Romayne Wheeler, conocido como “el pianista de la Sierra Tarahumara” es un músico norteamericano que se insertó en la etnia rarámuri…En su visita a Ciudad Juárez concedió una entrevista a Periódico Presencia…
Blanca Alicia Martínez
Un hombre sencillo, pero de pensamiento y sentimiento profundo es Romayne Wheeler, un músico (y musicólogo) originario de Estados Unidos, que se auto adoptó como hijo de la Sierra Tarahumara, donde desde hace años instaló su estudio creativo y desde donde aflora su obra, íntimamente relacionada con la naturaleza.
El músico fue invitado por el Comité de apoyo al Asilo de Ancianos Senecú, para dar un concierto a beneficio de esta obra fundada por monseñor Baudelio Pelayo, el pasado jueves 26 de octubre.
Previo a su presentación, el pianista habló a Periódico Presencia sobre su vida, su música, su inspiración, su adoración por la cultura tarahumara y su espiritualidad, que mira al arte como la puerta al infinito….Aquí la plática…
¿Quién es Romayne Wheeler …cómo fue su formación musical?
Dura toda una vida realmente saber quién somos. Ha sido siempre una búsqueda musical, siempre, principalmente. Mi mamá era maestra de piano, mi papá componía como hobby y así nací en el ambiente de música. Comencé a escribir la música ya de niño, de cuatro años, a leer, con una colección de tarjetas que había que identificar los tonos en el teclado del piano, así aprendí a leer la música antes de las letras y llegó a ser como mi lenguaje primario y toda la vida con el piano, como mi mamá era maestra de piano para niños y después de terminar mi High School me fui a Austria a estudiar en Viena y Salzburgo doce años de piano de concierto y de composición.
¿En que momento decidió vivir en la Sierra Tarahumara y por qué?
Siempre mi música se ha nutrido de la naturaleza, desde el inicio, como que todos los mejores pensamientos me vienen cuando estoy más cerca de mi Creador, en las montañas, caminando o en un escenario prístino que Dios creó, entonces, cuando terminé mis estudios, mis maestros me dijeron ¿por qué no vas a escribir la música como musicólogo?, como eres compositor de los indígenas en Norte América y la universidad de música no tenía archivos, y no tenía documentado la música de los Supai y Navajos, por ejemplo esa del Gran Cañón de Arizona y entonces fui allá en los años 70 y en el año 80, había tanta nieve que ni podía llegar ahí por Nuevo México y no había transporte y había una revista de National Geographic con bellas fotos de la Sierra Tarahumara que sacó el padre Verplancken, que fue uno de los mejores fotógrafos de toda la Sierra Tarahumara por muchos años, y tres veces salió con National Geographic, y ahí me cayó el veinte: no he hablado español tantos años que se me ha hecho la lengua chicharrón de tanto hablar alemán allá en Austria, ya es tiempo de regresar y descubrir mi niñez, también por todos esos años de viajes con mis papás, y entonces regresé a la Sierra Tarahumara.
Me enamoré de inmediato de la belleza de ese paisaje, que colinda con todos los paisajes de mi vida que he disfrutado, como que todo está ahí menos el mar, que no está lejos, pero lo que le da pulso son la gente rarámuri, que son una gente muy pacífica, muy tranquila, grandes amantes de la música, todo lo que vive allá está relacionado con música, es oración para ellos, para mantener el equilibrio entre nuestro Creador y su Creación, y sienten que son sus ayudantes para ayudar a que este mundo sea un poquito más sereno y más en armonía.
¿Cómo lo recibió la comunidad Tarahumara?
