El de la familia Almada es un monumental nacimiento que embellece no sólo el hogar de los padres, sino que alimenta el espíritu en la fe y esperanza por la llegada del Salvador…
Diana Adriano
En el espíritu festivo del Adviento, numerosas parroquias han iniciado la tradicional colocación de sus nacimientos, inspirando a cientos de familias en toda la diócesis a recrear elaboradas representaciones.
La familia Almada, guiada por la herencia de sus padres Teresa y Hugo Almada, quienes ya partieron a la Casa del Padre, honran la memoria de esta herencia y mantienen, por enésimo año consecutivo, la tradición de instalar una enorme recreación la llegada del Niño Jesús a través de su bello nacimiento como emotivo tributo que teje la tradición familiar con la esencia navideña.
Tradición Navideña
Hugo Almada, hijo, compartió con emoción la arraigada tradición navideña que perdura en su familia a lo largo de los años.
«Esta tradición tiene muchos años con mis papás. Desde que vivíamos en otra casa a finales de los 60, ya mis papás ponían un nacimiento bastante grande, menos que este, pero bastante grande», relató en tono nostálgico.
Con una chispa de humor y ternura, Hugo evoca una anécdota memorable.
«Recuerdo que una vez, mis hermanos jugaron a las posaditas en el nacimiento y tiraron una vela. ¡Prendió todo el nacimiento! Poquito más y ya se andaba quemando la casa», compartió.
Luego la familia se mudó a la colonia Hidalgo, donde con mucho cariño continuó la tradición en Adviento-Navidad
“Cuando nos vinimos a esta casa el nacimiento fue creciendo y creciendo. En los años 70’s, mi papá prácticamente cada vez que iba a la Ciudad de México, se traía nuevas figuritas, muchas las compraba en un mercado de Coyoacán», recordó.
Así, para la familia Almada, instalar el nacimiento no solo es como una decoración, sino un lazo con el pasado y una expresión viva del espíritu navideño.
Amor y deleite
Lourdes Almada compartió con profundo cariño la última vez que su padre participó en la creación del nacimiento familiar, que se instala en una de las habitaciones y la abarca casi toda.
«Algo que siempre recordamos con mucho cariño es que mi papá falleció el 21 de diciembre de 2018, y unos días antes habían ido con mucha ilusión a San Lorenzo, a comprar unas figuras para agregar al nacimiento. Ese fue el último año que él puso el nacimiento», recordó.
Compartió que cada uno de sus padres tenía un papel distintivo en la colocación del nacimiento:
«Mi papá era el encargado de poner todas las bases y hacer que fluyera el agua del mini río. Mi mamá, muy perfeccionista, era la encargada de poner los detalles. Ya muy mayor, se sentaba en una esquina y nos dirigía sobre cómo quería su nacimiento», compartió.
Igualmente describió cómo el nacimiento de la familia se convirtió en un atractivo para la comunidad.
«Desde el momento en que se instalaba, se abrían las cortinas para que todos en el barrio miraran el nacimiento. Pasaba la gente y se detenía a verlo, era un deleite para ellos verlos desde la ventana», dijo.
Así, la casa de los Almada, siempre acogedora, se convertía en un punto de encuentro especial durante las festividades.
«La casa de mis papás siempre fue una casa de puertas abiertas, pero este tiempo era especialmente importante para ellos”, recordó con gran cariño.
Una forma de vivir la espera y honrar a sus padres
Más allá de ser una simple tradición decorativa, el nacimiento en casa de los Almada se convirtió poco a poco en un poderoso medio de conexión con el legado familiar y espiritual.
«Mi mamá falleció en 2021, y hasta ahora, cada año seguimos pensando que vale la pena poner este nacimiento. Representa todo esto que ya comentamos y también es una manera no solo de honrar su memoria, sino de honrar su manera de vivir la fe, su manera de vivir el Adviento”, dijo Lourdes.
De esta forma, para los hijos Almada, el compromiso de preservar esta tradición no es solo un acto simbólico, sino un profundo tributo a la esencia de sus padres.
“Ahora que recae en nuestra responsabilidad colocarlo, este Nacimiento es una forma de vivir la espera y preparar el camino a la Navidad», añadió Lourdes, revelando la belleza de la contemplación durante esta temporada especial.
«Lo que más me gusta es sentarme y contemplar el pesebre, pero también todo lo que significa un pueblo que espera», reflexionó.
La responsabilidad compartida entre los 11 hermanos se ha convertido en un puente tangible entre el pasado y el presente, tejiendo la continuidad de valores y creencias y generando una paleta de emociones: desde la nostalgia hasta la esperanza, encapsulando la riqueza simbólica del nacimiento como un reflejo de una comunidad que aguarda con anhelo la llegada del Salvador.
Para los hijos Almada, este belén sigue iluminando no solo la casa de los padres y la fe de la familia, sino también los corazones de aquellos que comparten la esperanza de la Navidad.
Cuatro días
El emblemático nacimiento de la familia Almada es un proyecto que generalmente demanda cuatro días de dedicación y esfuerzo por parte de cada miembro de la familia.
Desde la cuidadosa disposición de las figuras hasta la atención meticulosa a los detalles, cada día de trabajo es una oportunidad para tejer no solo un nacimiento, sino también los lazos familiares que lo hacen significativo.
Los entrevistados compartieron que este compromiso colectivo no solo honra la tradición familiar, sino que también refleja la ilusión de mantener viva la magia de la Navidad en su hogar.