su obra, pero el hombre detrás del arte es igual de fascinante. Durante gran parte del siglo XVI, definió el arte y la cultura italiana, sentando las bases que influirían a artistas de las generaciones venideras.
Aquí algunos detalles sobre el hombre que una vez escribió: “La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina”.
- Atrajo atención por cometer fraude en el arte.
En su juventud, Miguel Ángel llamó la atención de algunos mecenas importantes al hacer pasar una de sus propias esculturas como una pieza de la antigua Grecia. Cuando tenía sólo 19 años, esculpió el hoy desparecido Cupido Durmiente y luego trabajó junto con un miembro de la poderosa familia Medici para hacerla pasar por una antigüedad. El joven artista incluso enterró la escultura de mármol y la desenterró para que luciera vieja y desgastada. Durante el Renacimiento italiano, la copia de obras de arte clásicas no era vista como algo malo, sino más bien como una demostración de talento. Así que cuando el Cardenal Raffaele Riario, quien había comprado la obra, descubrió la falsificación, no se molestó. En cambio, invitó a Miguel Ángel a viajar a Roma y trabajar para él. Fue una invitación que catapultó la carrera de Miguel Ángel.
- Era un poeta.
Como buen “hombre renacentista”, Miguel Ángel no era solo un escultor, pintor y arquitecto: también fue un aclamado poeta, escribiendo cientos de sonetos y madrigales. Hechos en un formato parecido a una carta, sus poemas se dirigían a menudo a amigos y contenían reflexiones sobre el amor, dirigidas tanto a hombres como a mujeres. De hecho, debido a la naturaleza homoerótica de algunos de los poemas, los géneros fueron reemplazados cuando su obra fue publicada póstumamente en el siglo XVII. Los poemas de Miguel Ángel fueron muy populares durante la época victoriana.
- Su escultura más famosa fue hecha a partir de un pedazo de mármol desechado.
La escultura del David de Miguel Ángel mide 5 metros de altura y es ampliamente considerada una de las obras maestras del arte renacentista. Fue hecha para adornar uno de los contrafuertes de la catedral principal de Florencia. Trabajar con mármol no era una tarea fácil, ya que el material era caro y fácil de estropear si no era trabajado por un artista habilidoso. El mármol usado para crear el David viene de un bloque era apodado “el gigante” debido a su inmenso tamaño, y originalmente pertenecía a otro artista que iba a crear una escultura para la catedral. Por razones desconocidas, ese artista apenas empezó—y nunca acabó—la escultura, y el bloque de mármol fue abandonado en el patio de la iglesia. Permaneció ahí por casi 40 años. Muchos artistas, incluyendo a Leonardo da Vinci, fueron a evaluar el bloque de mármol, pero fue Miguel Ángel el que sería comisionado para trabajar con “el gigante”. Tenía solo 26 años en ese entonces.
- No le gustaba firmar su trabajo.
Curiosamente, Miguel Ángel sólo firmó una obra de arte con su nombre y fue su primer encargo público. Después de su llegada a Roma, se le pidió que creara La piedad. Esta escena, que representa a la Virgen María en duelo por la pérdida de Jesucristo, que yace sobre su regazo, fue terminada en 1499 y ahora se encuentra en la Basílica de San Pedro. Para mostrar su orgullo por la obra, Miguel Ángel incluyó una cinta en el pecho de la Virgen María, que parece no tener otro propósito que el de incluir su nombre. La cinta lee: “MICHAELA[N]GELUS BONAROTUS FLORENTIN[US] FACIEBA[T](Michelangelo Buonarroti, florentino, hizo esto)”. El biógrafo de Miguel Ángel, Giorgio Vasari, dijo que el artista añadió la firma después de terminar la obra en un ataque de furia al escuchar a alguien atribuir la obra a otro escultor. Fue algo de lo que supuestamente se arrepintió más tarde, jurando que nunca más firmaría otra obra.
En El juicio final utilizó su rostro para representar a San Bartolomé sobre un pedazo de piel desollada.
- No era una persona fácil de tratar.
La increíble visión creativa de Miguel Ángel y su perfeccionismo mental lo convirtieron en un artista célebre incluso durante su vida, pero estas mismas características también sacaban de quicio a la gente. A diferencia de artistas más afables como Rafael, Miguel Ángel no era la persona más amigable. Tal vez por eso no tenía un gran estudio de asistentes, que era la norma en ese momento, prefiriendo hacer el trabajo pesado él mismo.
Tuvo miedo de enfrentarse a figuras importantes cuando sentía que su visión creativa estaba siendo amenazada. Eso incluyó al Papa Julio II, quien obligó al escultor a pintar el techo de la Capilla Sixtina en lugar de centrarse en las esculturas de la tumba del Papa, algo que Miguel Ángel prefería hacer.
Hacer enojar a Miguel Ángel no era una buena idea. Cuando un sacerdote criticó su trabajo en el fresco del Juicio final, este se llevó una desagradable sorpresa al ver la pieza terminada. En un acto de venganza, Miguel Ángel usó el rostro del sacerdote en la figura de Minos.
Esta criatura, que residía en el Infierno, era la que juzgaba a las almas y está representada con dos orejas de burro y una serpiente mordiendo sus genitales. Aunque el sacerdote se quejó con el Papa, se le dijo que desafortunadamente su jurisdicción no se extendía hasta el infierno.
- Era un adicto al trabajo.
“Muchos creen —y yo creo—que he sido designado por Dios para este trabajo. A pesar de mi vejez, no quiero dejarlo; trabajo por amor a Dios y pongo toda mi esperanza en Él”.
Miguel Ángel vivió una larga vida: falleció a los 88 años. A pesar de su vejez, su ritmo de trabajo nunca se detuvo y pasó las últimas décadas de su vida como el arquitecto de la Basílica de San Pedro—llegó a mandar notas a los trabajadores cuando estaba demasiado débil para ir al sitio de construcción.
Trabajó para nueve Papas católicos diferentes, una gran hazaña teniendo en cuenta que la mayoría de los líderes cambiaban de artistas cuando tomaban el poder. A su muerte, dejó un patrimonio valorado en 50,000 florines, el equivalente de entre 35 y 50 millones de dólares en la actualidad. Curiosamente, por muy rico que fuera, Miguel Ángel nunca actuó como tal. Se dice que odiaba bañarse y se enorgullecía de seguir viviendo una vida humilde a pesar de su fortuna.
(Artículo de Sofía Vargas Publicado en My Modern Met en español)