Venía cada año dos meses y medio y vivía en una cueva con una familia rarámuri, traía mi piano solar, que era una novedad en los 80, un piano en el que se puede escanear el sonido auténtico del piano y poner en la memoria del teclado, y nada más pesaba 26 kilos y con esos podía ir a un lugar muy aislado. Costó todo un día de Creel para llegar allá por terracería, y podía mantener mi técnica como concertista y a la misma vez poder componer y tocar para la gente de allá, que les encantaba el piano, “que toque el pianchi”, así le dicen hasta hoy día, a todo le ponen un “chi” al final. Me decían, toca el pianchi para que llueva, porque sienten que es como una oración para la lluvia. Suena tan puro y cristalino que no hay nada que suene más agradable para Dios para pedir la lluvia. Y de ese modo fui bienvenido en sus vidas, me acogieron con mucha ternura y cada año era más difícil decirles adiós y regresar a Viena a mis conciertos y todo. Ya en el año 1992 sucedieron cosas en mi vida que me sacudieron mucho, mi cuñado de repente tuvo un cáncer terminal de todo el pecho, 10 años menor que yo, y pensé ‘ya no voy a postergar’ porque siempre postergaba, ‘algún día, cuando haya suficiente dinero en el banco’ -siempre estamos esperando que ese algún día llegue-. Entonces me retiro y voy allá nada más para componer, pero entonces, cuando eso sucedió decidí: ‘no voy a postergar más, me entrego en la mano de Dios, hacemos una cosa buena con mi música y Él que me cuide’. Entonces puse el pie en el vacío con total confianza en Dios y dediqué, del 92 al año 2000, todos los ingresos de la música en la clínica que tenía el padre Verplancken en Creel, que nada más se nutría de donativos.
¿Cómo ha sido su vida allá en la Sierra haciendo música?
En el año 2000 comenzamos nuestros propios proyectos allá en la Sierra, luego vino una A.C. para poder tener cheques deducibles y hacer el pequeño centro médico que tenemos ahora, una escuelita también con pre-escolar y un poco de primaria para que los niños no tengan que ir tan lejos a un albergue lejos de sus casas. Entonces hay un programa de becas donde han salido como 450 personas que han estudiado del 92 para acá, y hasta el nivel de conciertos también, porque hay un muchacho tarahumara que también es pianista y compositor. Es el primer indígena que está tocando música concertante. Hace conciertos, no nada más en México, sino en Estados Unidos, en Europa también… y entonces tenemos gente que estudió enfermería, la mayoría estudian para ser maestros, otros estudian cosas que tiene que ver con el cuidado del bosque y esas cosas, y han sido los años más maravillosos de mi vida. Yo vivo de la venta de mis discos, y aquí estoy dándole gracias a Dios por este gran privilegio. Y cada persona que viene a los conciertos está aportando algo para que podamos hacer una pequeña diferencia, ¿por qué hice tanto eso? porque hay una gran necesidad en la región. Donde yo estoy estamos muy aislados y todavía hay partes ahí donde la mitad de los niños pueden morir antes de la edad de 10 años por mal nutrición, por diarreas, por cosas del pulmón, y entonces es importantísimo hacer algo para ayudar a Dios. El rarámuri dice, y a mí me gusta mucho el concepto, que nosotros somos los brazos y pies de Dios aquí en la tierra, Él nos da la herramienta para que nosotros hagamos algo, que seamos sus ayudantes, como dicen los raramuris, son sus ayudantes, y si algo va mal no es culpa de nuestro Creador, es culpa de nosotros que no nos movemos, y entonces ha sido una gran dicha poder abarcar esto. Ahora estoy celebrando 50 años de estar dando conciertos anuales de giras con conciertos. Tengo 75 años. Dios me ha bendecido con una vida, con muchas experiencias muy bellas en 52 países. La música ha tocado muchos corazones y muchos corazones han tocado el mío también.
¿Cuáles son los problemas más grandes que usted ve en la Sierra Tarahumara?
(Los tarahumaras) viven muy cerca de nuestra madre tierra y dependen mucho si llueve o no llueve. Este año llovió copiosamente en todo agosto y después en septiembre se paró, unas cuantas lloviznas. Eso quiere decir que el maíz no se va a dar, se secó la flor y el frijol se pudrió de tanta agua, y entonces casi no van a tener qué comer a través del invierno, pero no es culpa de ellos, no fueron perezosos, sino simplemente porque no llovió. Entonces dependen mucho de su medio ambiente para sobrevivir. Ese es quizás lo más difícil. También un problema es tener atención medica, tener lo básico para alimentar a los niños. También en nuestra escuelita estamos siempre buscando apoyos, porque tenemos que alimentar a todos esos niños que se quedan en el albergue también y pues son las cosas más importantes.
¿Y cómo cree que se pueda resolver esta problemática?…usted que está ahí ¿cómo lo ve?
