Presencia
Hace una semana, la titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, al ser cuestionada por un periodista sobre el impulso del Gobierno para una ley federal que despenalice el aborto aseguró que este asunto “Lo van a decidir las mujeres y sus representantes en congresos locales, ellas tendrán que tomar la última palabra, mi posición la conocen, tengo 50 años sosteniéndolo, no tengo por qué cambiar”.
Ante esto, la preegunta de esta semana es:
¿Debe ser el aborto decisión solamente de las mujeres…qué papel juega el hombre en este asunto de la legalización/despenalización del aborto?
Lo primero que habría que precisar al contestar esta pregunta es que hay que tener cuidado con las premisas que van implícitas en los cuestionamientos que hacemos.
El aborto no debe ser decisión de nadie, ni de la mujer ni del varón. Simplemente el asesinato de un Ser Humano en el vientre materno es inadmisible en todos sentidos, ni siquiera por razones de defectos congénitos o deformidades, o por ser el niño consecuencia de una violación.
En la Doctrina Social de la Iglesia descubrimos el valor de la Persona Humana desde el momento de su concepción y hasta su muerte, por haber sido creados a imagen y semejanza de nuestro Padre.
En todo caso, la premisa inicial debe ser la contraria: el varón y la mujer tienen responsabilidades inmediatas y directas frente al no nacido y deben de protegerlo, con una visión subsidiaria, hasta que se pueda valer por sí mismo.
Contrario a las lamentables declaraciones de la Secretaria de Gobernación, en el sentido de que la mujer tiene el derecho de abortar y no tiene en este tema ninguna opinión el varón, el Estado mexicano debería incorporar en todas sus políticas públicas, de forma transversal, la perspectiva de familia en vez de la tan ineficaz perspectiva de género.
Un golpe de timón hacia esa dirección abonaría a no tener que entrar en este tipo de discusiones sobre premisas falsas que, lamentablemente, pareciera que son aceptadas sin mayor cuestionamiento por una buena parte de la sociedad actual.
Rubén Trejo Ortega/Abogado
En días pasados la titular de la Secretaría de Gobernación comentó lo siguiente: “Esto (la despenalización del aborto) lo van a decidir las mujeres y sus representantes en congresos locales, ellas tendrán que tomar la última palabra, mi posición la conocen, tengo 50 años sosteniéndolo, no tengo por qué cambiar” y referente al mismo tema, la funcionaria destacó que el derecho de las mujeres no está en discusión, sino la penalización de un comportamiento.
Es alarmate cómo ciertas posturas ideológicas han permeado las esferas de gobierno, nulificando el diálogo y desacreditando a quién tiene una postura diferente ante temas relevantes como es el aborto.
Cierto sector político ha abanderado la lucha de los “derechos reproductivos de la mujer” pero ha dejado de lado el derecho a la vida de los bebés en el vientre materno. Parece más sencillo resolver ciertos problemas sociales con sólo firmar desde el escritorio, dejando en el desamparo a la mujer con embarazo vulnerable y descartando a los más indefensos. Es sumamente triste que como sociedad, como instituciones gubernamentales veamos como única salida: “la interrumpción legal del embarazo”, o mejor dicho, el asesinar bebés, así, sin eufemismos. ¿por qué condenar a la muerte a quién ha sido concebido tristemente en una violación o en una noche de sexo casual? ¿por qué matar a quien ha tenido la suerte de ser el cuarto o quinto hijo? Nuestro derecho a la vida no debe depender de cómo fuimos concebidos, qué número de hijo somos, ni la condición económica de nuestros padres, ni del deseo o decisión de nuestra madre.
En contraparte, el ejemplo lo ponen las distintas asociaciones que sumando voluntades de servicio y generosidad sostienen casas de albergue para mujeres en embarazo vulnerable donde les brindan un verdadera atención integral, otorgándoles cuidado médico, alimentación, asesoría jurídica, atención emocional, psicológica y espiritual.
Nuestra identidad como católicos nos hace un llamado a estar informados sobre el tema, a alzar la voz y defender la vida, a apoyar iniciativas a favor de las dos vidas, en nuestra querida diócesis contamos con tres asociaciones que apoyan a la mujer con embarazo vulnerable: Mater Filius, Vifac y CAMJ.
Este asunto no es una “cuestión solo de mujeres”, todos somos responsables de construir el Reino de Dios, todos estamos llamados a formar la Civilización de Amor, donde toda vida es bienvenida.
Fátima Anaya Ramírez/ Método Billings Diócesis de Ciudad Juárez
El hombre también aborta. El hombre también se convierte en padre de un niño muerto y su espíritu y su corazón experimenta eso.
