Presentamos el testimonio de Esteban, quien pasó de ser un preso, ahora a ser servidor en la Pastoral Penitenciaria
Ana María Ibarra
Después de pasar por momentos de depresión y desolación, Esteban Feliu se encontró con Dios a través de la Pastoral Penitenciaria, grupo que acude al CERESO a compartir la Palabra de Dios y a apoyar en las necesidades de los reos.
Poco a poco Esteban se fue integrando al grupo y ahora que se encuentra libre es el encargado de la Hospedería San Maximiliano María Kolbe que reabre sus puertas para alojar a quienes salen del penal y no cuentan con familia ni hogar.
Motivado por servidores
Nueve años fue la condena que Esteban tuvo que pagar después de haber sido acusado de violación de parte de su pareja sentimental, con quien procreó dos hijos.
En este tiempo, Esteban no tuvo visitas en el penal ya que sus hijos eran pequeños cuando fue detenido y sus dos hijas mayores, de su primer matrimonio, no residen en esta ciudad.
“Estuve trabajando en la cocina y una persona me empezó a llevar a que ayudara en los jardines que están alrededor de la capilla. Ahí estuve un tiempo y un amigo me invitaba a entrar a la capilla. Yo veía a los de pastoral que llegaban cada domingo. Conocí a la madre Jacinta y ella me invitó a pasar a la iglesia”, recordó Esteban.
Esteban se resistió, pues el único acercamiento que tenía con Dios era de manera personal, es decir “sin necesidad de ir a la Iglesia”.
Sin embargo un día aceptó entrar al templo, al recordar momentos cuando trabajaba en la cocina del penal y hablaba con Dios al verse solo y sentirse necesitado de cariño.
“No tenía visita, nadie iba a verme al penal y me tocó una vez que fueron los de pastoral y empecé a ver que iban todos los domingos y vi como regalaban su tiempo, su compañía, su escucha, estaban al pendiente de todos nosotros”, reconoció Esteban.
Fue así que decidió acercarse al grupo donde les daban algunas reflexiones sobre la Biblia y la vida de Jesús.
“Me gustó asistir y todo lo que nos compartían, era mi visita de los domingos. Tenía cuatro años en el penal sin nadie que me visitara. Al principio sentía vergüenza de entrar a la capilla, pues somos condenados por algunos delitos, pero me quedé y me dediqué a hacer la limpieza de la iglesia”, compartió.
El plan de Dios para su vida
Esteban se fue familiarizando con el servicio que presta Pastoral Penitenciaria y decidió integrarse al equipo.
«Para mí era muy bonito escuchar las charlas y las reflexiones de la Biblia, pero lo que más me atrajo fue el trato personalizado que nos daban, su preocupación de saber cómo estábamos. Para mí eso fue muy importante”.
De esta manera, Esteban comenzó su proceso de conversión y reconoció que Dios le permitió vivir esa experiencia como parte de su plan de salvación justo en el momento en que sentía no ser merecedor de nada.
«Al escuchar las charlas cambió mi manera de pensar totalmente, en sí, mi vida entera. Comencé a cuestionarme el por qué de las cosas. A veces se hacen cosas que no se deben y comencé a buscar la manera de cambiar el camino y seguir el que Jesús nos manda”, señaló.
El entrevistado considera que haber estado preso fue por algún motivo que nada tiene qué ver con las acusaciones que se le imputaron.
«Dios me salvó de la depresión que sentía al estar preso y siempre le pedí que me ayudara. El encierro, la falta de visitas, las presiones mismas del penal, todo eso causa mucha ansiedad y depresión. A través de la pastoral Dios me habló y me cobijó y me di cuenta que no estaba solo”.
Y agregó: “Tal vez por lo que me acusaron no era el motivo por el que estaba preso, quizá tenía que pagar otras cosas, pero al fin de cuentas Dios me enseñó y me demuestra que todos nos merecemos otra oportunidad y que podemos salir adelante, que hay personas que se preocupan, aunque no son familia”.
Llamado a un servicio muy especial
Además de darle sanación, Dios le dio a Esteban un motivo de vida: el servicio.
“Me gusta mucho poder ayudar a los demás y sobre todo porque yo sé las necesidades de los internos, a mí nadie me lo platica, yo lo viví”.
Esteban cumplió su condena de nueve años el pasado mes de mayo y al salir libre le dieron la oportunidad de vivir en la Hospedería San Maximiliano María Kolbe, construida en la diócesis para los recién salidos del penal y sus familias, pero que durante la pandemia permaneció cerrada.
“El padre Gilberto Pérez es el responsable de la pastoral y me ofreció hacerme cargo de la hospedería para recibir a los muchachos. Me encargo del mantenimiento. Apenas se abrió después de la pandemia y ahorita hay dos ex internos. Aun no puedo ingresar al penal, hay un período de 6 meses para poder entrar -ahora como servidor-”, compartió el entrevistado.
Esteban no solo se encarga de la hospedería, sino que también realiza trabajos de electricidad, por su cuenta.
Ayuda necesaria
El entrevistado invitó a la comunidad a que se den la oportunidad de conocer la realidad de los presos y no juzgar antes, pues cierto es que varios están presos pagando una condena justa, sin embargo, también hay muchos que son inocentes.
«Los invito a no juzgar y a apoyarlos porque es muy feo cuando sales libre y te empiezan a atacar, ese puede ser un motivo por el cual hasta puede regresar a delinquir. Otra manera de apoyar es a través de la pastoral, acercarse para conocer lo que se necesita. Ellos llevan kits de limpieza e higiene personal, uniformes, tenis, quien guste puede acercarse y apoyar también en la hospedería”, expuso.