Cada quien dando su granito, ayudando como pueda. Siento que todos somos hojas en un mismo árbol de vida y que uno influye en el otro, que el sufrimiento del prójimo puede ser el sufrimiento tuyo también, pero lo puedes convertir en lo contrario, haciendo algo en lo que queda en tu poder, y el poder tuyo lo va a multiplicar Dios mismo una vez que te mueves. Cada quien puede aportar algo para una mejora, siempre hay modos y caminos para aportar, nada más ahora, por ejemplo, con venir a los conciertos estamos aportando algo a una mejora, también ayudar aquí a la casa de ancianos para que las cosas puedan progresar mejor… es lo mismo, porque todos somos hermanos.
¿Cómo observa la convivencia entre los tarahumaras y los chabochis (los blancos)?
En general hay una gran desconfianza del chabochi. Eso tiene sus raíces en los tiempos cuando vinieron los mineros, y entonces a fuerzas los llevaban a las minas, con látigos, a trabajar, o muchas veces sin nada de paga o casi nada y estaban impuestos a que el hombre blanco, que todo aquel que vive afuera los está engañando siempre, y todavía hoy día sienten como primera reacción: ‘¿me está engañando o es persona honesta?” Lo más valioso que podemos dar, lo misionero que podemos dar, primero que todo, es ser un buen hermano, un buen ejemplo, sin tanto usar palabras, simplemente enseñarles que no sentimos desprecio, que sentimos hermandad, que todo tiene alma y que queremos aprender de ellos también y es ya un gran avance cuando hacemos eso.
¿Vemos que usted usa un crucifijo y un rosario colgado ¿es usted católico? ¿cuál es su espiritualidad y cómo la vive?
Sí, en mi familia, por el lado de mi mamá he tenido un lado protestante, por el lado de mi papá, católico. Entonces mi formación casi toda allá en Europa fue en la iglesia católica y siento que es la religión más universal, pero siento que Dios está arriba de todos y que eso no nos separa a ninguno del otro, que debemos, al contario, tratar de sentir cada persona humana sin barreras y como hermanos e hijos de Dios.
Lo han llamado a usted el compositor ecologista o el músico que cayó del cielo ¿qué le parecen estos títulos, cómo lo comprometen?
Eso dicen los italianos porque escribo con mucho gusto la música de los árboles, de las flores, de los pájaros, como siento que todo tiene alma, eso es también es algo que todos los indígenas te dicen, entonces nos falta a nosotros sentir esa reverencia por la naturaleza y sentirlo a través de la música.
Cuéntenos esta experiencia musical con los rarámuris, en su trabajo con Romeyno
¿Cómo ha sido trabajar con ellos este tema de la música?
Como es mi primer ahijado de 46 ahijados que tengo allá, ya pierdo la cuenta.
Pues a través de la música fue que realmente llegue a sentirme cercano a ellos, y su papá, Juanito Gutiérrez, es uno de los mejores violinistas de la región, y cuando nació su hijo, las primeras experiencias que tuvimos cuando tenía 4 años, ya tenía la naricita pegada al vidrio, escuchando la música y bailaba al compás de Mozart, al compás de Chopin, a todo lo que hacía. Entonces veía que era una persona especial y que había que hacer algo con eso y de ahí puso sus deditos de chocolate en el piano, y ya le iba sacando los primeros pascoles, la música de allá. Tenía un oído tan bueno que le gustaba aprender a leer la nota, porque la escuchaba también con el oído, pero también comencé así con el juego de tarjetas, para encontrar con cada tarjeta dónde está el tono en el piano, y así aprendió él los rudimentos del piano, antes que las letras, y ha sido el primero. Era como un experimento nada más y poco a poco fue ganando mucho más interés y pasión, y ahora es el primer indígena, quizás en todo el continente, que está dedicando su vida a ser concertista y también quiere ayudar a sus hermanos allá con su música, y ahora está terminando su licenciatura en Chihuahua, en la UACH; primero estuvo en el Conservatorio y ahora en la UACH, y se casó con una de nuestras enfermeras, digo nuestras, porque ella también estudió con nuestro programa de becas y ya tiene una hijita de 6 años y todos están ahí en Chihuahua acompañándolo, ella trabaja en un hospital de Chihuahua.
¿Qué significa para usted esto, ¡el primer indígena haciendo conciertos en el mundo!?
