- Los bienaventurados que tienen hambre y sed de justicia son bien representados en los fieles católicos del Valle de Juárez, que tras un retiro de evangelización descubrieron su misión de predicar el Amor de Dios en Palabra y obras…
Ana María Ibarra
En una búsqueda de saciar su necesidad de Dios se encontraban las comunidades del Valle de Juárez después de vivir más de una década de temor y dolor por la ola de violencia, además de sentirse en abandono.
Fue en un retiro de evangelización que se impartió en noviembre de 2019, donde las comunidades de Nuestra Señora de Guadalupe, San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola y Nuestra Señora del Sagrado Corazón, tuvieron un encuentro con Jesús que vino a mostrar el camino para saciar su hambre y sed de justicia, como lo indica la Sagrada Escritura en Mateo 5,6: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”.
El encuentro
La asistencia de más de 400 personas, entre adultos y jóvenes, dio muestra también de la esperanza que se mantiene en aquella porción del pueblo de Dios.
“Qué importante es necesitar de Dios. La gente necesita esa fe, esa seguridad, esa esperanza, y la asistencia que tuvimos en el retiro nos habla de la esperanza de la gente”, dijo el padre Martín Magallanes, párroco de San Ignacio de Loyola.
“Logramos estar los cuatro párrocos durante el retiro, quizá porque también nosotros teníamos esa necesidad de Dios y de unidad”, señaló el sacerdote.
Por su parte, el padre Istibal Valenzuela, párroco de San Isidro Labrador, compartió que todo retiro supone un encuentro o reencuentro único con Dios, que puede revelar en Jesucristo la plenitud del hombre.
“El proyecto de felicidad plena personal está en el encuentro, conocimiento y seguimiento de Jesucristo. Si no estoy siguiendo a Jesucristo en realidad no lo estoy amando, y no lo amo porque no lo conozco, no porque no tenga amor”, dijo.
Agregó que aunque fue un retiro decanal, se logró un encuentro personal con Cristo.
“El encuentro con Cristo y la alegría plena de cada persona es para dar gloria a Dios, pero también para santificar a los hermanos, esa es la verdadera hambre y sed de Justicia”, aseguró el sacerdote.
Continuidad
Después del retiro se inició la catequesis y concluyó la primera etapa. Y cuando se planeaba el siguiente material y la formación de pastores y misioneros, la pandemia detuvo todo.
“Las comunidades siguen animadas a trabajar en cuanto pase la contingencia. Aunque estén aislados, ya están en proceso”, informó el padre Magallanes.
“Hay hambre de continuar en esa cercanía con Dios, con su Palabra. La comunidad marca un camino de crecimiento, de santidad. Una señora me comentó que quiere seguir porque está muy contenta, y quiere aprender más. Entre más nos llenamos más necesitamos y más buscamos”, dijo el sacerdote.
Llamado
Para el padre Istibal, el encuentro con Jesús supone también un llamado y un envío a ser sus discípulos, así como lo hizo en el misterio de la Ascensión.
“Muchos titubeaban, pero el Señor va a ir perfeccionando a través de otros discípulos. Hambre y sed de justicia tenemos en el Valle, de misioneros comprometidos, aunque titubeemos, pero que se dejen perfeccionar”, dijo tras resaltar que todo seguidor debe anunciar con obras y palabras la vida de Cristo.
“Esa es la principal hambre y sed de justicia que tiene el hombre de hoy, que quienes nos decimos seguidores de Cristo, en justicia, porque hemos sido salvados en esperanza, lo prediquemos. Seríamos egoístas si sabiendo todo el amor que Dios tiene, nos lo quedemos para nosotros”, señaló el sacerdote.
Transformación
Pero el padre Istibal señaló que el llamado a la evangelización también debe concretizarse en la transformación de estructuras.
“El fruto positivo del Covid-19 es que vino a reorganizarnos en la pastoral social. Unirnos al proyecto ‘Todos en la Misma Barca’ nos hizo ver que también todos estamos en la misma carretera Juárez-Porvenir”, expuso al reconocer que en El Valle requieren una mejor organización para exigir lo que realmente necesitan.
“Necesitamos un transporte público eficiente. Autoridades mediocres y temerosas o vendidas tienen años sin restablecer un transporte público. El hambre y sed de justicia es que la evangelización transforme estructuras y exija a aquellos que elegimos y con nuestros impuestos mantenemos”.
Y agregó: “Ese sería la plenitud de la bienaventuranza, cuando la salvación se concretice en la transformación de estructuras”.
Testimonios de pertenencia y santidad
El padre Martín Magallanes compartió que dentro de su comunidad ha visto grandes frutos de fieles que después del retiro buscan seguir saciando su hambre y sed rumbo a la santidad, y aun en medio de esta pandemia, siguen alimentando su fe.
“Las personas me han comentado que si no hubieran vivido ese retiro y esa catequesis semanal, sin la confianza, alegría, y esa fe de sentirse llamados por Dios, esta pandemia hubiera hecho más daño interior”, dijo el sacerdote.
“Un servidor fue al retiro acompañado de su esposa, que antes no asistía a la comunidad. Después del retiro acudían juntos a la iglesia, y ahora la señora busca la manera de ayudar a la parroquia. Fue un cambio muy grande en ella, ahora hasta en lo material me manda una despensa, o comida, o una ayuda para pagar recibos de la parroquia. Buscan estar activos, es parte de tener a Dios en su corazón”, compartió.
En apoyo a los demás
Por su parte, el padre Istibal resaltó el testimonio de una mujer de uno de los pueblos, quien siempre busca hacer el bien y apoya toda iniciativa que llegue.
“Es una señora que sabe solicitar lo que nos corresponde para hacer mejoras en el pueblo… y no sólo está bonita su casa y su jardín, sino que ves que busca mejorar la comunidad donde vive”.
Una prueba del trabajo de esta mujer se vio cuando se vinieron las caravanas de migrantes y el obispo diocesano pidió abrir los templos para ellos. La señora gestionó abrir no los salones parroquiales, sino el salón (centro comunitario) del pueblo.
“Estoy como responsable, pero la ayuda vino de una mujer de fe”, explicó el padre Istibal.
“Las bienaventuranzas son una clave óptima para vencer la angustia y vivir feliz. Después de tener conciencia de la alegría de ser hijos de Dios y que Dios nos ama incondicionalmente, hay que atender el llamado: Dios me ama, Dios me llama. Mateo nos hace vivir en plenitud en esta verdad: que se note en obras la fe que proclamamos”.
Pbro. Istibal Valenzuela/Párroco de San Isidro
“Vivamos esta experiencia de pandemia como una experiencia de fe, porque Dios nos manda a seguir dando testimonio de su amor. Nos dice: no tengan miedo yo estaré con ustedes todos los días. Cuando Dios dice que está con nosotros, y lo sentimos en nuestra comunidad, sentimos esa necesidad de ser mejores”.
Pbro. Martín Magallanes, párroco de San Ignacio de Loyola