Las heridas se abren, seas mujer o seas hombre, quizás la parte física sea lo único que como secuela no se comparte, sin embargo el hombre también experimenta: irritabilidad, ansiedad, culpa, enojo, impotencia, emociones que quizás las refleje en el abuso de sustancias, en duelos no resueltos o en comportamientos riesgosos.
Ellos participan alentando o exigiéndole a la mujer, otros amenazan con abandonarlas, otros se oponen y finalmente no son avisados del aborto hasta que esté ya se ha llevado a cabo. Por lo general el hombre tiende a ocultar sus sentimientos y en muchos otros casos cree que una forma de apoyar a su pareja ( un amor mal entendido) es estar de acuerdo con ella a qué se realice el aborto.
El hombre tampoco entiende sus sentimientos después de un aborto.
La experiencia es muy personal y muy traumática, independientemente si fue en medio de una relación de pareja formal o casual o incluso de abuso. La crisis estará presente en formas tan variadas como el hombre y la mujer mismos.
Por último me gustaría citar el diario de Santa Faustina para recordarle a esos hombres que la puerta de la misericordia de Dios está abierta:
“Ningún alma que se haya acercado a mí, ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi misericordia y de ese manantial brota toda gracia salvadora y santificante”.
(# 1777)
Miriam Lechuga/ Mater filius Ciudad Juárez
El Catecismo de la Iglesia Católica cita que, desde el siglo primero ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado, permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral. Afirma que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
Por ello la Iglesia considera que la cooperación formal a un aborto constituye una falta grave, que la sanciona con una pena canónica de excomunión considerándolo un delito contra la vida humana, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres, y a toda la sociedad.
Sin entrar en el tema de las excluyentes que justifican de alguna manera el aborto, tales como la mujer que fue violada, o que está en peligro su vida; sin duda el aborto se practica por la falta de información, orientación y el apoyo moral que debe recibir la mujer, y también el hombre que contribuye para que el embarazo se produzca, de tal manera que este asunto ni siquiera debería ser unilateral, sino también involucrar al padre de la criatura.
El aborto no es un derecho, pues la vida del embrión, al inicio, luego del feto y finalmente ya como ser humano, cuando nace tampoco le pertenece a la madre. Es un individuo que ya es protegido por las leyes morales, religiosas y las jurídicas.
Recientemente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación analiza los argumentos y defensa que hacen los grupos feministas que están a favor del aborto, que alegan principalmente: “que sobre su cuerpo ellas son las que deciden si abortan o no”. Que es su derecho protegido por los derechos humanos, ya que legalmente han sido aprobadas para interrumpir el embarazo del producto, -como denominan a un ser humano-, hasta por un término de doce semanas de ser concebido, aún cuando está demostrado que en ese período, el desarrollo fetal es el de un bebé completo.
La despenalización del aborto no es una medida constitucionalmente válida para solucionar el problema de la mortalidad por abortos clandestinos. El artículo 30 constitucional, no define la palabra nacimiento; de tal forma que el artículo tercero Transitorio, integra a ese término el significado de concebido. Esto se advierte no sólo del texto aislado de ese precepto, sino de los antecedentes de la reforma que lo originó y, de donde es claro que el Constituyente permanente otorgó la nacionalidad al concebido quedando de manifiesto que los dictámenes se refieren al concebido, como mexicano por nacimiento. Desde que es concebido ya es considerado mexicano por nacimiento, la Constitución y los derechos humanos lo protegen.
La despenalización del aborto, o interrupción del embarazo, sin duda es un asesinato. Las mujeres y grupos pro aborto indebidamente se apoderan de una vida que no les pertenece, y no solo matan a un ser humano, sino a toda una generación cuyo destino es la integración a la sociedad mexicana con derechos y obligaciones.
Se ha demostrado que la mujer actúa en la mayoría de los casos, por necesidad al verse desamparada, por ignorancia de que su bebé no es un producto, y/o la falta de apoyo moral familiar, así como el miedo para tenerlo. Por lo tanto, el legislador está obligado a crear leyes para proteger a la vida, implementando programas de apoyo y atención a la mujer, y penalizando la conducta dolosa de los que intervienen en el aborto.
La decisión de abortar incluye a la responsabilidad paternal, que generalmente ha sido ajeno en la vida que genera la relación sentimental o no con una mujer, dejando en indefensión los derechos del niño y obligaciones que deben ser asumidos por el padre.
Lic. Héctor Ramón Molinar Apodaca/ abogado mediador