Para mí es un comprobante de que la música no necesariamente es para una raza, para una etnia. Cuando toco Mozart, por ejemplo, en la Sierra mi compadre, su papá, se pone a bailar. Lo conozco, dice, pero no lo puede conocer. Estaba tocando la transcripción al piano de Pequeña música nocturna, de Mozart, entonces cuando me fui a tocar en Austria me dijo, ahí me saludas a Mozart, y le dije, ‘no, ya no vive’, y él: ‘ah, ¿por qué no me dijiste antes?’ en un tono enojado, y dice: ‘entonces por favor salúdame por lo menos a los parientes’… Entonces tenía una relación automática a la música de Mozart, por la ligereza, por la alegría que emana de la música de Mozart, quiero decir. Ya vemos en Japón como ha pegado la música clásica en todos lados, porque es clásico y ¿qué quiere decir es clásico? simplemente que es para todas las épocas, algo que no se caduca, no necesariamente algo sólo para la élite ¡no!, es algo realmente para todo ser humano, para ayudarle a sentir lo que es eterno en el aquí y ahora. Yo creo que para un concertista o para un ser humano simplemente lo más valioso es poder sentir en el aquí y ahora, presentir lo que es eterno y no esperar nada más para lo que suceda en el más allá, sino en el aquí y ahora, en nuestras vidas sentir lo bello que es compartir la experiencia de lo eterno.
¿Cómo le inspira la grandeza de la sierra de Chihuahua?
Es mi taller tengo siete cordilleras por delante, si me visita alguna vez pues ahí lo puede disfrutar y es como una caja de resonancia y me cuesta trabajo irme de ahí porque todos los días estoy escribiendo música, tanto que en los últimos años ahora casi no tengo tiempo para escribirlo en limpio, porque apenas escribí algo con bolígrafo rápido y ya viene la próxima idea. Escribí música para todas las flores, para todos los árboles, para todas las plantas, para todos los pájaros que están alrededor, música para todas las épocas del día, del amanecer hasta la medianoche. Entonces eso te mantiene como algo hirviendo casi todo el tiempo, en una corriente creativa. Es un regalo de Dios mismo que me ha dado a esta etapa final de mi vida para poder sacar lo mejor de mí y compartirlo. ¿Ahí se quedará en la sierra? Sí.
¿Por qué decidió ahora apoyar al Asilo de ancianos Senecú en Ciudad Juárez?
Porque siento que todos somos hermanos, somos hojas en el mismo árbol. Por ejemplo en Nepal, donde también toqué para un orfanatorio para ayudar, y ahí fue una parte para los nuestros, una parte para ellos, y entonces siento que no nada más es la tarahumara, pero también simplemente ayudándonos unos a otros para que este mundo pueda tener un poco más de luz, para que este mundo sea un poquito más radiante y positivo a pesar de todas las cosa negativas que suceden.
¿Algún mensaje especial que quisiera dejar a la comunidad católica de Ciudad Juárez?
Lo más importante sentirnos más hermanados ayudar unos a otros sin pedir nada a cambio, misionar sin pedir como condición algo, simplemente dando lo mejor que Dios nos dio a los prójimos y conviviendo realmente como seres hermanados. Eso es lo más valioso de todo, yo creo.
Agradezco a cada persona que viene al concierto. En algún modo ellos están también ayudando a que todos estos proyectos puedan florecer, porque si nada más toco solo, si estoy tocando nada más para el espacio, no…pero así por lo menos todos estamos dando un granito para llenar el jarrito…
Sobre el artista
Nombre: Romayne Wheeler
Lugar de nacimiento: Sta. Helena, California, Estados Unidos (1942).
Estudios: Graduado como compositor en la Universidad de Musica de Viena “Wiener Musikhochschule”
Graduado como concertista de piano, del “Konservatorium der Stadt Wien,” (Conservatorio de Música de Viena.)
Países donde se ha presentado como pianista: Austria, Italia, Alemania, Suiza, Hungría, España, Inglaterra, Francia, Serbia, Dalmacia, Eslovenia, Grecia, Creta, Israel, Libanon, Cipria, Libia, Tailandia, Nepal, Taiwán, China, Japón, Canadá, Estados Unidos, México y Perú.
Lugar de residencia: Ejido Munérchi, Sierra Tarahumara.
romaynewheeler.org.mx